Dejar a un pueblo o a grupo humano sin símbolos es dejarlo sin identidad. Desde que nacemos, estamos rodeados de símbolos y de signos. Los símbolos y los signos ayudan a reconocer, a comprender, a amar. Hay símbolos que se asemejan a aquello que significan. Por ejemplo, una foto de la madre, de la esposa o del hijo, ayuda a recordarlos, a unirse a ellos, a amarlos. Cuando lo vemos, inmediatamente nuestra mente los reproduce, aunque no contengan aquello que significan.
Otros símbolos no se asemejan a lo que reproducen, pero existen rasgos que nos recuerdan inmediatamente lo que significan y nos unen a ellos. Por ejemplo, la bandera de España no contiene ni se parece a España, pero sus colores nos recuerdan inmediatamente a nuestra patria. Si alguien la quema, nos duele moralmente, porque aunque no quemen a España, la están denigrando. Otros símbolos contienen aquello que significan. El humo es el signo del fuego. Cuando vemos el humo, tenemos la certeza de que allí hay fuego. El beso de una madre a un hijo significa y contiene el amor de la madre. La sangre que donamos para los enfermos que la necesitan, es el símbolo de solidaridad que la significa y la contiene.
Desde pequeños estamos rodeados de símbolos familiares, religiosos, patrióticos, deportivos, populares, culturales, políticos, militares... Basta que nos muestren la Cruz Roja, para que la identifiquemos con una institución que ayuda a los heridos, a los enfermos, a los accidentados. El pan y el pez era el símbolo de los primeros cristianos en las catacumbas. La bandera verde blanca y verde representa a nuestra región andaluza. El escudo y los colores de nuestro equipo de fútbol lo identificamos sin dudarlo. Las siglas del PSOE y el puño con la rosa simboliza al partido socialista, como las del PP y las gaviotas al partido popular.
Para los cristianos, la cruz es el símbolo más profundo y genuino de su religión. Es, precisamente, el símbolo de la muerte de Cristo, su fundador. Como la paloma es el símbolo del Espíritu, de la justicia y de la paz. Esos símbolos los han acompañado siempre y pertenecen a nuestra identidad. Si alguien propone hacerlos desaparecer, destruirlos o denigrarlos, molestan e indignan porque están atentando, destruyendo y denigrando la identidad de los cristianos. Por tanto, es fundamental que respetemos los símbolos de los demás y nos habituemos a asumirlos como identidades de otros hermanos. Nadie aceptaría hoy que no respetemos los símbolos ajenos y exijamos que se respeten los nuestros.
Los símbolos y los signos constituyen un lenguaje eficaz para transmitir ideas y sentimientos. La banderita de la Cruz Roja, el lazo del cáncer o el logotipo del sida es un mensaje visual que se transmite sin dificultades y entiende todo el mundo. Incluso en las guerras más sangrientas se reconocen el logotipo de la Cruz Roja o de la Media Luna Roja y se deja de disparar. Por eso, cuando oímos que se quieren retirar de los colegios cristianos los símbolos, muchas personas se preguntan: “¿Contra quién se está atentando?”. Los simios no tienen símbolos.
JUAN LEIVA
Otros símbolos no se asemejan a lo que reproducen, pero existen rasgos que nos recuerdan inmediatamente lo que significan y nos unen a ellos. Por ejemplo, la bandera de España no contiene ni se parece a España, pero sus colores nos recuerdan inmediatamente a nuestra patria. Si alguien la quema, nos duele moralmente, porque aunque no quemen a España, la están denigrando. Otros símbolos contienen aquello que significan. El humo es el signo del fuego. Cuando vemos el humo, tenemos la certeza de que allí hay fuego. El beso de una madre a un hijo significa y contiene el amor de la madre. La sangre que donamos para los enfermos que la necesitan, es el símbolo de solidaridad que la significa y la contiene.
Desde pequeños estamos rodeados de símbolos familiares, religiosos, patrióticos, deportivos, populares, culturales, políticos, militares... Basta que nos muestren la Cruz Roja, para que la identifiquemos con una institución que ayuda a los heridos, a los enfermos, a los accidentados. El pan y el pez era el símbolo de los primeros cristianos en las catacumbas. La bandera verde blanca y verde representa a nuestra región andaluza. El escudo y los colores de nuestro equipo de fútbol lo identificamos sin dudarlo. Las siglas del PSOE y el puño con la rosa simboliza al partido socialista, como las del PP y las gaviotas al partido popular.
Para los cristianos, la cruz es el símbolo más profundo y genuino de su religión. Es, precisamente, el símbolo de la muerte de Cristo, su fundador. Como la paloma es el símbolo del Espíritu, de la justicia y de la paz. Esos símbolos los han acompañado siempre y pertenecen a nuestra identidad. Si alguien propone hacerlos desaparecer, destruirlos o denigrarlos, molestan e indignan porque están atentando, destruyendo y denigrando la identidad de los cristianos. Por tanto, es fundamental que respetemos los símbolos de los demás y nos habituemos a asumirlos como identidades de otros hermanos. Nadie aceptaría hoy que no respetemos los símbolos ajenos y exijamos que se respeten los nuestros.
Los símbolos y los signos constituyen un lenguaje eficaz para transmitir ideas y sentimientos. La banderita de la Cruz Roja, el lazo del cáncer o el logotipo del sida es un mensaje visual que se transmite sin dificultades y entiende todo el mundo. Incluso en las guerras más sangrientas se reconocen el logotipo de la Cruz Roja o de la Media Luna Roja y se deja de disparar. Por eso, cuando oímos que se quieren retirar de los colegios cristianos los símbolos, muchas personas se preguntan: “¿Contra quién se está atentando?”. Los simios no tienen símbolos.
JUAN LEIVA
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