Aquí siempre somos distintos. Ni gana el PP ni pierde el PSOE. En toda Europa, han ganado los partidos de centro derecha y han caído los socialistas, la crisis les ha pedido cuentas y los ha castigado, pero en España casi se mantienen, han recibido un pequeño aviso sin mucho peso, perder por un porcentaje de dos puntos menos, es poco significativo.
Por lo mismo, la euforia de los populares es excesiva el PP aventaja al partido del Gobierno en sólo 3,78 puntos, diferencia que es mínima, todo lo que no sea superarlo en diez puntos, como logró Aznar frente a F. González, no tiene la fuerza expresiva de anunciar el hundimiento. Rajoy, en esta situación de crisis, ignorada y no gestionada con saber y acierto, tenía que haber ganado por un mayor margen; con el gasto público y el despilfarro desbocado, con las arcas del Estado casi esquilmadas, con los cuatro millones y medio de parados, que no cesan de aumentar, con el aborto y las píldoras, era para haber arrasado. Rajoy ha logrado un pequeño triunfo, que le blinda un tanto para mantenerse, pero no augura que vaya a ganarle las generales próximas a ZP. Sería cuestión muy distinta, si le hubiera aventajado por los treinta y tres puntos que ha obtenido el PP en Murcia, los dieciséis en Madrid o los quince en Valencia. No se halla tampoco en condiciones de poner una moción de censura, porque, si bien Zapatero se ve solo en el Parlamento, del mismo modo, Rajoy no tiene los apoyos suficientes.
El PP es que está ciego y atorado. Tiene ante sí la solución a sus problemas y no los quiere ver. No hay que empeñarse en un candidato puesto a dedo, que sirve para gobernar, pero no, para hacer oposición. Hay que clamar y llamar a Esperanza Aguirre, que una y otra vez ha demostrado su capacidad de arrastre y su solvencia en la gestión gubernamental y a Rodrigo Rato, aquel gran ministro, que, con saber y maestría, llenó a rebosar las arcas del erario público y creó cinco millones de empleos.
El Presidente R. Zapatero, puede respirar con cierto alivio, aunque ha ganado la abstención y todos los gobiernos socialistas europeos han naufragado, sin embargo, él ha recibido, a pesar de sus errores, un respaldo casi tranquilizador; su electorado se muestra fijo y satisfecho; no ve o no le descuenta su imprevisión y desastrosa gestión, el paro galopante, ni el ataque continuo y la erosión de los principios y valores éticos y tradicionales. Esa izquierda instalada en cargos y poltronas, esa izquierda acomodada en el disfrute de subvenciones y prebendas y esa otra subsidiada con los PER y asignaciones, ya en varias ocasiones, ha asentado y dicho, que no abandona a su Presidente por nada, haga lo que haga.
Rajoy no tiene vis opositora, le falta empuje y una maquina engrasada que con constancia y acierto machaque, mine y destruya la imagen, la falacia y la insolvencia de la acción gubernamental. En efecto, ha medio confirmado su liderazgo bajo mínimos, como habitualmente le viene sucediendo; esta victoria del PP es discreta y no marca el vuelco político; y la derrota ha castigado al PSOE por la crisis, pero no lo ha hundido. Cada vez más, se aprecia la desafección política de los españoles, la clase política ha perdido la credibilidad, señalan las encuestas.
Estos resultados son una radiografía de la realidad que vivimos, las cosas no se mueven. Así pues, la pulsión de cambio político para las generales no se divisa por las crestas del horizonte.
C. Mudarra
Por lo mismo, la euforia de los populares es excesiva el PP aventaja al partido del Gobierno en sólo 3,78 puntos, diferencia que es mínima, todo lo que no sea superarlo en diez puntos, como logró Aznar frente a F. González, no tiene la fuerza expresiva de anunciar el hundimiento. Rajoy, en esta situación de crisis, ignorada y no gestionada con saber y acierto, tenía que haber ganado por un mayor margen; con el gasto público y el despilfarro desbocado, con las arcas del Estado casi esquilmadas, con los cuatro millones y medio de parados, que no cesan de aumentar, con el aborto y las píldoras, era para haber arrasado. Rajoy ha logrado un pequeño triunfo, que le blinda un tanto para mantenerse, pero no augura que vaya a ganarle las generales próximas a ZP. Sería cuestión muy distinta, si le hubiera aventajado por los treinta y tres puntos que ha obtenido el PP en Murcia, los dieciséis en Madrid o los quince en Valencia. No se halla tampoco en condiciones de poner una moción de censura, porque, si bien Zapatero se ve solo en el Parlamento, del mismo modo, Rajoy no tiene los apoyos suficientes.
El PP es que está ciego y atorado. Tiene ante sí la solución a sus problemas y no los quiere ver. No hay que empeñarse en un candidato puesto a dedo, que sirve para gobernar, pero no, para hacer oposición. Hay que clamar y llamar a Esperanza Aguirre, que una y otra vez ha demostrado su capacidad de arrastre y su solvencia en la gestión gubernamental y a Rodrigo Rato, aquel gran ministro, que, con saber y maestría, llenó a rebosar las arcas del erario público y creó cinco millones de empleos.
El Presidente R. Zapatero, puede respirar con cierto alivio, aunque ha ganado la abstención y todos los gobiernos socialistas europeos han naufragado, sin embargo, él ha recibido, a pesar de sus errores, un respaldo casi tranquilizador; su electorado se muestra fijo y satisfecho; no ve o no le descuenta su imprevisión y desastrosa gestión, el paro galopante, ni el ataque continuo y la erosión de los principios y valores éticos y tradicionales. Esa izquierda instalada en cargos y poltronas, esa izquierda acomodada en el disfrute de subvenciones y prebendas y esa otra subsidiada con los PER y asignaciones, ya en varias ocasiones, ha asentado y dicho, que no abandona a su Presidente por nada, haga lo que haga.
Rajoy no tiene vis opositora, le falta empuje y una maquina engrasada que con constancia y acierto machaque, mine y destruya la imagen, la falacia y la insolvencia de la acción gubernamental. En efecto, ha medio confirmado su liderazgo bajo mínimos, como habitualmente le viene sucediendo; esta victoria del PP es discreta y no marca el vuelco político; y la derrota ha castigado al PSOE por la crisis, pero no lo ha hundido. Cada vez más, se aprecia la desafección política de los españoles, la clase política ha perdido la credibilidad, señalan las encuestas.
Estos resultados son una radiografía de la realidad que vivimos, las cosas no se mueven. Así pues, la pulsión de cambio político para las generales no se divisa por las crestas del horizonte.
C. Mudarra