El gran drama de España es que nunca ha tenido una democracia en su sentido más amplio.
El Estado desde sus inicios y sobre todo desde que se fue consolidando una Administración y su aparato burocrático, en la España Imperial hasta nuestros días, pasando por el Estado ilustrado, el Estado constitucional, donde se uniformizó y centralizó el poder político, quedando claro quien era la soberanía, el Estado caciquil, donde el poder quedó en manos de las oligarquías locales con una patrimonialización del Estado y de los partidos, el reinado de Alfonso XIII, donde política y Administración estaban sincronizadas y donde se profesionalizó la burocracia estatal gracias al Estatuto de Maura, la segunda República, donde no hubo tiempo para las reformas y la política administrativa y funcionarial, fueron improvisadas y lideradas por protagonistas que carecían de experiencia como Azaña y Chapaprieta, la guerra civil, donde hubo una Administración militarizada, y el franquismo, donde la Administración estuvo totalmente politizada ya que fue utilizada para premiar con puestos a quienes habían luchado en el bando nacional y más tarde la llegada del Opus Dei a finales de los 50.
Nunca se ha sabido donde acababa la Administración y empezaba la política. Había una funcionarización de la política y una politización de la función pública, lo cual ha hecho a lo largo de nuestra historia que el Estado haya sido secuestrado por los burócratas, las élites de la función pública se han apropiado de él. La burocracia ha sido el campo de reclutamiento político además de ser un puente con el sector privado. La burocracia es un actor con poder, un poder que afecta a la legitimidad y la eficacia de la democracia. De hecho, para los liberales ha supuesto recelos ya que los burócratas constituían un freno al poder del parlamento. Para los marxistas eran una forma de dominación de clase, puesto que los burócratas se extraen de la burguesía y no del proletariado.
Hoy, como siempre, nuestro Congreso está ocupado por los burócratas. Son un 80%, lo cual demuestra la poca representatividad de nuestro sistema democrático, y actúan con esa mentalidad de burócratas. Por eso se niegan a desmantelar esa losa pesada que supone el actual monstruo de Administración, plagada de políticos, asesores, funcionarios y eventuales que pasarán a ser fijos por la puerta de atrás porque forman parte de su clientela. Así tejen su red clientelar. Lo vemos a diario en Andalucia con esos más de 30.000 funcionarios enchufados a los que el Tribunal de Cuentas pide explicaciones sobre su contratación; lo vemos en Galicia con los caciques que utilizan las Diputaciones para colocar a los suyos. Ese es el gran problema endémico de España desde siempre. Una élite burocrática con unos privilegios abolidos en toda Europa y que aquí persisten y son los que les permiten ir y volver de la política sin perder su nivel profesional, pasar a las grandes empresas y constituir el verdadero poder de este país, la Santa Alianza compuesta por las élites burocráticas, la oligarquía financiera y la gran patronal.
Están presentes en las instituciones, en los consejos de los grandes bancos y en las grandes empresas oligopolistas. Y como no, en el Congreso, en un 80%. Ese es el gran problema a solucionar porque es el freno a la iniciativa individual, la que surge de la sociedad y la que dinamiza un país. Ellos son el freno porque ellos legislan desde una mentalidad endogámica con una defensa a ultranza de sus intereses corporativos.
El Congreso debe representar a la sociedad, a sus individuos y debe conocer sus problemas, saber por su experiencia en la vida como solucionarlos, crear ese dinamismo social propio de las sociedades libres, pero mientras tengamos como representantes ilegítimos a los burócratas, jamás habrá dinamismo ni conocimiento de las causas de la parálisis empresarial, de la carencia de inquietudes empresariales de nuestros jóvenes porque miles de leyes elaboradas por mentalidades ancestrales dificultan ese dinamismo. Son los burócratas los que acabarán hundiendo a cualquier sistema que intente parecerse a una democracia real pero también los que acabarán por hundir la iniciativa de la sociedad para pensar por si misma, ellos son el freno a la evolución, a la libertad y al progreso.
Carlos RH
El Estado desde sus inicios y sobre todo desde que se fue consolidando una Administración y su aparato burocrático, en la España Imperial hasta nuestros días, pasando por el Estado ilustrado, el Estado constitucional, donde se uniformizó y centralizó el poder político, quedando claro quien era la soberanía, el Estado caciquil, donde el poder quedó en manos de las oligarquías locales con una patrimonialización del Estado y de los partidos, el reinado de Alfonso XIII, donde política y Administración estaban sincronizadas y donde se profesionalizó la burocracia estatal gracias al Estatuto de Maura, la segunda República, donde no hubo tiempo para las reformas y la política administrativa y funcionarial, fueron improvisadas y lideradas por protagonistas que carecían de experiencia como Azaña y Chapaprieta, la guerra civil, donde hubo una Administración militarizada, y el franquismo, donde la Administración estuvo totalmente politizada ya que fue utilizada para premiar con puestos a quienes habían luchado en el bando nacional y más tarde la llegada del Opus Dei a finales de los 50.
Nunca se ha sabido donde acababa la Administración y empezaba la política. Había una funcionarización de la política y una politización de la función pública, lo cual ha hecho a lo largo de nuestra historia que el Estado haya sido secuestrado por los burócratas, las élites de la función pública se han apropiado de él. La burocracia ha sido el campo de reclutamiento político además de ser un puente con el sector privado. La burocracia es un actor con poder, un poder que afecta a la legitimidad y la eficacia de la democracia. De hecho, para los liberales ha supuesto recelos ya que los burócratas constituían un freno al poder del parlamento. Para los marxistas eran una forma de dominación de clase, puesto que los burócratas se extraen de la burguesía y no del proletariado.
Hoy, como siempre, nuestro Congreso está ocupado por los burócratas. Son un 80%, lo cual demuestra la poca representatividad de nuestro sistema democrático, y actúan con esa mentalidad de burócratas. Por eso se niegan a desmantelar esa losa pesada que supone el actual monstruo de Administración, plagada de políticos, asesores, funcionarios y eventuales que pasarán a ser fijos por la puerta de atrás porque forman parte de su clientela. Así tejen su red clientelar. Lo vemos a diario en Andalucia con esos más de 30.000 funcionarios enchufados a los que el Tribunal de Cuentas pide explicaciones sobre su contratación; lo vemos en Galicia con los caciques que utilizan las Diputaciones para colocar a los suyos. Ese es el gran problema endémico de España desde siempre. Una élite burocrática con unos privilegios abolidos en toda Europa y que aquí persisten y son los que les permiten ir y volver de la política sin perder su nivel profesional, pasar a las grandes empresas y constituir el verdadero poder de este país, la Santa Alianza compuesta por las élites burocráticas, la oligarquía financiera y la gran patronal.
Están presentes en las instituciones, en los consejos de los grandes bancos y en las grandes empresas oligopolistas. Y como no, en el Congreso, en un 80%. Ese es el gran problema a solucionar porque es el freno a la iniciativa individual, la que surge de la sociedad y la que dinamiza un país. Ellos son el freno porque ellos legislan desde una mentalidad endogámica con una defensa a ultranza de sus intereses corporativos.
El Congreso debe representar a la sociedad, a sus individuos y debe conocer sus problemas, saber por su experiencia en la vida como solucionarlos, crear ese dinamismo social propio de las sociedades libres, pero mientras tengamos como representantes ilegítimos a los burócratas, jamás habrá dinamismo ni conocimiento de las causas de la parálisis empresarial, de la carencia de inquietudes empresariales de nuestros jóvenes porque miles de leyes elaboradas por mentalidades ancestrales dificultan ese dinamismo. Son los burócratas los que acabarán hundiendo a cualquier sistema que intente parecerse a una democracia real pero también los que acabarán por hundir la iniciativa de la sociedad para pensar por si misma, ellos son el freno a la evolución, a la libertad y al progreso.
Carlos RH