El comunismo y el capitalismo están tan comprometidos con sus seguidores que, inevitablemente se imitan, pero no quieren aparecer como compinches. Durante el siglo XX pensaron que, cambiando de denominación, podían llegar a comprenderse. Así surgieron dos nombres nuevos: socialismo, para el comunismo; y liberalismo, para el capitalismo. Pero todo el mundo sabía que ambos estaban completamente superados y practicaban procedimientos, planes y modos de vida similares: los comunistas ya no eran tan fieros ni tan austeros; y los capitalistas eran menos opulentos. Sólo conservaron su sentido intransigente algunos países totalitarios como China o Rusia; y algunos capitalistas, como Estados Unidos y Alemania.
La Europa del Este y la Europa Occidental, por su parte, dieron pasos para un nuevo consenso, que podían ser emblemáticos para el resto del mundo, cambiando el colectivismo socialista por la socialdemocracia; y el capitalismo, por la transformación de la economía del mercado individualista por una economía social de mercado. Es decir, hubo cierta transacción de ideas hacia un sistema mixto. Pero los analistas pusieron ojo avizor, destacando que se podía llegar a experiencias límite, de alto riesgo, en el nuevo milenio.
El profesor suizo, Hans Küng, teólogo dogmático y ecuménico, sin pretender alertar con un escenario apocalíptico ni poner en juego a las iglesias como posibles salvadoras de todo mal, esbozó, a este propósito, las consecuencias que el afán de lucro y la falta de ética y moral podían llevar a nuestro planeta a un atentado contra la humanidad. El empleo de energía atómica, tanto para fines pacíficos como para objetivos militares, en una futura confrontación, podría llevar a la autodestrucción del planeta. Decenas de países, tanto ricos como pobres, poseen ya la bomba atómica. Según noticias oficiales de prensa, dieciséis países cuentan ya con armamentos de energía nuclear.
Por otro lado, dicen que el fomento de las tecnologías de comunicación (información más telecomunicación), conducen a un gigantesco aparato de super-información, ante el cual, el individuo, totalmente desorientado por el descontrol que existe, no sabe qué hacer. La ética y la moral desaparecen y se utilizan los medios contra los más débiles. Y se dice, también, que el desarrollo de un mercado mundial de acciones, divisas y bolsa global incontrolada, puede desencadenar, en minutos, desconciertos mundiales en el sistema monetario y financiero.
Asimismo, el egoísmo científico, por idéntico afán de lucro, puede desarrollar una tecnología genética, que amenaza con llevarnos a monstruosas manipulaciones del hombre y de su caudal hereditario. Y, por añadidura,, la tecnología médica, con su problemática de una procreación honesta, una manipulación humana de los embriones y una muerte digna, podría delimitar a su antojo la vida en la tierra.
En España, los partidos políticos tradicionales, ante este panorama, aún no han reaccionado. No tienen fuerzas para llegar con voz ante la capacidad de los técnicos. Pero los jóvenes políticos están consiguiendo, al mismo tiempo, hacerse oír, aunque aún no han tenido tiempo de analizar el desconcierto que los dos partidos con poder están acusando en sus filas.
JUAN LEIVA
La Europa del Este y la Europa Occidental, por su parte, dieron pasos para un nuevo consenso, que podían ser emblemáticos para el resto del mundo, cambiando el colectivismo socialista por la socialdemocracia; y el capitalismo, por la transformación de la economía del mercado individualista por una economía social de mercado. Es decir, hubo cierta transacción de ideas hacia un sistema mixto. Pero los analistas pusieron ojo avizor, destacando que se podía llegar a experiencias límite, de alto riesgo, en el nuevo milenio.
El profesor suizo, Hans Küng, teólogo dogmático y ecuménico, sin pretender alertar con un escenario apocalíptico ni poner en juego a las iglesias como posibles salvadoras de todo mal, esbozó, a este propósito, las consecuencias que el afán de lucro y la falta de ética y moral podían llevar a nuestro planeta a un atentado contra la humanidad. El empleo de energía atómica, tanto para fines pacíficos como para objetivos militares, en una futura confrontación, podría llevar a la autodestrucción del planeta. Decenas de países, tanto ricos como pobres, poseen ya la bomba atómica. Según noticias oficiales de prensa, dieciséis países cuentan ya con armamentos de energía nuclear.
Por otro lado, dicen que el fomento de las tecnologías de comunicación (información más telecomunicación), conducen a un gigantesco aparato de super-información, ante el cual, el individuo, totalmente desorientado por el descontrol que existe, no sabe qué hacer. La ética y la moral desaparecen y se utilizan los medios contra los más débiles. Y se dice, también, que el desarrollo de un mercado mundial de acciones, divisas y bolsa global incontrolada, puede desencadenar, en minutos, desconciertos mundiales en el sistema monetario y financiero.
Asimismo, el egoísmo científico, por idéntico afán de lucro, puede desarrollar una tecnología genética, que amenaza con llevarnos a monstruosas manipulaciones del hombre y de su caudal hereditario. Y, por añadidura,, la tecnología médica, con su problemática de una procreación honesta, una manipulación humana de los embriones y una muerte digna, podría delimitar a su antojo la vida en la tierra.
En España, los partidos políticos tradicionales, ante este panorama, aún no han reaccionado. No tienen fuerzas para llegar con voz ante la capacidad de los técnicos. Pero los jóvenes políticos están consiguiendo, al mismo tiempo, hacerse oír, aunque aún no han tenido tiempo de analizar el desconcierto que los dos partidos con poder están acusando en sus filas.
JUAN LEIVA