Con una administración pública hipertrofiada, que mantiene a más de tres millones de funcionarios y a poco más de 300.000 asesores y enchufados, España no es un país sostenible, no tiene posibilidad alguna de prosperar en el futuro y corre el riesgo de ser expulsada pronto de la Unión Europea. Una reforma drástica y austera del sector público español es imprescindible para salir de la crisis y afrontar el futuro con esperanza.
El actual Estado es un monstruo que necesita endeudarse para sobrevivir, irresponsablemente construído por los políticos para incrementar su clientelismo y poder. Apenas podía subsistir en los tiempos opulentos del ladrillo, cuando el sector público y los políticos se atiborraban de tasas, impuestos, licencias y comisiones, pero en tiempos de crisis, ese Estado monstruoso, lento e insaciable es una auténtica ruína para el país.
Aunque existe un consenso generalizado en que el Estado, con su actual diseño, es insostenible en tiempos de crisis, Zapatero, arrogante y sin tener en cuenta los intereses de España, ha decidido mantenerlo como está: hinchado, maniroto y obsoleto, sin someterlo a cura de austeridad alguna.
Para mantener el gasto y el poder de ese Estado monstruo, Zapatero no ha dudado en endeudar a las futuras generaciones españolas, ampliando el déficit público hasta límites intolerables que podrían ocasionar la expulsión futura de España del espacio del Euro.
El drama del Estado hipertrofiado que aplasta a España es todavía más repugnante y absurdo si se tiene en cuenta su nula sensibilidad y egoísmo patológico: prefiere seguir viviendo con su ofensiva obesidad a cuestas que reformarse, a pesar de que cada día cierran en España muchas empresas y miles de empleados pasan a engrosar el paro y la pobreza.
Además, la existencia de ese Estado abrumador es más absurda todavía si se tiene en cuenta que las estadísticas demuestran que cada empleado público cuesta justo el doble que uno privado en similar puesto y categoría.
Los políticos españoles, irresponsables e ineptos, a pesar del "culto" teatral que profesan a la sostenibilidad como concepto moderno y "progre", han creado una burocracia insostenible que, si no es urgentemente sometida a dieta y reducida al menos en un 50 por ciento, nos llevará a todos hasta el precipicio.
Sin una reforma urgente de su administración, España terminará siendo expulsada de la Unión Europea y África volverá a fijar su frontera con Europa en los Pirineos porque el monstruo sólo puede ser mantenido incrementando el déficit cada año.
El desastre y la locura han sido obra de los dos grandes partidos políticos que han gobernado el país de manera irresponsable, aunque el PSOE ha superado en ese capítulo al PP y ha batido todos los records a la hora de alimentar a parientes, amigos y asesores con la teta del Estado.
El esperpento del Estado insostenible ha llegado al extremo de que los presidentes de las diputaciones provinciales españolas tienen entre treinta y cien asesores cada uno, mientras que algunos alcaldes superan con creces el centenar. En los gobiernos centrales y autonómicos, la legión de asesores y de enchufados hay que contarla por miles.
El mantenimiento de la desproporcionada, pesada y ociosa estructura del actual absurdo y obeso Estado español es un pozo sin fondo que se traga gran parte de todos los impuestos que se recaudan, sin que quede dinero suficiente para la sanidad, la educación, los ancianos, para paliar la pobreza, para la política social, las carreteras, los transportes y las fuerzas armadas y de seguridad.
Nuestras carreteras y transportes se han modernizado y mantenido gracias a las aportaciones de la Unión Europea, que eran finalistas, lo que significa que no podían gastarse en otros capítulos, pero ahora, cuando España deje de recibir esos ingresos extras, ni siquiera habrá dinero para tapar los baches.
El actual Estado es un monstruo que necesita endeudarse para sobrevivir, irresponsablemente construído por los políticos para incrementar su clientelismo y poder. Apenas podía subsistir en los tiempos opulentos del ladrillo, cuando el sector público y los políticos se atiborraban de tasas, impuestos, licencias y comisiones, pero en tiempos de crisis, ese Estado monstruoso, lento e insaciable es una auténtica ruína para el país.
Aunque existe un consenso generalizado en que el Estado, con su actual diseño, es insostenible en tiempos de crisis, Zapatero, arrogante y sin tener en cuenta los intereses de España, ha decidido mantenerlo como está: hinchado, maniroto y obsoleto, sin someterlo a cura de austeridad alguna.
Para mantener el gasto y el poder de ese Estado monstruo, Zapatero no ha dudado en endeudar a las futuras generaciones españolas, ampliando el déficit público hasta límites intolerables que podrían ocasionar la expulsión futura de España del espacio del Euro.
El drama del Estado hipertrofiado que aplasta a España es todavía más repugnante y absurdo si se tiene en cuenta su nula sensibilidad y egoísmo patológico: prefiere seguir viviendo con su ofensiva obesidad a cuestas que reformarse, a pesar de que cada día cierran en España muchas empresas y miles de empleados pasan a engrosar el paro y la pobreza.
Además, la existencia de ese Estado abrumador es más absurda todavía si se tiene en cuenta que las estadísticas demuestran que cada empleado público cuesta justo el doble que uno privado en similar puesto y categoría.
Los políticos españoles, irresponsables e ineptos, a pesar del "culto" teatral que profesan a la sostenibilidad como concepto moderno y "progre", han creado una burocracia insostenible que, si no es urgentemente sometida a dieta y reducida al menos en un 50 por ciento, nos llevará a todos hasta el precipicio.
Sin una reforma urgente de su administración, España terminará siendo expulsada de la Unión Europea y África volverá a fijar su frontera con Europa en los Pirineos porque el monstruo sólo puede ser mantenido incrementando el déficit cada año.
El desastre y la locura han sido obra de los dos grandes partidos políticos que han gobernado el país de manera irresponsable, aunque el PSOE ha superado en ese capítulo al PP y ha batido todos los records a la hora de alimentar a parientes, amigos y asesores con la teta del Estado.
El esperpento del Estado insostenible ha llegado al extremo de que los presidentes de las diputaciones provinciales españolas tienen entre treinta y cien asesores cada uno, mientras que algunos alcaldes superan con creces el centenar. En los gobiernos centrales y autonómicos, la legión de asesores y de enchufados hay que contarla por miles.
El mantenimiento de la desproporcionada, pesada y ociosa estructura del actual absurdo y obeso Estado español es un pozo sin fondo que se traga gran parte de todos los impuestos que se recaudan, sin que quede dinero suficiente para la sanidad, la educación, los ancianos, para paliar la pobreza, para la política social, las carreteras, los transportes y las fuerzas armadas y de seguridad.
Nuestras carreteras y transportes se han modernizado y mantenido gracias a las aportaciones de la Unión Europea, que eran finalistas, lo que significa que no podían gastarse en otros capítulos, pero ahora, cuando España deje de recibir esos ingresos extras, ni siquiera habrá dinero para tapar los baches.