La primera página de los periódicos es un espejo introspectivo que nos delata la filosofía predominante del rotativo, con la que el redactor elabora la información y la ofrece a los lectores. El mismo sumario es un primer filtro que ofrece una selección de lo que al periódico le interesa más. En cierta manera, es inevitable, porque la tipología del diario –internacional, nacional, regional o local- impone ya un escalafón de lo noticiable en primera página. Casi ninguno periódico se salva, con honradas excepciones, de una información marcada por la ideología.
Consecuentemente, la portada es la página más importante, porque los lectores quedan inclinados ya, en cierta manera, a recibir una información determinada a través del periódico. Para algunos, ese lastre es difícil de subsanar, porque es difícil que el mismo periodista logre prescindir de su ideología o de la misma formación periodística que ha recibido. La única solución es contrastar la noticia por dos o tres filtros o visiones distintas, o actuar con una mente lúcida e imparcial, cosa casi imposible, dada la celeridad que el proceso periodístico exige.
Los resultados están a la vista. Una misma noticia puede presentar tratamientos totalmente distintos. Por ejemplo, la muerte del policía francés, asesinado por ETA hace varios días, ha sido presentada con estos titulares. En España, los periódicos matizan con colores distintos la noticia: “Interior ve en el crimen de ETA otra prueba de su descomposición” (El País) “ETA quería asaltar un arsenal de coches” (ABC). “Los asesinos querían rescatar al etarra herido” (La Voz) “Un comando de ETA mata a un policía francés” (“Diario de Cádiz”). En Francia, los periódicos han utilizado medias tintas para denominar a los autores: “El movimiento independentista vasco de ETA se radicaliza y mata en Francia “(Le Monde). “Un policía abatido: se sigue la pista terrorista” (Le Parisien). “Un policia muere en acto de servicio” (Aujourd´hui).
Los defensores de la honestidad del periodismo dicen que “mientras se interpongan las ideologías y los intereses, para redactar la información, la objetividad saldrá enturbiada y el lector no sabrá exactamente a qué atenerse.” ¿Se puede hacer algo? Es difícil, pero creo que algo se puede hacer. La Deontología periodística exige que las empresas antepongan la honestidad a los intereses crematísticos y a la audiencia. Ciertamente, al final la verdad se impondrá por sí sola, aunque para muchas empresas lo importante es ganar tiempo y dinero. Y, para otras, crear la confusión, lo que consiguió el etarra detenido mintiendo e identificando a los bomberos como sus compinches.
Los lectores se sienten manipulados, porque los periódicos crean opiniones públicas totalmente contradictorias. Algunos lectores de buena voluntad se obligan a leer dos o tres periódicos, con el fin de sacar una información media que le ayude a tener una opinión cercana a la realidad. Eso es un esfuerzo añadido a la lectura, algo que debería hacer el profesional, contrastar las noticias antes de lanzarla a la opinión pública. Lo malo es que la portada la quiere el director antes de las doce de la noche.
JUAN LEIVA
Consecuentemente, la portada es la página más importante, porque los lectores quedan inclinados ya, en cierta manera, a recibir una información determinada a través del periódico. Para algunos, ese lastre es difícil de subsanar, porque es difícil que el mismo periodista logre prescindir de su ideología o de la misma formación periodística que ha recibido. La única solución es contrastar la noticia por dos o tres filtros o visiones distintas, o actuar con una mente lúcida e imparcial, cosa casi imposible, dada la celeridad que el proceso periodístico exige.
Los resultados están a la vista. Una misma noticia puede presentar tratamientos totalmente distintos. Por ejemplo, la muerte del policía francés, asesinado por ETA hace varios días, ha sido presentada con estos titulares. En España, los periódicos matizan con colores distintos la noticia: “Interior ve en el crimen de ETA otra prueba de su descomposición” (El País) “ETA quería asaltar un arsenal de coches” (ABC). “Los asesinos querían rescatar al etarra herido” (La Voz) “Un comando de ETA mata a un policía francés” (“Diario de Cádiz”). En Francia, los periódicos han utilizado medias tintas para denominar a los autores: “El movimiento independentista vasco de ETA se radicaliza y mata en Francia “(Le Monde). “Un policía abatido: se sigue la pista terrorista” (Le Parisien). “Un policia muere en acto de servicio” (Aujourd´hui).
Los defensores de la honestidad del periodismo dicen que “mientras se interpongan las ideologías y los intereses, para redactar la información, la objetividad saldrá enturbiada y el lector no sabrá exactamente a qué atenerse.” ¿Se puede hacer algo? Es difícil, pero creo que algo se puede hacer. La Deontología periodística exige que las empresas antepongan la honestidad a los intereses crematísticos y a la audiencia. Ciertamente, al final la verdad se impondrá por sí sola, aunque para muchas empresas lo importante es ganar tiempo y dinero. Y, para otras, crear la confusión, lo que consiguió el etarra detenido mintiendo e identificando a los bomberos como sus compinches.
Los lectores se sienten manipulados, porque los periódicos crean opiniones públicas totalmente contradictorias. Algunos lectores de buena voluntad se obligan a leer dos o tres periódicos, con el fin de sacar una información media que le ayude a tener una opinión cercana a la realidad. Eso es un esfuerzo añadido a la lectura, algo que debería hacer el profesional, contrastar las noticias antes de lanzarla a la opinión pública. Lo malo es que la portada la quiere el director antes de las doce de la noche.
JUAN LEIVA