Colaboraciones

LOS MUROS NO DETIENEN LAS SACUDIDAS DEL HAMBRE





El presidente, G. Bush, ha solicitado al Congreso una partida de 1.900 millones de dólares para construir barreras, que contengan la inmigración ilegal con un control más estricto de la frontera con México, y pagar los 6.000 agentes nuevos de la Patrulla Fronteriza. El Senado estadounidense aprobó construir un muro de 3.200 kilómetros. Actualmente, ya existen unos 112 kilómetros de vallas,

México ha expresado su protesta por estos planes; la decisión estadounidense, dice, está en contra de las relaciones internacionales actuales y no resuelve el agudo problema migratorio de ambos países."La política internacional ahora busca tender puentes y no construir muros, la mayoría de los países buscamos acercar a nuestros pueblos derribando barreras físicas, comerciales y culturales". México lucha por una reforma amplia e integral en materia migratoria, que regularice la situación de millones de mexicanos que viven en Estados Unidos. Las remesas de los emigrantes mexicanos supusieron el pasado unos 20.000 millones de dólares, la segunda mayor fuente de divisas detrás de las exportaciones de petróleo.

No hace mucho fue Israel el que decidió también la construcción de su muro para aislarse de los palestinos por razones de seguridad. En su momento, el Tribunal de La Haya, exigiendo su demolición, lo declaró ilegal. Israel rechazó el veredicto, que, en ningún caso, es vinculante, con el argumento de que no era competencia del Tribunal y que, por otra parte, no había tenido en cuenta la verdadera razón de la construc­ción del muro, que intentaba frenar los atentados suicidas; opinión que han compartido EE.UU. Rusia, Canadá y la Unión Europea que, aunque juzgan un error la construcción del muro, sostienen que La Haya no es el ámbito competen­te para dirimir la cuestión. Los palestinos han considerado que el muro consagra unas fronteras diferentes a la línea verde acep­tada en el ámbito internacional, lo que en su opi­nión supone la anexión por la fuerza de te­rritorios y el aislamiento de muchas de sus poblaciones, con el consiguiente retroceso en su calidad de vida.

Erigir muros, morales y materiales, es una táctica recurrente del hombre. En la antigüedad, el Muro Blanco dividió el Alto y el Bajo Egipto, un hecho que debió tener tanta resonancia que el hagiógrafo hace que la Sulamita, en el Cantar de los Cantares, se aplique la imagen: «Yo soy el Muro y mis pechos son los torreones» (Cnt 8,10). China en el s. II a. C. edificó dos mil quinientos kilómetros de muralla frente a sus enemigos norteños, que sólo sirvió y ha servido de recreo turístico. Hitler perdió el tiempo y el dinero queriendo plantar su muro desde el Atlántico. Y el de Varsovia, para encerrar a los judíos en su gueto, como el que separó Berlín, sólo vinieron a señalar la ruindad de sus constructores. Los judíos, desgraciadamente, saben mucho de muros por propia experiencia, de vallas represivas y de campos y hornos de muerte.

Con su Muro de las Lamentaciones, ya tenían bastante; rezando y cabeceando ante aquellas vetustas piedras, oración a la que debían concurrir fraternalmente los palestinos, debieran implorar la reconciliación, el abrazo de paz fructífera y desechar la segregación y los enfrentamientos.

Los muros no detienen los ímpetus migratorios en sus sacudidas del hambre ni la convocatoria de la riqueza instalada en el bienestar para el que ruge en la miseria y la necesidad; como tampoco impide los odios inveterados con su “yihat” y sus suicidios bomba.


Camilo Valverde Mudarra

Franky  
Viernes, 26 de Mayo 2006
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