La primera incógnita que todos los españoles queríamos conocer ha quedado despejada. Reconquistar es, ahora, lo que debemos hacer, porque la democracia que anhelábamos en 1977, no la reconoce nadie; ha estado secuestrada. Es más, al ciudadano medio no le han enseñado las cartas con que debía jugar, ni les han aclarado las reglas del juego, como si no tuviera arte ni parte en esta maraña política en la que estamos inmersos. El líder ya ha comunicado su decisión de escapar de esta red embrollada en la que nos ha metido. Nos dará con cuentagotas los nombres que necesita el partido para continuar en el poder; después nos dirá lo que opinan sus miembros; por último, nos exigirán ir a las urnas para confirmar sus deseos.
Pero existe una primera baza que hay que aprovechar; las Municipales, una batalla dura, laboriosa y costosa, de gran importancia para la ciudadanía. Y deberíamos ser consciente de ello, porque estamos a un mes de las elecciones. Lo primero ¿qué es, el partido o la persona? La carrera la inicia el partido y los candidatos que ganan cuentan con el apoyo de sus miembros. Pero, en las Municipales, eso no es todo, porque la gente muestra sus preferencias por las personas y no por los partidos. Hay candidatos que se han ganado la confianza de los electores por la cercanía que les unen, por la pericia que transmiten y por la honestidad que les acompañan. Ganan la mitad de la batalla por el valor en sí mismo, aunque dependan de la dirección central.
La segunda cuestión es ¿el programa o la persona? Teóricamente, después de treinta años de democracia, deberíamos acudir a las urnas para votar al programa más realista y veraz que responda a las necesidades del pueblo. La praxis, sin embargo, demuestra que la mayoría de los votantes no atienden a los programas, pues saben que sólo buscan captar votos y evadir lo desagradable. En cambio, se cargan de promesas atrayentes e irrealizables, ofrecen puestos de trabajo y prometen subir las pensiones. Y siempre convencen a los menos vezados políticamente y al de menos capacidad crítica.
La tercera cuestión es la venta de la imagen; es decir, colgar el icono del candidato en lugares visibles, ocupando los postes de las principales vías públicas de la ciudad; reiterando la imagen del candidato hasta la saciedad, para que quede grabado en la mente del ciudadano por la cantidad de martillazos que recibe. El inseguro no elige al mejor gobernante, se limita a elegir al que aparece mejor fotografiado, al de más tamaño, al de más colores, al mejor cartel como a los niños.
¿El más votado? El pacto es otra cuestión que deja perplejo al ciudadano. Ya tenemos experiencia de lo que ha pasado en elecciones anteriores. No siempre gobierna el más votado, porque se han compinchado para marginar y eludir la voluntad popular mediante acuerdos. Es la consecuencia de las listas cerradas. Cuando votamos al presidente de la Corporación Municipal, votamos al resto de una lista que, en la mayoría de los casos, desconocemos. Hay que ser cautos y elegir al más experto y al más honesto, porque así ganaremos también las Generales.
JUAN LEIVA
Pero existe una primera baza que hay que aprovechar; las Municipales, una batalla dura, laboriosa y costosa, de gran importancia para la ciudadanía. Y deberíamos ser consciente de ello, porque estamos a un mes de las elecciones. Lo primero ¿qué es, el partido o la persona? La carrera la inicia el partido y los candidatos que ganan cuentan con el apoyo de sus miembros. Pero, en las Municipales, eso no es todo, porque la gente muestra sus preferencias por las personas y no por los partidos. Hay candidatos que se han ganado la confianza de los electores por la cercanía que les unen, por la pericia que transmiten y por la honestidad que les acompañan. Ganan la mitad de la batalla por el valor en sí mismo, aunque dependan de la dirección central.
La segunda cuestión es ¿el programa o la persona? Teóricamente, después de treinta años de democracia, deberíamos acudir a las urnas para votar al programa más realista y veraz que responda a las necesidades del pueblo. La praxis, sin embargo, demuestra que la mayoría de los votantes no atienden a los programas, pues saben que sólo buscan captar votos y evadir lo desagradable. En cambio, se cargan de promesas atrayentes e irrealizables, ofrecen puestos de trabajo y prometen subir las pensiones. Y siempre convencen a los menos vezados políticamente y al de menos capacidad crítica.
La tercera cuestión es la venta de la imagen; es decir, colgar el icono del candidato en lugares visibles, ocupando los postes de las principales vías públicas de la ciudad; reiterando la imagen del candidato hasta la saciedad, para que quede grabado en la mente del ciudadano por la cantidad de martillazos que recibe. El inseguro no elige al mejor gobernante, se limita a elegir al que aparece mejor fotografiado, al de más tamaño, al de más colores, al mejor cartel como a los niños.
¿El más votado? El pacto es otra cuestión que deja perplejo al ciudadano. Ya tenemos experiencia de lo que ha pasado en elecciones anteriores. No siempre gobierna el más votado, porque se han compinchado para marginar y eludir la voluntad popular mediante acuerdos. Es la consecuencia de las listas cerradas. Cuando votamos al presidente de la Corporación Municipal, votamos al resto de una lista que, en la mayoría de los casos, desconocemos. Hay que ser cautos y elegir al más experto y al más honesto, porque así ganaremos también las Generales.
JUAN LEIVA