El leonés R. Zapatero, diestro en los equilibrios de la magia política, sorpresivamente, se estiró la manga y se nos presentó con una leve y estética remodelación de sus ministras. Un hecho irrelevante que ciertos comentaristas lo han tildado, sin mucho fundamento, de táctica bañada de matices agoreros con intenciones ocultas de expectativas sustentantes de su andadura hacia la permanencia. A lo que se añade el último e inesperado recurso, al que fue y sigue siendo su contrincante a la Presidencia, el manchego J. Bono.
A Elena Salgado, ingeniera de 58 años, cansada de la Sanidad por impotencia, la traslada a la cartera de Administraciones Públicas. Ya en noviembre, intentando el salto a la Secretaría General de OMS, quiso marcharse. De ahí que, cuando recibió la comunicación de su Presidente sobre el cambio, la orensana saltaba de gozo y agradecía su suerte. Su trayectoria ha bogado en el oleaje del fracaso. Sus insulsas ideas se fueron quedando entre las arenas procelosas, véase su obsesión con el dichoso tabaco. Vino después, el derrumbe de la ley del alcohol, ante el que intentó dimitir, cuando el Gobierno se la rectificó. No ha logrado atisbar y entrar en la Sanidad y el estamento tampoco la quiso ni la pudo acoger; en los avatares de este departamento, no se conoce que un cese de su titular haya provocado alegrías tan ruidosas y albricias tan ansiadas. No supo llegar al diálogo, se le quebró la interlocución con el sector. El disgusto y los reproches críticos de la Confederación de Sindicatos Médicos y el Sindicato de Enfermería, sobre su gestión eran incontenibles por su insensibilidad ante el déficit de los recursos humanos. E indignados andaban los laboratorios, por el retraso en la aprobación de nuevas moléculas, como los dardos provenientes de UGT, CC OO y hasta de la Federación de Asociaciones, para la Defensa de la Sanidad Pública. La orensana se va con la enemistad en Sanidad y con escasos valedores de su gestión.
La ministra de Cultura, Carmen Calvo, lastre de Chaves, no cuenta con mejor bagaje. Su primer tropiezo fue el espectacular anuncio del IVA cero para los libros. La efímera propuesta resultó su carta de presentación, para la opinión pública y para sus colaboradores. Desde entonces, cayó en picado; su quehacer, aparte de revolver los «papeles de Salamanca» para Cataluña, fue el espectáculo vanidoso que ha ido mostrando en sus tres años de poltrona. Así, en el fragor de la polémica Ley del Cine, tramitada con la oposición de productores y exhibidores, se va a Barcelona a arrebatarle el micro a Woody Allen en el inicio de su rodaje español. El espectáculo ha devorado con sus mordiscos a esta improvisada ministra de incontinencia verbal.
M. A. Trujillo, una de las ministras peor valoradas por los españoles, deja el ministerio de Vivienda. Su reemplazo, sin duda, no extraña a nadie; la idea luminosa de los minipisos retorció de nuevo las esperanzas quebradas de los mileuristas. Quiso constreñirlos en cajas de cerillas, donde ya ni pudieran respirar. No extraña su marcha. Era lo propio.
Ante esas tres pérdidas, nos trae a Carmen Chacón, nuevo valor en alza de estos nuevos socialistas, a tomar la cartera de Vivienda. Eufórica con su designación, se apresuró en informar a su jefe, José Montilla, de que el PSC gana cuota de poder en Madrid. Ha cumplido el papel de enlace, en los peores momentos, de las relaciones con Madrid y ha sido el baluarte barcelonés. Es también una de las fieles a Zapatero, desde el primer día de legislatura, sonaba como ministra. Con su juventud disciplinada, los cenáculos políticos le auguran destinos nuevos y exitosos. Veamos su labor en el denostado ministerio de Trujillo. Los hados hablarán en el futuro. Le deseamos tacto y rigor y que se cumplan los augurios.
Camilo Valverde Mudarra
A Elena Salgado, ingeniera de 58 años, cansada de la Sanidad por impotencia, la traslada a la cartera de Administraciones Públicas. Ya en noviembre, intentando el salto a la Secretaría General de OMS, quiso marcharse. De ahí que, cuando recibió la comunicación de su Presidente sobre el cambio, la orensana saltaba de gozo y agradecía su suerte. Su trayectoria ha bogado en el oleaje del fracaso. Sus insulsas ideas se fueron quedando entre las arenas procelosas, véase su obsesión con el dichoso tabaco. Vino después, el derrumbe de la ley del alcohol, ante el que intentó dimitir, cuando el Gobierno se la rectificó. No ha logrado atisbar y entrar en la Sanidad y el estamento tampoco la quiso ni la pudo acoger; en los avatares de este departamento, no se conoce que un cese de su titular haya provocado alegrías tan ruidosas y albricias tan ansiadas. No supo llegar al diálogo, se le quebró la interlocución con el sector. El disgusto y los reproches críticos de la Confederación de Sindicatos Médicos y el Sindicato de Enfermería, sobre su gestión eran incontenibles por su insensibilidad ante el déficit de los recursos humanos. E indignados andaban los laboratorios, por el retraso en la aprobación de nuevas moléculas, como los dardos provenientes de UGT, CC OO y hasta de la Federación de Asociaciones, para la Defensa de la Sanidad Pública. La orensana se va con la enemistad en Sanidad y con escasos valedores de su gestión.
La ministra de Cultura, Carmen Calvo, lastre de Chaves, no cuenta con mejor bagaje. Su primer tropiezo fue el espectacular anuncio del IVA cero para los libros. La efímera propuesta resultó su carta de presentación, para la opinión pública y para sus colaboradores. Desde entonces, cayó en picado; su quehacer, aparte de revolver los «papeles de Salamanca» para Cataluña, fue el espectáculo vanidoso que ha ido mostrando en sus tres años de poltrona. Así, en el fragor de la polémica Ley del Cine, tramitada con la oposición de productores y exhibidores, se va a Barcelona a arrebatarle el micro a Woody Allen en el inicio de su rodaje español. El espectáculo ha devorado con sus mordiscos a esta improvisada ministra de incontinencia verbal.
M. A. Trujillo, una de las ministras peor valoradas por los españoles, deja el ministerio de Vivienda. Su reemplazo, sin duda, no extraña a nadie; la idea luminosa de los minipisos retorció de nuevo las esperanzas quebradas de los mileuristas. Quiso constreñirlos en cajas de cerillas, donde ya ni pudieran respirar. No extraña su marcha. Era lo propio.
Ante esas tres pérdidas, nos trae a Carmen Chacón, nuevo valor en alza de estos nuevos socialistas, a tomar la cartera de Vivienda. Eufórica con su designación, se apresuró en informar a su jefe, José Montilla, de que el PSC gana cuota de poder en Madrid. Ha cumplido el papel de enlace, en los peores momentos, de las relaciones con Madrid y ha sido el baluarte barcelonés. Es también una de las fieles a Zapatero, desde el primer día de legislatura, sonaba como ministra. Con su juventud disciplinada, los cenáculos políticos le auguran destinos nuevos y exitosos. Veamos su labor en el denostado ministerio de Trujillo. Los hados hablarán en el futuro. Le deseamos tacto y rigor y que se cumplan los augurios.
Camilo Valverde Mudarra