Colaboraciones

LA 'MOZARTERAPIA', DE MODA, EN BOGA





Alguien dijo una vez in illo témpore que "la música amansaba a las fieras". Como los demás comprobaron que tenía razón, desde entonces, todos repetimos lo mismo, olvidando hacer la advertencia o salvedad, que muchos sobrentienden, de la "buena" música (lo cual, está claro, debería de especificarse, sin duda); verbigracia, la de Wolfgang Amadeus Mozart, de quien acaba de cumplirse (y conmemorarse, como, sin vacilar, se merecía) el 250 aniversario del nacimiento del niño prodigio que fue el genial compositor salzburgués.

A nadie le extrañará, por tanto, que el debate sobre los supuestos beneficios neurológicos que depara o reporta la música del autor austríaco en el ser humano enfermo, lo que ha dado en llamarse "el efecto Mozart", siga en vigor, y aun en plena efervescencia.

Desde que, hace más de 40 años, el médico otorrinolaringólogo francés Alfred Tomatis, pionero en la materia, descubriera que los beneficios neurofisiológicos de la música en pacientes infantiles (con problemas de falta de atención, dislexia y autismo, sobre todo) y adultos (aquejados de depresión) eran evidentes, un hecho incontestable, y pusiera en práctica su "Método Tomatis", la "mozarterapia" se usa para tratar diversos desórdenes relacionados con el cerebro. La razón parece hallarse, según los expertos en el tema, en la reiteración de determinadas melodías, o sea, en la repetición regular de ciertas unidades o secuencias musicales. Y es que al cerebro humano le petan y vienen como alianza al anular, pintiparadamente, el orden y el concierto.

Psicólogos y neurólogos siguen enfrascados, estudiando si la "mozarterapia" beneficia a enfermos de Alzheimer, epilépticos, personas con úlceras de estómago o duodeno, con arritmia cardiaca o con neurosis.

Don Campbell, músico y escritor, que en la década de los noventa acuñó la expresión "el efecto Mozart", ha asegurado que la música del salzburgués mejora el cociente intelectual (C. I.) y baja la presión arterial; incluso ha llegado a aseverar que los nasciturus, mientras se encuentran en el seno materno, disfrutan "escuchando" a Mozart y a Vivaldi, pero no lo hacen "oyendo", por ejemplo, rock and roll. Sin embargo, en una reciente interviú concedida a la revista TIME, reconoció: "Creo que no podemos probar o desechar nada (…) para ser honestos, todavía no hemos llegado a comprender bien por qué la música tiene semejante influencia sobre el cerebro".


Ángel Sáez García

Franky  
Domingo, 5 de Febrero 2006
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