Francisco Rodríguez
Nos tememos que el ministro español de Justicia, cazador de venados sin licencia, no sea sancionado por sus desobediencias a la ley, por ser un político poderoso y cargado de privilegios, mientras que otro ciudadano español, teóricamente igual, según nuestra Constitución, ha sido multado en Andalucía con 24.000 euros por cazar cuatro conejos. Ambos son furtivos y la única diferencia es que uno es un simple ciudadano y el otro es un político poderoso.
Los hechos demuestran, ante el estupor de los ciudadanos, que la democracia española no existe y que ni siquiera disfrutamos de una dictadura decente. Los últimos acontecimientos demuestran que el sistema político que rige la vida de los españoles es una vulgar dictadura de partidos, legalizada en las urnas, desigual e indigna.
Si usted no lo cree, vea y compare el diferente trato que recibe un ciudadano común, condenado a una multa de 24.000 euros por matar cuatro conejos en una cacería sin licencia, y el que recibe nada menos que el ministro de Justicia, por cazar un alto número de piezas sin lecencia, no se sabe cuantas veces.
Al ciudadano Francisco Rodríguez Expósito le multan con 24.000 euros y al ministro la Junta de Andalucía sólo le abre un expediente, sin aplicarle todo el rigor previsto por la ley, que tipifica su acto como "grave", a pesar de que su burla a la legislación es más significativa, más escandalosa y mas culposa, porque el infractor no es un ciudadano común sino todo un alto funcionario de la nación, nada menos que el máximo responsable de la Justicia y el Notario Mayor del Reino, obligado por su cargo a ser ejemplar y referencia ética para la sociedad.
En buena lógica democrática, el castigo del ministro debería ser ejemplar y ejemplarizante y, además de la sanción máxima contemplada por la ley, tendría que incluir su dimisión o cese.
Al contemplar cómo en España se le aplica la ley con rigor y saña a los que no tienen poder e influencia, mientras que los poderosos gozan de una práctica impunidad, la conclusión es simple y dolorosa: el Franquismo fue sustituido en España por una falsa democracia, desigual e indecente, en la que los póderosos gozan de privilegios y ventajas que no tienen justificación alguna, salvo las que se derivan de la opresión y de la indignidad del poder.
Francisco, un hombre de campo, admite el delito, pero al mismo tiempo argumenta que con la caza furtiva no le hace daño a nadie y que no tiene otro modo de ganarse la vida para poder sacar adelante a su mujer y a sus cuatro hijos, de 16, 12, 9 y 7 años. Rodríguez, desempleado, continúa su justificación asegurando que ahora no puede "buscarse las papas en el campo", como ha hecho siempre, por la falta de jornal.
El ministro, por su parte, únicamente dice que "se le pasó" cumplir con el deber de sacar la correspondiente licencia de caza. Y sonrie porque sabe que a él no puede pasarle nada en esta España injusta y teñida de mugre.
Los hechos demuestran, ante el estupor de los ciudadanos, que la democracia española no existe y que ni siquiera disfrutamos de una dictadura decente. Los últimos acontecimientos demuestran que el sistema político que rige la vida de los españoles es una vulgar dictadura de partidos, legalizada en las urnas, desigual e indigna.
Si usted no lo cree, vea y compare el diferente trato que recibe un ciudadano común, condenado a una multa de 24.000 euros por matar cuatro conejos en una cacería sin licencia, y el que recibe nada menos que el ministro de Justicia, por cazar un alto número de piezas sin lecencia, no se sabe cuantas veces.
Al ciudadano Francisco Rodríguez Expósito le multan con 24.000 euros y al ministro la Junta de Andalucía sólo le abre un expediente, sin aplicarle todo el rigor previsto por la ley, que tipifica su acto como "grave", a pesar de que su burla a la legislación es más significativa, más escandalosa y mas culposa, porque el infractor no es un ciudadano común sino todo un alto funcionario de la nación, nada menos que el máximo responsable de la Justicia y el Notario Mayor del Reino, obligado por su cargo a ser ejemplar y referencia ética para la sociedad.
En buena lógica democrática, el castigo del ministro debería ser ejemplar y ejemplarizante y, además de la sanción máxima contemplada por la ley, tendría que incluir su dimisión o cese.
Al contemplar cómo en España se le aplica la ley con rigor y saña a los que no tienen poder e influencia, mientras que los poderosos gozan de una práctica impunidad, la conclusión es simple y dolorosa: el Franquismo fue sustituido en España por una falsa democracia, desigual e indecente, en la que los póderosos gozan de privilegios y ventajas que no tienen justificación alguna, salvo las que se derivan de la opresión y de la indignidad del poder.
Francisco, un hombre de campo, admite el delito, pero al mismo tiempo argumenta que con la caza furtiva no le hace daño a nadie y que no tiene otro modo de ganarse la vida para poder sacar adelante a su mujer y a sus cuatro hijos, de 16, 12, 9 y 7 años. Rodríguez, desempleado, continúa su justificación asegurando que ahora no puede "buscarse las papas en el campo", como ha hecho siempre, por la falta de jornal.
El ministro, por su parte, únicamente dice que "se le pasó" cumplir con el deber de sacar la correspondiente licencia de caza. Y sonrie porque sabe que a él no puede pasarle nada en esta España injusta y teñida de mugre.
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