Colaboraciones

LA CAMPAÑA





La campaña electoral es innecesaria. A los meses que llevamos, se une ahora esta quincena insufrible y cansina. Supone un gasto considerable, que deviene en despilfarro, por improductivo y un machaqueo torturante que el ciudadano, maduro y sereno, no escucha ni atiende, porque ya lo sabe y no se lo cree; y, sobre todo, no lo precisa, por la razón obvia de que tiene formada su opinión, en el día a día, y decidida su opción.

A los mítines, sólo asisten los adictos, los votantes seguros y convencidos, un séquito incondicional, que sólo necesita la urna dispuesta para la papeleta. Unos, convirtiendo sus errores y maldades en aciertos, danzan por plazas y tribunas, para crispar y desacreditar sistemáticamente al contrario sólo por no compartir sus mismas ideas, cacarear sus bondades y predicar ante sus fieles que todo lo hicieron extraordinariamente bien; los otros, silenciando conveniencias y equivocaciones, se lanzan a promesas probables, a críticas manidas y ofertas reservadas a un luego, que, tal vez, el olvido no rescatará. Los carteles nadie los lee y los viajes continuos costosos, peligrosos y perentorios son esfuerzos inútiles

Hoy, en la era moderna, son los medios de difusión los que informan y conforman opinión. La radio y la televisión, hábilmente dirigidas por ideologías concretas son los cauces que, cada día, mentalizan e infunden su juicio y concepción. Así, comunidades autónomas con tres canales de televisión y otras tantas emisoras de radio se perpetúan en la poltrona con su aderezada interpretación de la realidad y las prebendas repartidas entre los suyos. ¡Y se critica hoy al cacique de antaño!

La clase política ha caído de descrédito, la mayor parte, salvo una minoría conocida, desembarca sin una profesión determinada, para hacer de la política su modus vivendi y a cobrar. Es preciso reformar las leyes, es el Gobierno de la Nación el que ha de fijar sus emolumentos y asignarles un sueldo equivalente al del maestro o del policía; si, para estos, que trabajan en asuntos fundamentales, son dignos y apropiados, más aún, lo han de ser para aquellos. Así mismo, es urgente la reforma de la Ley Electoral, que evitando las componendas postelectorales, permita formar gobierno únicamente a la mayoría y, sustrayendo poder a los partidos políticos, se pueda elegir a personas concretas y no las litas impuestas y cerradas. No se entiende, que, tras los comicios, los triunfadores queden relegados, y gobiernen partidillos de escasa representación y no queridos, por algo los ha desechado el elector. Y, saltándose tal realidad, porque no les gusta ni les conviene, trepan y cortan, se ofertan y reparten a su interés, haciendo de la voluntad ciudadana las tablas de su sombrajo. Por ello, sería muy conveniente introducir la segunda vuelta.

Un Partido de Centro, ejemplar, instalado en la regeneración de la honradez y prudencia, en el consenso y la concordia y en la efectiva tarea edificante de trabajar sin descanso por el bien común, es la aurora vital que exige esta democracia degradada. El ciudadano quiere políticos competentes, enérgicos y de talla, que no mientan, cacareen y desquicien, que solventen con seriedad el paro, el terrorismo y la crisis económica, que cultiven una democracia representativa, más justa, más firme y culta, para el bien de España, la del pasado, la de ahora y la del futuro. Políticos volcados en los derechos humanos, en la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, en el respecto al medio ambiente, la independencia judicial, la educación, atención a la familia, a los jóvenes en su emancipación, en su hipoteca y en su angustia para llegar a fin de mes, en definitiva, que deje de crispar y destruir y vele por España.



Camilo Valverde


   
Jueves, 28 de Febrero 2008
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