Colaboraciones

LA VIDEOMAQUIA





“Aquí, en España, el que vale va lejos y el que no monta un vídeo en menos que canta un gallo o servidor yanta un callo, con las claras intención y vocación de arremeter contra el adversario”.

Emilio González, “Metomentodo”


Los cachorros de Nuevas Generaciones del PP han colgado en YouTube, la famosa, por revisitadísima, página web de vídeos en Internet, un reportaje a fin de contrarrestar o como réplica al anuncio que hace unos días hicieron los socialistas de que habían contratado los servicios de varios premios Nobel para que les suministraran ideas y ayudasen a confeccionar un programa político factible, quiero decir, realizable y sugerente para los próximos comicios generales de marzo del año que viene.

Ignoro si José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, los mandamases de los dos partidos mayoritarios en esta piel de toro puesta a secar al sol, que hoy, debido al cierzo gélido, apenas calienta nada, han leído a los clásicos españoles. Parece que algunas obras de los mentados se las aprendieron al dedillo, de corrido, pues aparentan recordarlas fielmente, quiero decir, sabérselas de memoria.

Urdiré más. Tengo para mí por seguro (y hasta segurísimo) que, si el “Fénix de los Ingenios” o “Monstruo de la Naturaleza”, Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635), se hallara y viviera entre nosotros, volvería a escribir, sin ninguna duda, “La gatomaquia”, aunque, visto lo visto, acaso la titulara (con las dos palabras que el menda ha escogido para que encabezaran el presente texto) de otro modo, de esta otra y moderna guisa, “La videomaquia”.

Como a usted, desocupado lector, no se le escapan los datos más precipuos, “La gatomaquia”, texto que Lope publicó en 1634, un año antes de su muerte, bajo el seudónimo de Tomé de Burguillo, es un poema épico-burlesco, compuesto por un soneto introductor, siete silvas y otro soneto coronador que, en sus aproximadamente 7800 versos, nos cuenta, grosso modo, los amores y desamores felinos y las luchas gatunas entre Marramaquiz y Micifuf por conquistar la mano (mejor, la pata, y el resto del cuerpo) de la encantadora Zapaquilda. Marramaquiz, desdeñado por su amada, al borde de la desesperación, decide recurrir a los hechizos de un gato brujo, Garfiñanto, que le aconseja que finja cortejar a la gata Micilda para, así, dar celos a Zapaquilda. Pero la argucia o trampantojo no surte el efecto apetecido y la ingrata dispone sus esponsales con Micifuf. Marramaquiz, enojado, acude a la boda y rapta a Zapaquilda, encerrándola en su guarida. Micifuf y sus secuaces declaran la guerra a Marramaquiz y lo asedian. Habiendo salido el raptor a cazar algunos pajarillos, que sirvieran de alimento a su rehén, es alcanzado por el escopetazo de un cazador y muere. Micifuf y Zapaquilda se casan.

Bueno, pues, mutatis mutandis, pruebe a cambiar usted los nombres de los protagonistas de “La gatomaquia” por los apellidos de los gerifaltes políticos actuales, Zapatero y Rajoy, mude Zapaquilda por España, esto por aquello y el resto por aquello otro, y ya tiene trenzada, medio en serio, medio en broma, “La videomaquia”.

Tal vez le extrañe a usted que no me haya decantado por el jefe de los “hunos” o por el líder de los “hotros”. Quizá deje de hacerlo si le confieso que, en este caso concreto y en los demás, sigo a Johann Christoph Friedrich von Schiller: “Escribo como ciudadano del mundo que no sirve a ningún caudillo”.


Ángel Sáez García

angelsaezgarcia@tudela.com
Lunes, 19 de Noviembre 2007
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