(Espero y deseo que don Miguel Delibes atienda mis súplicas sentidas y disculpas sinceras y logre perdonar algún día el burdo plagio, que no befa, que acabo de hacer de su título.)
Las últimas puntadas dadas a esa alfombra de lana catalana, cuyo motivo estatutario, además de asomar por doquier, asombra (porque el “Ciempiés” proyecta como sombra la silueta de un hombre solo, sin otro atributo extraordinario que el bigote) y cuyos diseño y factura hieden, dan grima y/o amedrentan como pareja de energúmenos o posesos, merecen un estudio detenido y detallado y un escrutinio exhaustivo, para no colegir corolarios inexactos.
Pasqual Maragall, si alguna vez fue solución provisional o remedio interino (que ya hasta lo pongo en duda) para José Luis Rodríguez Zapatero, ha pasado a ser o devenido su incómodo e inconcuso problema por antonomasia (por poliédrico). Ahora es cuando el jefe del Gobierno de la Nación acaba de advertir y comprobar que le resulta harto complicado seccionar el cíngulo o cordón que une su cintura a la del “molt honorable president”. Y es que el “Ciempiés” (llamado de esa guisa por sus innumerables meteduras y meteblandas de gamba) o “Nodoyunaderechas”, quiero decir Maragall (el nieto), a veces proyecta como sombra la silueta de un hombre con una sonrisa perpetua y sin mostacho.
Ángel Sáez García
Las últimas puntadas dadas a esa alfombra de lana catalana, cuyo motivo estatutario, además de asomar por doquier, asombra (porque el “Ciempiés” proyecta como sombra la silueta de un hombre solo, sin otro atributo extraordinario que el bigote) y cuyos diseño y factura hieden, dan grima y/o amedrentan como pareja de energúmenos o posesos, merecen un estudio detenido y detallado y un escrutinio exhaustivo, para no colegir corolarios inexactos.
Pasqual Maragall, si alguna vez fue solución provisional o remedio interino (que ya hasta lo pongo en duda) para José Luis Rodríguez Zapatero, ha pasado a ser o devenido su incómodo e inconcuso problema por antonomasia (por poliédrico). Ahora es cuando el jefe del Gobierno de la Nación acaba de advertir y comprobar que le resulta harto complicado seccionar el cíngulo o cordón que une su cintura a la del “molt honorable president”. Y es que el “Ciempiés” (llamado de esa guisa por sus innumerables meteduras y meteblandas de gamba) o “Nodoyunaderechas”, quiero decir Maragall (el nieto), a veces proyecta como sombra la silueta de un hombre con una sonrisa perpetua y sin mostacho.
Ángel Sáez García