Estamos en una época de cambio; el mundo está sufriendo una transformación del pensamiento humano y de las condiciones de vida sin parangón en la Historia. Se ha dicho que el impacto de la globalización en los entresijos del ánimo es mayor que en el ámbito económico, el mundo se achica, se ha convertido en un éxodo colosal hacia un Sinaí de Maná, es la gran diáspora del hambre, que en cuanto descubre que en el otro mundo hay sustento, se lanzan a tomarlo; buscan la tierra que no se les ha prometido a ellos, en la que, saben, corren los ríos de la abundancia, que hasta los contenedores de basura tienen más que sus chabolas. La gente del hambre corre, viaja y anda de un lado para otro; unos marchan huyendo de la terrible guerra que asola su parcela; son los refugiados que buscan cobijo, van con sus hijos de frontera en frontera, para llegar a la tierra de promisión; siempre ellos sufren la execrable guerra y los zarpazos de la miseria, arrastran sus maletas de dolor y cargan sus penalidades. ¿Dónde está Europa y dónde está Occidente, para cortar por lo sano la guerra y el hambre de una vez para siempre? Es aquel infierno originario el que hay que cortar.
La emigración masiva manifiesta que hay que detener las guerras cainitas extendidas por el planeta,-no se recuerda ningún periodo histórico sin guerra- y, en segundo lugar, imponer un reparto justo de la riqueza ello conlleva enseñar la agricultura y la pesca, a quien a estas alturas no lo sepa. Es preciso restañar las heridas del alma de la desgracia, amainar el rostro cansado de los padres, el llanto de los niños, la impiedad cruel de las alambradas, las bodegas de barcos preñadas de muerte, las pateras zozobradas, los camiones rotulados de carne que se encuentran vacíos de pollos y repletos de cadáveres humanos, el horror solitario y triste aparcado en el arcén de una autopista europea y el único regalo que han recibido ha sido una digna y sanitaria autopsia; pingüe negocio para las mafias que cobraron 3.000 Euros por cada una de las asfixias. Mafias que los devoran antes de embarcar, que los aniquilan antes que las olas los hundan.
La migración no es nada nuevo, se ha conocido hace tiempo. Los siglos XIX y XX han estado marcados por las migraciones masivas a causa de la atroz barbarie de las tiranías y porque el hombre lleva gravado en sus genes el anhelo de dar a sus hijos mejores condiciones de vida, pero es que este, el s. XXI, va por los mismos derroteros. Y el prohibir no sirve de nada, eso es lo que hacen, cuando no quieren entendery atender la realidad. No todo es delito o crimen, matar violar, robar son delitos contra el ser humano, pero emigrar no tiene nada que ver con ello, hay actos que son delito sólo en tanto cuanto la sociedad lo prescribe; pónganse muchas concertinas y muros, muchos policías, cárceles y repatriaciones de inmigrantes irregulares, sólo haremos que los traficantes mafiosos suban las tarifas inhumanas y lucrativas de los que quieren salir y vivir mejor y para conseguirlo se lanzan y apuestan su patrimonio, su vida y la de sus hijos; darle oportunidades a las mafias de traficantes, no sirve más que de envilecimiento de los que no asumen lo palmario e inevitable y no cumplen su deber.
La vida humana es un engranaje cada vez más complejo; afrontar la realidad conlleva sacrificio, certidumbre e inventiva, elementos ciertamente escasos en Occidente y muy raros en la longeva Europa. Se nos hace muy difícil aceptar la sabia nueva y desechar al hombre viejo, que ya no nos sirve para mucho, no es más que un cofrecito de añoranzas y ofuscaciones que acomodan nuestro aliento de vida.
C. Mudarra
La emigración masiva manifiesta que hay que detener las guerras cainitas extendidas por el planeta,-no se recuerda ningún periodo histórico sin guerra- y, en segundo lugar, imponer un reparto justo de la riqueza ello conlleva enseñar la agricultura y la pesca, a quien a estas alturas no lo sepa. Es preciso restañar las heridas del alma de la desgracia, amainar el rostro cansado de los padres, el llanto de los niños, la impiedad cruel de las alambradas, las bodegas de barcos preñadas de muerte, las pateras zozobradas, los camiones rotulados de carne que se encuentran vacíos de pollos y repletos de cadáveres humanos, el horror solitario y triste aparcado en el arcén de una autopista europea y el único regalo que han recibido ha sido una digna y sanitaria autopsia; pingüe negocio para las mafias que cobraron 3.000 Euros por cada una de las asfixias. Mafias que los devoran antes de embarcar, que los aniquilan antes que las olas los hundan.
La migración no es nada nuevo, se ha conocido hace tiempo. Los siglos XIX y XX han estado marcados por las migraciones masivas a causa de la atroz barbarie de las tiranías y porque el hombre lleva gravado en sus genes el anhelo de dar a sus hijos mejores condiciones de vida, pero es que este, el s. XXI, va por los mismos derroteros. Y el prohibir no sirve de nada, eso es lo que hacen, cuando no quieren entendery atender la realidad. No todo es delito o crimen, matar violar, robar son delitos contra el ser humano, pero emigrar no tiene nada que ver con ello, hay actos que son delito sólo en tanto cuanto la sociedad lo prescribe; pónganse muchas concertinas y muros, muchos policías, cárceles y repatriaciones de inmigrantes irregulares, sólo haremos que los traficantes mafiosos suban las tarifas inhumanas y lucrativas de los que quieren salir y vivir mejor y para conseguirlo se lanzan y apuestan su patrimonio, su vida y la de sus hijos; darle oportunidades a las mafias de traficantes, no sirve más que de envilecimiento de los que no asumen lo palmario e inevitable y no cumplen su deber.
La vida humana es un engranaje cada vez más complejo; afrontar la realidad conlleva sacrificio, certidumbre e inventiva, elementos ciertamente escasos en Occidente y muy raros en la longeva Europa. Se nos hace muy difícil aceptar la sabia nueva y desechar al hombre viejo, que ya no nos sirve para mucho, no es más que un cofrecito de añoranzas y ofuscaciones que acomodan nuestro aliento de vida.
C. Mudarra