Túnez y Egipto han conseguido salir airosos del paso más difícil para alcanzar la democracia; el primero, es decir, conseguir que se vayan los que presuntamente han sido los causantes de la situación inmovilista del país; y, además, lo ha hacho sin violencia por parte del pueblo. Los jóvenes tunecinos han utilizado el arma de los móviles para convocar a la juventud e ir unidos. Y los jóvenes egipcios han organizado una gran procesionaria a la plaza Tahir, centro de El Cairo, donde han pernoctado durante diecisiete noches. Ahora se preguntan los analistas: ¿Les ha movido la democracia o simplemente el deseo de resolver las necesidades más perentorias?
La democracia es el sistema político menos malo de todos los vigentes en nuestro mundo. Conseguir que se vaya el causante del totalitarismo por deseo del pueblo es algo, pero no lo es todo. La democracia es un logro importante, pero tampoco lo es todo si no hay subsistencia, trabajo y libertad. Los españoles llevamos más de treinta años en democracia y sabemos que tenemos que seguir luchando para conseguir un sistema donde se imponga la justicia y desaparezcan las maquinaciones. Porque la democracia tiene también una gran debilidad, la partitocracia; es decir, convertir al partido ganador en un poder absoluto.
Así se explica que muchos políticos no se conformen con ser legisladores en nombre del pueblo, ni ser los ejecutores de las leyes, ni los garantes y protectores de la justicia. Quieren asumir los tres poderes –legislativo, ejecutivo y judicial- para dominarlo todo y llegar a hacerse con el poder económico, político y social, como medio imprescindible para “imponer su democracia”. En el fondo, es volver a establecer un sistema totalitario donde no se haga lo que quiere el pueblo, sino lo que el partido establezca. Muchas personas se preguntan: ¿Quién está detrás de los levantamientos árabes?.
Los españoles ya sabemos por experiencia que la guerra no hace progresar a los pueblos, sino arrastrarlos hacia atrás, y que los muertos por guerra y por terrorismo no son victorias sino errores. Por eso, los tunecinos y los egipcios tendrán que madurar en democracia, si quieren conquistarla plenamente, a través de los dos únicos caminos auténticos, la justicia y la paz. Cualquier guerra y cualquier injusticia es un retroceso. La fuerza de la democracia es convencer a los pueblos, que aún no la tienen, para que la conquisten. Y convencernos de que, por muy atractiva que sea la democracia, el fin no justifica los medios.
Para los facinerosos, los violentos, los terroristas y los hombres fraudulentos de Estado, eso es una tontería y utilizan la violencia y las artimañas para conseguir sus objetivos. Y es que, desgraciadamente, vivimos en un mundo en el que sigue vigente la represión violenta, los nacionalismos excluyentes, las tecnologías que marginan al hombre y la falacia sistemática. Y, sin embargo, sigue siendo verdad que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, aunque una buena parte de la humanidad, entre ellos los países árabes, aún no han podido dar el primer paso.
JUAN LEIVA
La democracia es el sistema político menos malo de todos los vigentes en nuestro mundo. Conseguir que se vaya el causante del totalitarismo por deseo del pueblo es algo, pero no lo es todo. La democracia es un logro importante, pero tampoco lo es todo si no hay subsistencia, trabajo y libertad. Los españoles llevamos más de treinta años en democracia y sabemos que tenemos que seguir luchando para conseguir un sistema donde se imponga la justicia y desaparezcan las maquinaciones. Porque la democracia tiene también una gran debilidad, la partitocracia; es decir, convertir al partido ganador en un poder absoluto.
Así se explica que muchos políticos no se conformen con ser legisladores en nombre del pueblo, ni ser los ejecutores de las leyes, ni los garantes y protectores de la justicia. Quieren asumir los tres poderes –legislativo, ejecutivo y judicial- para dominarlo todo y llegar a hacerse con el poder económico, político y social, como medio imprescindible para “imponer su democracia”. En el fondo, es volver a establecer un sistema totalitario donde no se haga lo que quiere el pueblo, sino lo que el partido establezca. Muchas personas se preguntan: ¿Quién está detrás de los levantamientos árabes?.
Los españoles ya sabemos por experiencia que la guerra no hace progresar a los pueblos, sino arrastrarlos hacia atrás, y que los muertos por guerra y por terrorismo no son victorias sino errores. Por eso, los tunecinos y los egipcios tendrán que madurar en democracia, si quieren conquistarla plenamente, a través de los dos únicos caminos auténticos, la justicia y la paz. Cualquier guerra y cualquier injusticia es un retroceso. La fuerza de la democracia es convencer a los pueblos, que aún no la tienen, para que la conquisten. Y convencernos de que, por muy atractiva que sea la democracia, el fin no justifica los medios.
Para los facinerosos, los violentos, los terroristas y los hombres fraudulentos de Estado, eso es una tontería y utilizan la violencia y las artimañas para conseguir sus objetivos. Y es que, desgraciadamente, vivimos en un mundo en el que sigue vigente la represión violenta, los nacionalismos excluyentes, las tecnologías que marginan al hombre y la falacia sistemática. Y, sin embargo, sigue siendo verdad que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, aunque una buena parte de la humanidad, entre ellos los países árabes, aún no han podido dar el primer paso.
JUAN LEIVA