Sí; sin ninguna duda, cuando se (nos) impone, la soledad es el peor de los castigos. Sin embargo, cuando uno la elige (y servidor –para unos, E. S. O., un andoba de Cornago, Otramotro para otros- la escoge con cierta asiduidad, sobre todo por la noche, después de cenar en la grata compañía de su señera y señora madre, Iluminada), es una bendición del Cielo.
Ayer, lunes, 26 de marzo de 2007, releí una noticia en la página 88, última y/o contraportada de Diario de Noticias, que viene a confirmar o ratificar la tesis que sostengo en el párrafo con el que arranca esta golosina literaria o “urdiblanda”.
Una anciana (casi bisabuela) de 73 años, ex prostituta, ha vuelto a frecuentar la esquina lisboeta donde solía poner precio al disfrute de sus encantos (aunque para algunos puedan parecer espantos) por la sencilla razón de que no soportaba la soledad en la que vivía (mejor trenzado, moría).
Para mayor abundamiento (que no miento), reconoce que, como el roce hace el cariño, con el tiempo, ha logrado fidelizar a ciertos clientes que, esporádicamente, sólo la buscan para hablar.
E. S. O., un andoba de Cornago
Ayer, lunes, 26 de marzo de 2007, releí una noticia en la página 88, última y/o contraportada de Diario de Noticias, que viene a confirmar o ratificar la tesis que sostengo en el párrafo con el que arranca esta golosina literaria o “urdiblanda”.
Una anciana (casi bisabuela) de 73 años, ex prostituta, ha vuelto a frecuentar la esquina lisboeta donde solía poner precio al disfrute de sus encantos (aunque para algunos puedan parecer espantos) por la sencilla razón de que no soportaba la soledad en la que vivía (mejor trenzado, moría).
Para mayor abundamiento (que no miento), reconoce que, como el roce hace el cariño, con el tiempo, ha logrado fidelizar a ciertos clientes que, esporádicamente, sólo la buscan para hablar.
E. S. O., un andoba de Cornago