Pero el duro vaticinio de los tres monstruos que quieren despedazar a España es falso porque se queda corto e ignora que los monstruos son algunos más, entre ellos al más peligroso de todos, que es la "España guay", esa sociedad infectada de buenismo y poblada por cobardes insensibles, llenos de envidia y descerebrados, convertidos en esclavos incultos por la televisión y por los políticos, que ni siquiera es capaz de asumir que está gobernada por uno de los peores gobiernos del planeta y que la tiranía más terrible de todas las que ha inventado el hombre, el comunismo lleno de rencor y de ganas de destruirlo todo, le esta apuntando con una pistola en la frente.
Los políticos han hecho de la sociedad española un mundo castrado e impotente, cobarde e ignorante, poco pertrechado intelectualmente para defenderse de la tiranía. La gente no lee ni sabe pensar en libertad. Prefiere que les den las ideas ya digeridas para no tener que reflexionar y poder dedicarse a las cañas, tapas, chupitos y cubatas. La España guay, esa que olvida los afrentas y las agresiones del gobierno y vota siempre a sus verdugos, es tan pobre intelectualmente que ni siquiera se ha dado cuenta que es la principal víctima del mal gobierno, toda una obra de arte creada por los políticos para poder gobernar sin trabas y hacerse impunes y millonarios ejerciendo el poder.
Alienados, envilecidos por la corrupción y el asesinato de los valores, con la mente desnutrida y castrados por la televisión y los medios sometidos al poder, los miembros de "España guay", buenista e imbécil caminan como esclavos hacia el infierno que la casta política les tiene preparado: el Estado omnipotente y sin control, el mismo estado totalitario que asesinó a más de cien millones de seres humanos en el siglo XX y que creó y alimentó con cuerpos agonizantes campos de exterminio tan grandes como Siberia.
El mundo "guay" se reduce al teléfono móvil, comida para engordar, aburrimiento en dosis masivas y subvenciones a diestro y siniestro, en lugar de trabajo y empresa, un mundo ideado para que parezca feliz siendo una pocilga.
Es tan inocente y atolondrada la manada de borregos españoles que no reacciona ante la pobreza que la amenaza, ante la tiranía que la envuelve y ante la agonía de sus valores, derechos y orgullos. Prefiere divertirse con las televisiones compradas por el gobierno, los memes, los chistes y las críticas inútiles al maldito gobierno que circulan por las redes sociales antes que ejercer como ciudadanos críticos y vigilantes que defienden sus libertades.
Ese pobre pueblo español guay, habituado a votar a sus verdugos, ni siquiera es capaz de castigar a Pedro Sánchez, a pesar de que ha sido el peor gestor del mundo frente al coronavirus y que delante de sus ojos y narices se ha perpetrado un "holocausto" en las residencias de ancianos españolas, donde han muerto miles de viejos infectados, abandonados por sus familias y despreciados por las autoridades públicas, que tenían la obligación de curarlos y defenderlos en su declive.
A la España guay le dura poco el dolor y el arrepentimiento. la muerte de los ancianos abandonados ya se está olvidando porque se han abierto de nuevo las terrazas y los chiringuitos. ¡Hay que vivir!, gritan los guays.
¿Quien va a defender a España frente a los peligros que quieren cornearla hasta la muerte? No serán ni el gobierno, principal causante de sus desgracias, ni sus inútiles instituciones, que permiten sin reaccionar la ruina, el desastre y la muerte de inocentes, ni sus jueces, polítizados y maniatados, ni los periodistas, muchos de ellos esclavos del poder y enemigos de la verdad, ni unas fuerzas armadas cuyos generales están siendo domesticados y olvidan cada día más la defensa de la patria, el honor y las virtudes que antes eran propias de la milicia.
Sólo queda el pueblo para salvar la nación, ese pueblo que ya tuvo que saltar al ruedo en otras ocasiones, como cuando los franceses de Napoleón quisieron esclavizar a España, una nación traicionada, entonces como ahora, por sus dirigentes.
Pero ese pueblo español, que hoy es la única esperanza viva de salvación, está en las terrazas y chiringuitos tomando cañas con jamón, gambas y pescaíto.
Francisco Rubiales
Los políticos han hecho de la sociedad española un mundo castrado e impotente, cobarde e ignorante, poco pertrechado intelectualmente para defenderse de la tiranía. La gente no lee ni sabe pensar en libertad. Prefiere que les den las ideas ya digeridas para no tener que reflexionar y poder dedicarse a las cañas, tapas, chupitos y cubatas. La España guay, esa que olvida los afrentas y las agresiones del gobierno y vota siempre a sus verdugos, es tan pobre intelectualmente que ni siquiera se ha dado cuenta que es la principal víctima del mal gobierno, toda una obra de arte creada por los políticos para poder gobernar sin trabas y hacerse impunes y millonarios ejerciendo el poder.
Alienados, envilecidos por la corrupción y el asesinato de los valores, con la mente desnutrida y castrados por la televisión y los medios sometidos al poder, los miembros de "España guay", buenista e imbécil caminan como esclavos hacia el infierno que la casta política les tiene preparado: el Estado omnipotente y sin control, el mismo estado totalitario que asesinó a más de cien millones de seres humanos en el siglo XX y que creó y alimentó con cuerpos agonizantes campos de exterminio tan grandes como Siberia.
El mundo "guay" se reduce al teléfono móvil, comida para engordar, aburrimiento en dosis masivas y subvenciones a diestro y siniestro, en lugar de trabajo y empresa, un mundo ideado para que parezca feliz siendo una pocilga.
Es tan inocente y atolondrada la manada de borregos españoles que no reacciona ante la pobreza que la amenaza, ante la tiranía que la envuelve y ante la agonía de sus valores, derechos y orgullos. Prefiere divertirse con las televisiones compradas por el gobierno, los memes, los chistes y las críticas inútiles al maldito gobierno que circulan por las redes sociales antes que ejercer como ciudadanos críticos y vigilantes que defienden sus libertades.
Ese pobre pueblo español guay, habituado a votar a sus verdugos, ni siquiera es capaz de castigar a Pedro Sánchez, a pesar de que ha sido el peor gestor del mundo frente al coronavirus y que delante de sus ojos y narices se ha perpetrado un "holocausto" en las residencias de ancianos españolas, donde han muerto miles de viejos infectados, abandonados por sus familias y despreciados por las autoridades públicas, que tenían la obligación de curarlos y defenderlos en su declive.
A la España guay le dura poco el dolor y el arrepentimiento. la muerte de los ancianos abandonados ya se está olvidando porque se han abierto de nuevo las terrazas y los chiringuitos. ¡Hay que vivir!, gritan los guays.
¿Quien va a defender a España frente a los peligros que quieren cornearla hasta la muerte? No serán ni el gobierno, principal causante de sus desgracias, ni sus inútiles instituciones, que permiten sin reaccionar la ruina, el desastre y la muerte de inocentes, ni sus jueces, polítizados y maniatados, ni los periodistas, muchos de ellos esclavos del poder y enemigos de la verdad, ni unas fuerzas armadas cuyos generales están siendo domesticados y olvidan cada día más la defensa de la patria, el honor y las virtudes que antes eran propias de la milicia.
Sólo queda el pueblo para salvar la nación, ese pueblo que ya tuvo que saltar al ruedo en otras ocasiones, como cuando los franceses de Napoleón quisieron esclavizar a España, una nación traicionada, entonces como ahora, por sus dirigentes.
Pero ese pueblo español, que hoy es la única esperanza viva de salvación, está en las terrazas y chiringuitos tomando cañas con jamón, gambas y pescaíto.
Francisco Rubiales