Hasta hace unos años, se hablaba de los nuevos ricos. Era una nueva clase que aumentaba. Los pobres eran un grupito de ancianos sin pensión; de parados sin cotización; de enfermos sin seguro; de drogodependientes sin familia; de alcohólicos sin asistencia; de transeúntes sin billete; de “pernoctas” sin-techo... Era una vieja clase que disminuía. Para la sociedad del bienestar, parecía que los pedigüeños no estaban justificados, porque las previsiones sociales de los ayuntamientos y Cáritas se hacían cargo de los mendigos y de todas esas personas que se encontraban en riesgo.
De pronto, con la crisis, aumentan los nuevos pobres. Ahora solicitan ayuda trabajadores por cuenta ajena que han sido arrojados al paro sin haber cotizado; matrimonios jóvenes con varios hijos que sostenían un estado razonable de vida, porque el padre trabajaba en la construcción y la madre en el servicio doméstico. Con el sueldo de ambos percibían a final de mes unos 1.500 €, con los que podían desenvolverse. Pero ambas actividades han desaparecido para muchos. Los autónomos y las personas que se apoyaban en las hipotecas, ahora se les niegan o se les ponen mil dificultades. Personas que se encuentran en situación de riesgo para poder comer y que sólo cuentan con Cáritas para sostener a la familia. Los temporeros que percibían un trabajo en precario, con el que eran atendidos socialmente, y se podían defender. Personas sin techo que vivían en una habitación alquilada y que se han quedado sin trabajo...
Todos estos trabajos se han visto reducidos y esas personas han quedado en el aire sin crédito alguno. Están ávidos de trabajo, releen los periódicos, acuden al INEM y visitan los lugares donde antes ofrecían alguna actividad laboral. Pero todo es inútil. Su última esperanza es Cáritas. Asimismo, existe otro grupo a la desesperada. Son los trabajadores por el mínimo; es decir, unos euros que nunca llegan a cinco. Se trata, sobre todo, de jóvenes extranjeros. Están afincados en nuestros pueblos desde hace algún tiempo, no tienen trabajo, se dedican a la venta ambulante y se ofrecen a cualquier precio. Es una mano de obra barata y de baja cualificación.
Ante esta situación desesperada, las Cáritas diocesanas y parroquiales, han entregado una “Carta Abierta” con un SOS en el que se dice entre otras cosas: “La crisis continúa y no sabemos hasta cuándo. Lo que sí sabemos, y podemos dar fe de ello, es que cada día recibimos más demandas de ayudas de familias completas y personas solas que no tienen para comer. Sin embargo, se están recibiendo menos ayudas que antes. El orden de peticiones, anteriormente, eran alquileres de vivienda, recibos de luz, agua y alimentos, pero ahora la primera necesidad es sobrevivir.”
Deberíamos hacer una reflexión sobre los que viven junto a nosotros y no tienen para comer. Las familias atendidas, en el primer trimestre del año 2010, en una ciudad con 100.000 habitantes, ha sido de unas 2.000 familias. En una ciudad con 200.000 habitantes, las necesidades pueden haber llegado a las 5.000 familias. Y casi la única ayuda, Cáritas. Acércate a Cáritas con lo que puedas, alimento o dinero.
JUAN LEIVA
De pronto, con la crisis, aumentan los nuevos pobres. Ahora solicitan ayuda trabajadores por cuenta ajena que han sido arrojados al paro sin haber cotizado; matrimonios jóvenes con varios hijos que sostenían un estado razonable de vida, porque el padre trabajaba en la construcción y la madre en el servicio doméstico. Con el sueldo de ambos percibían a final de mes unos 1.500 €, con los que podían desenvolverse. Pero ambas actividades han desaparecido para muchos. Los autónomos y las personas que se apoyaban en las hipotecas, ahora se les niegan o se les ponen mil dificultades. Personas que se encuentran en situación de riesgo para poder comer y que sólo cuentan con Cáritas para sostener a la familia. Los temporeros que percibían un trabajo en precario, con el que eran atendidos socialmente, y se podían defender. Personas sin techo que vivían en una habitación alquilada y que se han quedado sin trabajo...
Todos estos trabajos se han visto reducidos y esas personas han quedado en el aire sin crédito alguno. Están ávidos de trabajo, releen los periódicos, acuden al INEM y visitan los lugares donde antes ofrecían alguna actividad laboral. Pero todo es inútil. Su última esperanza es Cáritas. Asimismo, existe otro grupo a la desesperada. Son los trabajadores por el mínimo; es decir, unos euros que nunca llegan a cinco. Se trata, sobre todo, de jóvenes extranjeros. Están afincados en nuestros pueblos desde hace algún tiempo, no tienen trabajo, se dedican a la venta ambulante y se ofrecen a cualquier precio. Es una mano de obra barata y de baja cualificación.
Ante esta situación desesperada, las Cáritas diocesanas y parroquiales, han entregado una “Carta Abierta” con un SOS en el que se dice entre otras cosas: “La crisis continúa y no sabemos hasta cuándo. Lo que sí sabemos, y podemos dar fe de ello, es que cada día recibimos más demandas de ayudas de familias completas y personas solas que no tienen para comer. Sin embargo, se están recibiendo menos ayudas que antes. El orden de peticiones, anteriormente, eran alquileres de vivienda, recibos de luz, agua y alimentos, pero ahora la primera necesidad es sobrevivir.”
Deberíamos hacer una reflexión sobre los que viven junto a nosotros y no tienen para comer. Las familias atendidas, en el primer trimestre del año 2010, en una ciudad con 100.000 habitantes, ha sido de unas 2.000 familias. En una ciudad con 200.000 habitantes, las necesidades pueden haber llegado a las 5.000 familias. Y casi la única ayuda, Cáritas. Acércate a Cáritas con lo que puedas, alimento o dinero.
JUAN LEIVA