Colaboraciones

LA VERDAD PREVALECE





Aunque le disguste al relativismo la verdad prevalece y, además, tiene su peso, incluso en el ámbito económico. La verdad es el punto nuclear de la nueva encíclica, Caritas in veritate, del Papa, Benedicto XVI.

La Encíclica sostiene que la economía de mercado ha de hallar su apoyo en un determinado corpus de valores, pues, contra los relativistas de izquierdas y de derechas, para lograr el bien común, las economías de mercado tienen que sustentarse en un basamento de determinadas bondades morales básicas y en una singular consideración del ser humano. "La economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento, no de una ética cualquiera, sino la que es amiga de la persona". La misma crisis financiera ha confirmado de manera rotunda que "sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica". El colapso del mercado de las hipotecas fue la causa de que miles de personas ocultaran la verdad en el trámite de concesión del crédito.

No debe extrañar que la violación masiva de la prohibición moral contra la mentira tenga consecuencias económicas devastadoras; así, "el sector económico", apunta el Papa, "no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza; es una actividad del hombre y, precisamente, porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente"; en el plano económico, añade el Pontífice, la insistente y mediocre consigna de que los recursos de las naciones ricas proceden de la miseria de las pobres, como propugna Castro, Hugo Chávez y los iluminados de la teología de la liberación, constituye un tremendo error.

Ante la posibilidad de que la ayuda exterior derive en situaciones de dependencia, expresa sus críticas contra el proteccionismo e insiste en que ningún cambio institucional debe impedir que la gente elija libremente el bien: "El desarrollo humano integral supone la libertad responsable de la persona y de los pueblos: ninguna estructura puede garantizar dicho desarrollo desde fuera y por encima de la responsabilidad humana"; sopesando que el mercado sea moralmente problemático en sí mismo, aduce: "El mercado no es ni debe convertirse en el ámbito donde el más fuerte avasalle al más débil; la sociedad no ha de pensar que el desarrollo del mercado conlleva la agonía de las relaciones auténticamente humanas". Lo que importa, según el Papa, es vigencia de la cultura moral en el marco en que se desarrolla el mercado. Las implicaciones de la verdad sobre la vida económica iluminan las ideas de "ética empresarial", "ética de la inversión" o "responsabilidad social corporativa", pues tales opciones tienen una dimensión moral.

Se precisa una sociedad civil formada y eficiente que descubra la moralidad que subyace en estos esquemas y que apoye y limite el mercado y el Estado. Benedicto XVI piensa que el Estado ha de regular las diferentes parcelas de la economía y destaca que la virtud de la solidaridad no puede quedar solamente en manos del Estado, sino en el pueblo que la hace realidad en el ejercicio del amor al prójimo. Rehuyendo las posiciones materialistas, Benedicto XVI cifra la esperanza del hombre, aún en la vida económica, más allá del corto plazo de la muerte; pide a la gente que obre y viva sus días, tanto en el corto, como en el medio y largo plazo, con el sentido trascendente de que la práctica de la verdad es necesidad eternamente vital e imprescindible, a lo que se añade su eterna relevancia, para salvar el alma y resucitar con Jesucristo.



C. Mudarra


- -
Domingo, 6 de Septiembre 2009
Artículo leído 1305 veces

También en esta sección: