Los árabes y sus facciones atacan, hostigan y provocan; los israelíes responden con virulencia y defienden su supervivencia. El resultado es más rabia, más encono. La lucha no cesa, el odio aumenta. Son muchos años de contienda. La vida en aquella tierra, para unos y otros, es insoportable, esa tensión, año tras año, viene a hacerse intolerable.
El alto del fuego en Líbano está en vilo. La entrada de Israel en el Líbano es parte del continuo fluir de ataque y repuesta, de provocación y represalia; ha de luchar para sobrevivir y mantener la parcela conseguida en la guerra del 67. La invasión israelí intenta destruir la posición y desarrollo alcanzado por Hezbolah en estos seis últimos años. Hezbolah logró reemplazar la supremacía de Amal entre la sociedad chiíta libanesa, en la otra guerra del 1982.
La situación actual de Hezbolah se debe al apoyo concreto y efectivo de Siria, que, al perder la fuerza de presión de la OLP palestina, obligada, el 92, a retirarse al África del Norte, pasó a servirse de la guerrilla hezbolahna para forzar a Israel a devolverle, a Siria, sus territorios ocupados del Golán. Pero, ni EEUU ni Israel pueden aceptar esta cuestión. En este avispero que ronronea en Oriente Medio, el objetivo de Israel reside en poner coto a los manejos y presiones de Siria y de Irán, actuación esta, que hoy tiene escaso resquicio, al verse Israel constreñido por la metralla amenazante de los distintos misiles, que le saltan desde el sur libanés. Israel sabe que ha de destruir y expulsar a Hezbolah del Líbano, para acabar con el influyente dominio de Siria en los asuntos libaneses y, de camino, cortar la atenazante inyección siria a la resistencia iraquí, que se ha convertido, para EEUU, en un auténtico y problemático escollo en su invasión de Irak que iba a ser un paseo militar.
Añádese que Israel, estando Hezbolah implicada en la resistencia de las áreas Palestinas, se encuentra amenazado también por su flanco meridional, con la guerra abierta en la Franja de Gaza, en que ha de mantener, al menos, las tierras adquiridas en la guerra del 67. Aparte de que no puede desatender las contribuciones de su “agenda social”, así como la guerra cotidiana de desgaste en Cisjordania y la lucha contra el muro de segregación.
Sesenta años de continua lucha pesan, deben ser una losa que incumbe insostenible sobre el diario vivir. Ambos pueblos tan religiosos en sus concepciones íntimas ya debían haber recurrido a la misericordia de Yahvé y Alá; fomentar el amor, la bondad y el perdón; y, enterrando, en los campos, las armas y los odios, tomar el arado y la semilla, para vivir y convivir. Pero, en esta corta vida, prefieren cosechar la muerte y beber en los ríos de sangre, anteponen el odio a la paz. Dejar el camino de la paz es demencia. Sostener la guerra es una locura.
Camilo Valverde Mudarra
El alto del fuego en Líbano está en vilo. La entrada de Israel en el Líbano es parte del continuo fluir de ataque y repuesta, de provocación y represalia; ha de luchar para sobrevivir y mantener la parcela conseguida en la guerra del 67. La invasión israelí intenta destruir la posición y desarrollo alcanzado por Hezbolah en estos seis últimos años. Hezbolah logró reemplazar la supremacía de Amal entre la sociedad chiíta libanesa, en la otra guerra del 1982.
La situación actual de Hezbolah se debe al apoyo concreto y efectivo de Siria, que, al perder la fuerza de presión de la OLP palestina, obligada, el 92, a retirarse al África del Norte, pasó a servirse de la guerrilla hezbolahna para forzar a Israel a devolverle, a Siria, sus territorios ocupados del Golán. Pero, ni EEUU ni Israel pueden aceptar esta cuestión. En este avispero que ronronea en Oriente Medio, el objetivo de Israel reside en poner coto a los manejos y presiones de Siria y de Irán, actuación esta, que hoy tiene escaso resquicio, al verse Israel constreñido por la metralla amenazante de los distintos misiles, que le saltan desde el sur libanés. Israel sabe que ha de destruir y expulsar a Hezbolah del Líbano, para acabar con el influyente dominio de Siria en los asuntos libaneses y, de camino, cortar la atenazante inyección siria a la resistencia iraquí, que se ha convertido, para EEUU, en un auténtico y problemático escollo en su invasión de Irak que iba a ser un paseo militar.
Añádese que Israel, estando Hezbolah implicada en la resistencia de las áreas Palestinas, se encuentra amenazado también por su flanco meridional, con la guerra abierta en la Franja de Gaza, en que ha de mantener, al menos, las tierras adquiridas en la guerra del 67. Aparte de que no puede desatender las contribuciones de su “agenda social”, así como la guerra cotidiana de desgaste en Cisjordania y la lucha contra el muro de segregación.
Sesenta años de continua lucha pesan, deben ser una losa que incumbe insostenible sobre el diario vivir. Ambos pueblos tan religiosos en sus concepciones íntimas ya debían haber recurrido a la misericordia de Yahvé y Alá; fomentar el amor, la bondad y el perdón; y, enterrando, en los campos, las armas y los odios, tomar el arado y la semilla, para vivir y convivir. Pero, en esta corta vida, prefieren cosechar la muerte y beber en los ríos de sangre, anteponen el odio a la paz. Dejar el camino de la paz es demencia. Sostener la guerra es una locura.
Camilo Valverde Mudarra