Estamos cautivados con el libro, no sólo porque ha resultado un trabajo de gran valor divulgativo y científico, sino también porque nos ha envuelto y nos ha introducido en el mundo fascinante que se avecina, donde habrá muchos cambios y reformas que cambiarán la política como un calcetín. Al analizar la realidad y los comportamientos del liderazgo, se descubre con nitidez que la rebelión ciudadana contra los gobernantes miserables ya ha estallado y que el mundo no puede seguir por mucho tiempo gobernado por una clase política que pasará a la Historia como una de las mas fracasadas, traidoras y exterminadoras de los grandes principios, valores, derechos, libertades y logros de la raza humana.
El mundo va a cambiar si o si porque la maldad y la estafa política han llegado demasiado lejos.
Los políticos, no solo los españoles sino los de gran parte del mundo, han logrado imponer un sistema democrático que poco tiene que ver con la democracia real ni con los fines y objetivos que pretendía alcanzar ese sistema. Chantaje tras chantaje y utilizando con habilidad el miedo como argumento y anteponiendo siempre sus intereses al interés general, la clase política ha impuesto una política que les permite gobernar sin consenso, imponiendo sus criterios a la opinión pública y a los deseos de las mayorías, transformando la democracia en una dictadura camuflada.
Los ciudadanos, en la vida real, pueden desautorizar y prescindir de sus abogados, médicos, tenderos, albañiles y de cualquier profesional, pero no pueden cambiar a sus políticos, que han aprobado leyes que les permiten gobernar a capricho, como si poseyeran un cheque en blanco.
También han creado un sistema político y legal que les permite no rendir cuantas a sus verdaderos jefes, que son los ciudadanos, que les exime muchas veces de cumplir las leyes y que les eleva por encima del resto de los ciudadanos, como si fueran semidioses, cargados de privilegios y ventajas. En sus manos, la política ha dejado de ser un servicio público para convertirse en un instrumento de poder que gestionan los partidos y los políticos profesionales, todo sin la ciudadanía. El sistema, adulterado y pervertido, permite demasiadas veces la corrupción, la mentira, el abuso de poder y otros desmanes.
Todo eso va a cambiar porque el ciudadano ha decidido dejar de encumbrar a corruptos, ineptos y canallas, muchos de los cuales, por desgracia, tienen sitio en la cúspide del poder y en las entrañas del sistema. Ha dicho basta y se ha rebelado. No sabemos cuanto tiempo tardará el ciudadano en conquistar el control de la política, pero esa lucha será la columna vertebral del siglo XXI y una de las batallas mas cruciales y hermosas del ser humano en su avance hacia un futuro mejor.
Hasta que no consideremos la corrupción y la mentira como algo inaceptable en un político, sea de los "nuestros" o no, no podemos considerarnos libres.
Nuestro libro demuestra que hay tanto engaño y podredumbre en la actual democracia que parece un milagro que resista en pie, después del sufrimiento que ha generado y las vejaciones y estragos que ha causado. La democracia se ha convertido en un sistema que solo beneficia a los políticos y a sus aliados financieros. El pueblo, que en teoría es el "soberano" del sistema, ha sido excluido, marginado, humillado, vejado y profundamente dañado.
Hay valores genuinos de la democracia que ahora están ausentes porque los políticos los han proscrito, pero que son irrenunciables para el sistema: los cargos públicos tienen que ser de duración limitada, la revocabilidad de los políticos debe quedar garantizada, la sociedad civil tiene que ser independiente y fuerte, los poderes básicos del Estado deben funcionar con independencia, la Justicia tiene que ser implacable, igual para todos y funcionar con autonomía, los representantes tienen que rendir cuenta a los ciudadanos, no a los partidos y a sus líderes, como ocurre ahora, los partidos políticos tienen que funcionar con democracia interna y los corruptos y ladrones no podrán abandonar la prisión mientras no devuelvan el botín robado.
La ausencia de esos principios, imprescindibles para la democracia, que han sido proscritos por una raza impresentable de políticos sin alma ni sentido de la democracia, es la que ha convertido a países como Grecia, España, Italia y otros muchos en auténticos estercoleros.
No en todos los países la democracia ha caído tan bajo, pero en todos retrocede, incluso en los Estados Unidos, país considerado adalid del sistema durante décadas. Allí se deteriora con rapidez la convivencia y los políticos y sus partidos empiezan a sucumbir al peor de los vicios de la política: el de anteponer los intereses propios al bien común, un camino sucio e indecente que abre de par en par las puertas a la corrupción, el abuso de poder, la injusticia y la ruina del sistema.
La nueva democracia, que se describe minuciosamente en el libro que publicaremos, debe incorporar muchas reformas y dos conquistas novedosas e imprescindibles que hará temblar a los actuales políticos porque les obligará a ser eficaces, demócratas y decentes:
La primera es que los gobernantes deberán someterse al "consenso permanente" y al dictamen de la opinión pública, lo que implica que si pierden la confianza de la ciudadanía deberán dimitir y dejar su sitio a otros que gocen de la confianza del pueblo.
La segunda es la introducción en el sistema democrático de censores encargados por los ciudadanos de examinar la moral y el comportamiento de los políticos, a los que examinarán permanentemente para garantizar que se mantienen en la ética y el respeto a los valores y leyes del sistema. Esos censores o cónsules del pueblo tendrán autoridad suficiente para hacer que un ministro que fracase o decepcione a los ciudadanos tenga que abandonar su cargo y que hasta un presidente del gobierno tenga que irse si incumple lo que prometió o no cumple con lo que su alto cargo le exige o la ciudadanía espera de él.
Sea como sea, la nueva democracia tendrá que recuperar al ciudadano, que ha sido ignominiosamente expulsado del sistema por la actual clase política y la ética, otra expulsada de la democracia, tendrá que regresar y ser elevada a lo mas alto del sistema político, garantizando así que los actuales mediocres, rufianes y hasta delincuentes que se han incrustado en el Estado nunca mas tengan futuro en las nuevas democracias.
El mundo va a cambiar si o si porque la maldad y la estafa política han llegado demasiado lejos.
Los políticos, no solo los españoles sino los de gran parte del mundo, han logrado imponer un sistema democrático que poco tiene que ver con la democracia real ni con los fines y objetivos que pretendía alcanzar ese sistema. Chantaje tras chantaje y utilizando con habilidad el miedo como argumento y anteponiendo siempre sus intereses al interés general, la clase política ha impuesto una política que les permite gobernar sin consenso, imponiendo sus criterios a la opinión pública y a los deseos de las mayorías, transformando la democracia en una dictadura camuflada.
Los ciudadanos, en la vida real, pueden desautorizar y prescindir de sus abogados, médicos, tenderos, albañiles y de cualquier profesional, pero no pueden cambiar a sus políticos, que han aprobado leyes que les permiten gobernar a capricho, como si poseyeran un cheque en blanco.
También han creado un sistema político y legal que les permite no rendir cuantas a sus verdaderos jefes, que son los ciudadanos, que les exime muchas veces de cumplir las leyes y que les eleva por encima del resto de los ciudadanos, como si fueran semidioses, cargados de privilegios y ventajas. En sus manos, la política ha dejado de ser un servicio público para convertirse en un instrumento de poder que gestionan los partidos y los políticos profesionales, todo sin la ciudadanía. El sistema, adulterado y pervertido, permite demasiadas veces la corrupción, la mentira, el abuso de poder y otros desmanes.
Todo eso va a cambiar porque el ciudadano ha decidido dejar de encumbrar a corruptos, ineptos y canallas, muchos de los cuales, por desgracia, tienen sitio en la cúspide del poder y en las entrañas del sistema. Ha dicho basta y se ha rebelado. No sabemos cuanto tiempo tardará el ciudadano en conquistar el control de la política, pero esa lucha será la columna vertebral del siglo XXI y una de las batallas mas cruciales y hermosas del ser humano en su avance hacia un futuro mejor.
Hasta que no consideremos la corrupción y la mentira como algo inaceptable en un político, sea de los "nuestros" o no, no podemos considerarnos libres.
Nuestro libro demuestra que hay tanto engaño y podredumbre en la actual democracia que parece un milagro que resista en pie, después del sufrimiento que ha generado y las vejaciones y estragos que ha causado. La democracia se ha convertido en un sistema que solo beneficia a los políticos y a sus aliados financieros. El pueblo, que en teoría es el "soberano" del sistema, ha sido excluido, marginado, humillado, vejado y profundamente dañado.
Hay valores genuinos de la democracia que ahora están ausentes porque los políticos los han proscrito, pero que son irrenunciables para el sistema: los cargos públicos tienen que ser de duración limitada, la revocabilidad de los políticos debe quedar garantizada, la sociedad civil tiene que ser independiente y fuerte, los poderes básicos del Estado deben funcionar con independencia, la Justicia tiene que ser implacable, igual para todos y funcionar con autonomía, los representantes tienen que rendir cuenta a los ciudadanos, no a los partidos y a sus líderes, como ocurre ahora, los partidos políticos tienen que funcionar con democracia interna y los corruptos y ladrones no podrán abandonar la prisión mientras no devuelvan el botín robado.
La ausencia de esos principios, imprescindibles para la democracia, que han sido proscritos por una raza impresentable de políticos sin alma ni sentido de la democracia, es la que ha convertido a países como Grecia, España, Italia y otros muchos en auténticos estercoleros.
No en todos los países la democracia ha caído tan bajo, pero en todos retrocede, incluso en los Estados Unidos, país considerado adalid del sistema durante décadas. Allí se deteriora con rapidez la convivencia y los políticos y sus partidos empiezan a sucumbir al peor de los vicios de la política: el de anteponer los intereses propios al bien común, un camino sucio e indecente que abre de par en par las puertas a la corrupción, el abuso de poder, la injusticia y la ruina del sistema.
La nueva democracia, que se describe minuciosamente en el libro que publicaremos, debe incorporar muchas reformas y dos conquistas novedosas e imprescindibles que hará temblar a los actuales políticos porque les obligará a ser eficaces, demócratas y decentes:
La primera es que los gobernantes deberán someterse al "consenso permanente" y al dictamen de la opinión pública, lo que implica que si pierden la confianza de la ciudadanía deberán dimitir y dejar su sitio a otros que gocen de la confianza del pueblo.
La segunda es la introducción en el sistema democrático de censores encargados por los ciudadanos de examinar la moral y el comportamiento de los políticos, a los que examinarán permanentemente para garantizar que se mantienen en la ética y el respeto a los valores y leyes del sistema. Esos censores o cónsules del pueblo tendrán autoridad suficiente para hacer que un ministro que fracase o decepcione a los ciudadanos tenga que abandonar su cargo y que hasta un presidente del gobierno tenga que irse si incumple lo que prometió o no cumple con lo que su alto cargo le exige o la ciudadanía espera de él.
Sea como sea, la nueva democracia tendrá que recuperar al ciudadano, que ha sido ignominiosamente expulsado del sistema por la actual clase política y la ética, otra expulsada de la democracia, tendrá que regresar y ser elevada a lo mas alto del sistema político, garantizando así que los actuales mediocres, rufianes y hasta delincuentes que se han incrustado en el Estado nunca mas tengan futuro en las nuevas democracias.