La crisis del PP no termina ni parece que vaya a sosegarse con el Congreso. Las aguas siguen revueltas desde el fondo. El partido, como sucede en todos, cuando las vacas gordas enflaquecen, se halla dividido en facciones de ambición e intereses, unas partidarias y otras contrarias, más o menos solapadas. El mismo Fraga, cargado de años, muestra sus vaivenes, también en sus contradicciones; dice que apoya a Rajoy y que su sucesor es Gallardón. Esto indica que el primero anda en capitanía de transición, mientras llegan las kalendas propicias de la entronización del segundo, o de una segunda o una tercera que también las hay a la expectativa.
En lugar de adelantar la muleta, citar de frente y darle el pase a un Rajoy no legitimado y perdedor, lo dejan corretear por los ruedos y que rompa y se estrelle en los burladeros de las elecciones regionales que se aproximan. Quieren que se quiebre los pitones y, luego, sangrante y más perdido aún, desecharlo. Puede ser una estrategia sibilina y pérfida, beneficiosa para algunos maniobreros, pero, sin duda, perjudicial y cicatera para la nación y los electores. La situación de la democracia y de los asuntos públicos no aguanta componendas ni dejaciones del Primer Partido de la Oposición. La crisis económica y todas las demás urgencias que atosigan y atenazan al ciudadano no tienen espera, no permiten andar perdiendo el tiempo y la ocasión en algarabías y zarandajas partidistas, en rechazos y navajadas que van llenado las cunetas de figuras relevantes, necesarias e imprescindibles, que no tragaron los anzuelos indigeribles.
No es bueno ni saludadble limitar el campo a una candidatura. El juego democrático estriba en la elección. Han debido presentar varias y dejar que elijan los militantes y hasta los simpatizantes; con todo derecho, con toda responsabilidad, pues de esas canteras proceden los millones de votos que les confiere ese “status” y posición que lucen y pasean. Que sólo una ganaría, cierto y evidente, pero era lo justo y necesario; que no me presento, porque sé que las pierdo, es mezquino y oportunista, falta de servicio y disposición. Y, sin duda, erróneo; no se puede saber lo que los electores decidirían tras las propuestas y directrices programáticas de cada una. Lo cierto es que ir al Congreso con una no soluciona la crisis, no legitima ni convence y se hunde más el déficit democrático.
Esta crisis y las tensiones internas están destrozando el PP. El Congreso de Valencia va a resultar una pantomima, que no traerá la regeneración ni la renovación, no lo va a unir, no va confirmar su vocación nacional y los principios e ideas intangibles que lo auparon y generaron la confianza y la ilusión; va abrir un paréntesis de provisionalidad, hasta Septiembre de 2009, muy perjudicial para la nación que exige una alternativa viva y un control opositor efectivo. El PP necesita, ocupando su lugar de Centro, defender la unidad que representa España y responder a las aspiraciones de una mayoría de españoles; ha de primar el interés nacional sobre el partidista y encontrar un liderazgo electo y legítimo, arrollador y entusiasmante. Podría ser la desechada y honorable San Gil. Y, ¿de Rato, qué?
Camilo Valverde
En lugar de adelantar la muleta, citar de frente y darle el pase a un Rajoy no legitimado y perdedor, lo dejan corretear por los ruedos y que rompa y se estrelle en los burladeros de las elecciones regionales que se aproximan. Quieren que se quiebre los pitones y, luego, sangrante y más perdido aún, desecharlo. Puede ser una estrategia sibilina y pérfida, beneficiosa para algunos maniobreros, pero, sin duda, perjudicial y cicatera para la nación y los electores. La situación de la democracia y de los asuntos públicos no aguanta componendas ni dejaciones del Primer Partido de la Oposición. La crisis económica y todas las demás urgencias que atosigan y atenazan al ciudadano no tienen espera, no permiten andar perdiendo el tiempo y la ocasión en algarabías y zarandajas partidistas, en rechazos y navajadas que van llenado las cunetas de figuras relevantes, necesarias e imprescindibles, que no tragaron los anzuelos indigeribles.
No es bueno ni saludadble limitar el campo a una candidatura. El juego democrático estriba en la elección. Han debido presentar varias y dejar que elijan los militantes y hasta los simpatizantes; con todo derecho, con toda responsabilidad, pues de esas canteras proceden los millones de votos que les confiere ese “status” y posición que lucen y pasean. Que sólo una ganaría, cierto y evidente, pero era lo justo y necesario; que no me presento, porque sé que las pierdo, es mezquino y oportunista, falta de servicio y disposición. Y, sin duda, erróneo; no se puede saber lo que los electores decidirían tras las propuestas y directrices programáticas de cada una. Lo cierto es que ir al Congreso con una no soluciona la crisis, no legitima ni convence y se hunde más el déficit democrático.
Esta crisis y las tensiones internas están destrozando el PP. El Congreso de Valencia va a resultar una pantomima, que no traerá la regeneración ni la renovación, no lo va a unir, no va confirmar su vocación nacional y los principios e ideas intangibles que lo auparon y generaron la confianza y la ilusión; va abrir un paréntesis de provisionalidad, hasta Septiembre de 2009, muy perjudicial para la nación que exige una alternativa viva y un control opositor efectivo. El PP necesita, ocupando su lugar de Centro, defender la unidad que representa España y responder a las aspiraciones de una mayoría de españoles; ha de primar el interés nacional sobre el partidista y encontrar un liderazgo electo y legítimo, arrollador y entusiasmante. Podría ser la desechada y honorable San Gil. Y, ¿de Rato, qué?
Camilo Valverde