Que estos dos personajes, Carmen Chacón y Rubalcaba, se postulen vivificadores del socialismo español, hoy cianótico, suena a mofa grotesca. La una sólo cuenta con su devoción zapaterista y el otro con el tardo felipismo, quemado en el servicio de Zapatero, quien lo dotó de tan amplios poderes, que ya podía, en ese momento, haber vivificado y renovado el partido socialista, en lugar de arruinarlo, dejar pasar a Bildu y el asunto Faisán.
Chacón pertenece al grupo de esas chicas encumbradas por el zapaterismo a las esferas ministeriales, sin otro mérito ni currículum que su entusiasta militancia y su procedencia nacionalista; se recuerda estos días en los Medios, que fue ella, la que se adhirió rápidamente al grosero dicho del tal Rubianes. Esta mujer medio catalana y andaluza cree que se halla en disposición de guiar y dirigir el PSOE, sólo por haber paseado el cargo de Ministra del Ejército en el desastroso equipo de ZP, ejecutoria de la que tan frívolamente se siente orgullosa. Sus aspiraciones sucesorias y el meteórico ascenso entre los suyos se esfumaron cuando la crisis tan negada obligó al Gobierno a dar un giro radical a su política económica y Zapatero terminó entregando todo el poder al superministro Rubalcaba; entonces ella se desmarcó de la línea oficial e impulsó una alternativa socialdemócrata a la salida de la crisis.
El contenido de su míting en Olula, aderezado con calculadas risas, “bien desmenuzado, no resiste el análisis político; es impúdicamente tarde para que esta mujer se arrogue con oportunismo de bajo alcance sus raíces andaluzas o castellanas en el intento de zafarse de su nacionalismo catalán, separatista y antimilitarista” (El MUNDO 8-1-12, Victoria Prego), y de su firme adhesión a un estatuto, a más de antiespañol, tan egoísta. Para el observador de fuera, ha dibujado una imagen demagógica y chabacana que devalúa su pretensión de ser una figura del partido que ha quedado destrozado por la huida de votantes.
Es ridículo pensar que estos dos candidatos van a incitar y levantar el partido socialista; ninguno de los dos tiene carácter de Jefe con arrastre, con tirón de futuro y armamento para entusiasmar los ánimos deprimidos de las bases socialistas, ninguno da el perfil; el uno es el pasado chamuscado y embadurnado y la otra, sólo una risa ficticia e insulsa, bañada en demagogia superficial; los dos carecen de credibilidad y de viabilidad, al proceder del gobierno que ha esquilmado el erario público y dejado cinco millones de parados y lastra la imagen de una impronta viva y refrescante. No pueden ser alternativa; no tienen capacidad para guiar y mover a los suyos, recuperar los ánimos caídos e inocularles la ilusión de victoria.
Lo curioso del caso es que, en estos tiempos de vacío que vivimos, los militantes se han decantado por una u otro y la tercera vía va desapareciendo del todo. Tal vez, sea necesaria esa tercera vía de que se habla, que inspire el aire nuevo, la ilusión y la solidez de mando y regeneración que asiente las premisas de cambio y unidad limpiando de mangantes y derrochadores y reformando el sistema autonómico y local, para que sus votantes vuelvan a creer en el PSOE.
C. Mudarra
Chacón pertenece al grupo de esas chicas encumbradas por el zapaterismo a las esferas ministeriales, sin otro mérito ni currículum que su entusiasta militancia y su procedencia nacionalista; se recuerda estos días en los Medios, que fue ella, la que se adhirió rápidamente al grosero dicho del tal Rubianes. Esta mujer medio catalana y andaluza cree que se halla en disposición de guiar y dirigir el PSOE, sólo por haber paseado el cargo de Ministra del Ejército en el desastroso equipo de ZP, ejecutoria de la que tan frívolamente se siente orgullosa. Sus aspiraciones sucesorias y el meteórico ascenso entre los suyos se esfumaron cuando la crisis tan negada obligó al Gobierno a dar un giro radical a su política económica y Zapatero terminó entregando todo el poder al superministro Rubalcaba; entonces ella se desmarcó de la línea oficial e impulsó una alternativa socialdemócrata a la salida de la crisis.
El contenido de su míting en Olula, aderezado con calculadas risas, “bien desmenuzado, no resiste el análisis político; es impúdicamente tarde para que esta mujer se arrogue con oportunismo de bajo alcance sus raíces andaluzas o castellanas en el intento de zafarse de su nacionalismo catalán, separatista y antimilitarista” (El MUNDO 8-1-12, Victoria Prego), y de su firme adhesión a un estatuto, a más de antiespañol, tan egoísta. Para el observador de fuera, ha dibujado una imagen demagógica y chabacana que devalúa su pretensión de ser una figura del partido que ha quedado destrozado por la huida de votantes.
Es ridículo pensar que estos dos candidatos van a incitar y levantar el partido socialista; ninguno de los dos tiene carácter de Jefe con arrastre, con tirón de futuro y armamento para entusiasmar los ánimos deprimidos de las bases socialistas, ninguno da el perfil; el uno es el pasado chamuscado y embadurnado y la otra, sólo una risa ficticia e insulsa, bañada en demagogia superficial; los dos carecen de credibilidad y de viabilidad, al proceder del gobierno que ha esquilmado el erario público y dejado cinco millones de parados y lastra la imagen de una impronta viva y refrescante. No pueden ser alternativa; no tienen capacidad para guiar y mover a los suyos, recuperar los ánimos caídos e inocularles la ilusión de victoria.
Lo curioso del caso es que, en estos tiempos de vacío que vivimos, los militantes se han decantado por una u otro y la tercera vía va desapareciendo del todo. Tal vez, sea necesaria esa tercera vía de que se habla, que inspire el aire nuevo, la ilusión y la solidez de mando y regeneración que asiente las premisas de cambio y unidad limpiando de mangantes y derrochadores y reformando el sistema autonómico y local, para que sus votantes vuelvan a creer en el PSOE.
C. Mudarra