Colaboraciones

LIBERTADES DE PENSAMIENTO Y EXPRESIÓN





Las fricciones y polémicas que se suscitan aquí y allá y sostienen (donde sea o se tercie), verbigracia, dos cualesquiera ciudadanos entre sí, así como las contumelias o remoquetes que se lanzan mutua y recíprocamente los diversos medios de comunicación social entre ellos, son (que nadie se lleve las manos a la cabeza, se rasgue las vestiduras y/o ponga el grito en el cielo) consustanciales a una democracia como la nuestra y a las libertades de pensamiento y expresión que se recogen y reconoce nuestra Carta Magna o Ley de leyes.

El menda lerenda siempre fue partidario de los debates de ideas, con tal de que éstos fueran aliñados con sus correspondientes argumentaciones o respectivos razonamientos; y contrario a las ruedas de digresiones, si éstas eran salpimentadas con descalificaciones personales; pero que cada quien o cual haga lo que estime oportuno; vea, oiga o lea lo que más le pete o dé la gana. "Otramotro" siempre se opuso y opondrá a cualesquiera clausuras judiciales de periódicos o revistas, emisoras de radio o televisión; por el sencillo motivo de que no delinquen las ondas ni el papel, sino única y exclusivamente, las personas. Ergo, en un Estado de Derecho, como es, afortunadamente, España, quien sienta que han sido menoscabados sus derechos, quien estime que se han hollado su dignidad, honor o imagen personal, quien se considere calumniado o injuriado por otro/s, puede y debe, sin duda, acudir a los tribunales de Justicia a poner la preceptiva demanda para que el descrédito o la mengua de su honra o fama le sea restituido o restaurada.

Hace dos años y ocho meses largos, el 22 de febrero de 2003, con ocasión del cierre de Euskaldunon Egunkaria, al abajo firmante, bajo el título de "Libertad de expresión" y el seudónimo de "Blas Pascual", Pablo Muñoz, director de Diario de Noticias, tuvo a bien publicarle esta carta:

"O se está con la libertad de expresión o no se está. Aquí huelgan las medias tintas, esa entelequia que muchos llaman centro. Aquí no valen ni las precauciones ni los recelos, ni las mediocridades ni los remiendos, ni los ambages ni los atajos. Si se está, hay que estar con ella completamente, sin poner cortapisas ni hacer excepciones, con todos los antecedentes y con todas las consecuencias, sean aquéllos más o menos remotos o inmediatos y éstas más o menos duras o tiernas. Porque la libertad de expresión no sólo nos acoge a ti y a mí, sino que también ampara a quienes no ven, no tocan, no oyen, no huelen, no gustan y no piensan ni expresan las cosas y los casos, en las casas o en los cosos, como nosotros; a quienes, ángeles, nos miran con pupilas melosas, enamoradas y encantadas y a quienes, basiliscos o medusas, lo hacen con niñas petrificantes, enojadas y torvas; a quienes nos elogian, casi siempre (escrito con la péñola párvula), con mayor frecuencia y proporción de lo que merecemos y nos reprenden, por lo general, con argumentos menos aviesos y torticeros y más cabales y rectos de lo que nuestro personalísimo punto de vista e intransferible opinión tienen por ciertos, e incluso, a quienes se ríen con y por y hasta de nosotros mismos y en nuestra propia cara y nos varean y vapulean con la verga que más escuece y quema, la que suele acompañar cada uno de sus golpes con buenas dosis de sarcasmo, mala leche y avilantez".

"Si en lo que hasta aquí llevo trenzado, atentos lectores, he marrado mucho o poco, todos ustedes tienen, sin salvedad, como personas que (entiendo, estimo y presumo, sin debate ni disputa) son y gozan de más de dos dedos de frente, la obligación ineludible e inexcusable de solidarizarse conmigo y sacarme del charco ese, en el que suelen resbalar mis yerros, y/o del lodo ese, donde acostumbran a quedar embarrados mis errores. Puede que ustedes confíen tener y tengan, en verdad, razón. Puede que ustedes crean estar y estén, sin controversia posible, en posesión de la certeza. Pero esa verdadera, segura e indudable tenencia no les da ningún derecho a menoscabar mi inteligencia, a menospreciar mi dignidad".


Ángel Sáez García

Franky  
Miércoles, 2 de Noviembre 2005
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