Colaboraciones

LOS 'EFECTOS COLATERALES', INTOLERABLES





Desde hace bastante tiempo el menda lerenda viene sosteniendo y aun insistiendo en la idea de identificar a la civilización con una cacería salvaje e intentando explicar el progreso humano recurriendo a la semiología, concretamente, al mito de Acteón: éste, habiendo salido de caza con sus perros, sorprendió a Artemisa/Diana, desnuda, en el baño. La diosa, enojada, castigó tamaña torpeza convirtiendo al imprudente cazador en ciervo, que, tras la rauda metamorfosis, fue devorado por sus propios canes, que no reconocieron a su amo.

Al parecer, el viernes pasado, por otro error (y ya suman unos cuantos, tantos, que se ha perdido hasta la cuenta), achacable a informaciones incompletas (según informaba ayer el diario paquistaní Dawn, Aymán Al Zawahiri había sido invitado a una de las tres casas bombardeadas por EE. UU., pero, al final, no acudió a la cita), en un nuevo ataque "usamericano", esta vez, con un avión "Predator", teledirigido por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en el que se lanzaron una decena de misiles "Hellfire" sobre Damadola, en una zona fronteriza entre Pakistán y Afganistán, donde se creía que podía hallarse el "número dos" de la red terrorista Al Qaeda y mano derecha de Osama Bin Laden, el egipcio Aymán Al Zawahiri, presunto ideólogo de la citada organización y por cuya captura Washington ofrece la friolera recompensa de 25 millones de dólares, volvieron a producirse 18 víctimas civiles, inocentes (Carlotta Gall, en The New York Times, informaba ayer de que el número de muertos fue superior al ofrecido, porque también fallecieron 11 milicianos).

Según reconoció anteayer la cadena de televisión Al Arabiya, Al Zawahiri no se encontraba entre las 18 personas (8 hombres, 5 mujeres y 5 niños –las fuentes, en este punto, discrepan-), los "efectos colaterales", intolerables, que ocasionó el mencionado ataque aéreo estadounidense.

Pakistán, tras condenar (por boca de su ministro de Información, el jeque Sheij Rashid Ahmed) con dureza lo ocurrido, presentó una queja formal ante el embajador de EE. UU. en Islamabad, Ryan Crocker, a quien advirtió de que el hecho no podía repetirse.

Así habló Zaratustra, poco antes de enseñarnos, grosso modo, en qué consiste el mito del eterno retorno.


Ángel Sáez García

Franky  
Lunes, 16 de Enero 2006
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