Colaboraciones

LA VIOLENCIA DOMÉSTICA I





La mujer es melodía y poesía, es ternura y momento. Vive el detalle, la concreción y la pequeñez. Su rumbo es la esperanza, la vitalidad y la fortaleza. Derrocha su propio ser que es el cariño, la seguridad y la moderación. Es la vida, portadora y dadora de la vida. Es la familia y es la educación. Su condición natural de diálogo y de paz contribuirá siempre en este ambiente materialista al crecimiento de individuos que vivan la entrega, el servicio y el amor al prójimo, menos violentos y menos egoístas. Allí donde exista la dirección y el ordenamiento de la mujer, la sociedad encontrará solución a muchos problemas y un ambiente más libre, justo y dialogante. La mujer ha recibido enormes dones, al tiempo que es dispensadora de gracias a raudales para la humanidad. Es más paciente y sufrida, abarca más, capta antes, cuando el hombre va, ella viene; gobierna y dirige con mayor razón y acierto; y, sobre todo, es madre. La maternidad la encumbra al primer puesto, es cocreadora y dadora de vida. Emperadores, presidentes, científicos, primero, han sido gestados y criados por la madre y madre tienen sus hijos. La mujer no ha escrito la Ilíada, ni la Eneida, el Quijote o Fausto, ni levantado las Pirámides o el Partenón, pero ha construido y constituido la humanidad.

Sin embargo, sabemos que, históricamente, en todas las épocas y culturas, la mujer ha ocupado un estrato de segundo orden en el entramado civil, público y privado. Ha estado sometida y considerada casi una esclava, un ser sin entidad social ni jurídica. Tal vez, contribuyó, desde el principio, la conciencia colectiva por la que el hombre sabiéndola superior, amparado en los largos periodos de gestación y en su fuerza física decidió relegarla. En ello y en todo el pensamiento occidental, ha pesado sobremanera el relato del Génesis que responsabiliza, de la transgresión y consecuente expulsión del Paraíso, a dos figuras femeninas: Eva y la serpiente. La E.M. y el Renacimiento imaginaron al perverso animal con rostro de mujer e incluso, un busto de abundantes senos (así, las Biblias Ilustradas “Díptico de la tentación” de Hugo van der Goes s. XV). Ambas son las causantes de la desgracia, una seduce, es la tentadora, la otra se deja tentar; representan la desobediencia en la historia, la penuria y la debilidad; y el hombre, un ingenuo e inútil, que se deja arrastrar, como dice san Pablo.

La mujer ha soportado la postergación social, hasta que ya no aguantó más. Pero, sigue sometida. En la interacción humana, continúa el sometimiento del macho bruto. Este terrible goteo de muerte y sangre al que, atónitos, asistimos a diario, no es soportable ni permisible. Las medidas existentes se comprueba, que son insuficientes. La sociedad ha de reflexionar, detenerse y adoptar las medidas necesarias para cortar este río de sangre de los malos tratos y la violencia doméstica. Esta masacre violenta es una de las más fétidas lacras sociales. Son muchos ya los crímenes y se calculan dos millones de mujeres que viven, sometidas y atemorizadas, en el maltrato. Habitualmente, coexisten diferentes tipos de violencia en una misma relación conyugal. A veces, el maltrato comienza con el control y desvalorización de la mujer. Es decir, la violencia contra las mujeres no es un acto puntual, sino un proceso que se va instaurando y cronificando en el tiempo.

Se precisa prevención y educación, protección y defensa de las víctimas y sanción ejemplar al agresor. Muchas han caído pese a la orden de alejamiento y tras haber denunciado el hecho reiteradamente. Hay que aumentar la dotación económica y policial, sin recursos estaremos en la misma situación.

C. Mudarra

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Viernes, 25 de Diciembre 2015
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