Colaboraciones

LA PATRIA SUBASTADA



"Sólo se puede destruir una gran nación cuando ella misma se ha destruido interiormente."

Voto en Blanco publica hoy, como colaboración, un certero artículo del periodista Ángel Pérez Guerra, cuya tesis central es que España esta siendo destruida desde dentro por los poderes territoriales y por un gobierno que se comporta como enemigo.
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Los demócratas y españoles decentes asistimos asustados a la destrucción de España, realizada por un político enemigo de España, llamado Pedro Sánchez, con la importante ayuda de votantes desalmados y de partidos nacionalistas que viven del odio y sueñan con destruir la patria.
La frase que antecede pone el colofón a la película "La caída del Imperio romano", gran superproducción de Samuel Bronston dirigida en 1964 por Anthony Mann y protagonizada por Sofía Loren, Alec Guinnes y James Mason entre otros grandes actores. La cinta, de tres horas de duración, es un culebrón histórico y en ella se invirtieron más de dieciocho millones y medio de dólares de la época, aunque supuso un fracaso de taquilla, donde no se llegaron a recuperar ni cinco millones. Rodada en espacios naturales de la sierra de Madrid y de Valencia, Dimitri Tiomkin le puso una música tan colosal como los decorados de esta gran película "de romanos" que la crítica ha ido recuperando posteriormente. La obra dio lugar a una novela, de suerte igualmente incierta.

Y esto, el azar, ha querido que ante mis ojos desfilen por primera vez —creo— estos fotogramas de legiones en formaciones implacables, entreveradas con miradas del arrasador rostro de la Loren precisamente la víspera del día en que los españoles se manifestarían por la unidad de España y contra la amnistía o la autodeterminación como herramientas de su autodestrucción.

No recuerdo nada desde la Transición que haya derramado tantos ríos de tinta. Casi todo lo que llega a mis ojos por estos días tiene el mismo sentido: es la hora final de España “si no se reacciona”. Pero, ¿cómo? El sistema, que tal vez en su concepción era efectivamente democrático pero que, como todos los nuevos había que desarrollar, se ha ido convirtiendo en una cárcel. Son las minorías “territoriales” las que tienen secuestrada a la voluntad general. Así de claro. Y ello ha sido posible gracias a las guerras intestinas de unos partidos al servicio de intereses personales y de grupo cuya gran olvidada ha sido la madre de todos: la Patria. Todo ello aparece fielmente en la película con la que abría estas líneas, por otra parte un alegato bastante demagógico en favor del pacifismo y la alianza de civilizaciones que se pretende asociar con el reinado de Marco Aurelio, el emperador filósofo.

El día que Felipe VI recordaba en público a su hija y heredera cuáles serán las responsabilidades que contraía al jurar bandera, el presidente del Gobierno en funciones se quitaba de en medio y se iba a Granada a recibir allí un baño de besuqueos jubilados bien controlados a puerta cerrada. Realmente, nos encontramos en un escenario grotesco que revive el carácter profético con el que a veces se reviste el cine. La escena final de "La caída del Imperio Romano" es la de una subasta. El jefe del ejército, que es el que pone y quita emperadores, recibe las ofertas de los senadores venales que aprovechan el vacío de poder para pujar por el Trono. Es entonces cuando una voz en off señala "Así empezó la caída del Imperio Romano". Y añade la frase con la que abríamos este artículo. Tal vez por eso no tuvo éxito en taquilla.

Ángel Pérez Guerra

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Viernes, 13 de Octubre 2023
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