Colaboraciones

LA LIBERTAD Y LA DEMOCRACIA





En estos momentos de vacío moral e intelectual, nos rodea la filosofía de la dejadez y topamos con el flujo del papanatismo. Hay algunos teóricos de la novedad que sostienen que la única moralidad de la democracia reside en el dictado de las mayorías. Ratzinger, recién elegido Papa, expresó su rechazo al relativismo y a una religión pasota, acomodaticia y a la carta. En su discurso, desecha y critica el relativismo absoluto, la actitud del “todo vale”, siempre que sea bendecido por una mayoría, aun en el caso de ser accidental e incluso amañada. Sin embargo, la mayoría, en ocasiones, se confunde, piénsese en casos recientes o pretéritos, como el de Hitler. Lo esencial está en el Bien y en la Verdad. Existen cuestiones que no se supeditan a los votos. El ejercicio político tiene sus lindes, se mueve en unos márgenes marcados prioritariamente por el respeto a lo que es propio del hombre, que procede de Dios. En el corazón humano, brilla la luz divina; el alma posee memoria ética: el Bien fue implantado cuidadosamente en el tronco anímico del hombre.

La democracia es, en la actualidad, el único sistema aceptable y viable; se fundamenta en la libertad de ejercer el derecho del voto, que acredita y confiere el poder. El cometido esencial de la gestión política consiste en fundamentar el estamento social y resguardar los derechos humanos. La democracia surgió en Grecia para componer los conflictos sociales mediante los votos, con un reparto del poder y una legislación; en cuanto se conculcaron y se violaron tales leyes, se entabló la guerra civil. La democracia tiene sus límites acoplados por el equilibrio, cuando se derrumba por las desmesuradas ambiciones, se cae en el desorden y en la guerra. Existe el nivel de la libertad, la que atañe al ciudadano, la sagrada libertad que delega el poder compartido y procura la sana convivencia en la tranquilidad y existe el nivel de la Verdad, de los principios éticos. Pero, en esos límites, hay que conocer qué verdad contiene, dónde se halla o si viene parcelada.

Es patente que no toda resolución se puede adoptar por mayorías y menos por las inestables; sin certidumbres morales habituales, no progresa un pueblo, pierde su identidad y unidad. El partido que gana unas elecciones ha de velar y conservar las disposiciones esenciales adoptadas por el saliente. Es un engranaje necesario para el funcionamiento de la empresa democrática.

Hoy, la gente se siente hastiada de la acción política, véase la escasa y displicente participación en las consultas de la Constitución Europea o en las últimas elecciones en Polonia y Alemania; se aprecia un desagrado descreído y una inquietud colectiva; la política anda por sus derroteros e intereses ajenos a las aspiraciones y asuntos cotidianos del ciudadano.

“Nuestra democracia, dice Francisco Rubiales, está secuestrada por los grandes partidos políticos. Necesita urgente revitalización, para alejar el rancio olor que despide.

El único camino se sustenta en el debate, esencia de la configuración democrática. El debate constituye el ingrediente vital para el funcionamiento correcto de la sociedad civil. El debate emerge como una receta de singular eficacia para hacer frente a muchos de los males que azotan nuestro mundo: la pérdida de valores, la violencia, el abuso de poder, desigualdad… La democracia actual, postrada y degenerada, tiene que ser reanimada. El debate es la única vía. (Democracia Secuestrada. Almuzara).

La democracia estable necesita hombres de valía, consistentes e íntegros; requiere la rectitud, el sostenimiento del espacio inmutable, fundado en la Verdad. Lo contrario la aboca a la tiranía. La política no es el culmen, la libertad ha de someterse a los cauces de la Verdad. En definitiva, Libertad y Verdad deben marchar enlazadas.

Camilo Valverde Mudarra

Franky  
Miércoles, 19 de Octubre 2005
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