(ACÁ, UN CASO SIN OCASO O, ACASO, OTRO FRACASO, SIN MÁS)
“Concordia minima crescunt, discordia maxima dilabuntur” (“Con concordia las cosas mínimas crecen; con discordia las máximas se derrumban”).
Cayo Cornelio Tácito
Si la reforma laboral tuviera vida y consciencia propias, tal vez le aconteciera (o se le ocurriera pensar) lo que se le pasaba por el pesquis a Santa Teresa de Jesús, quien, según cuentan, gustaba airear, confesar y escribir de su puño y letra que vivía en un sinvivir (y tan alta vida esperaba que moría porque no moría), pues nadie da pistas fiables, seguras, de por dónde va a ir ni en qué quedará la susodicha reforma. Sólo está claro que, si sale con barbas, será asimilada a San Antón; si sale sin ellas, a la Purísima Concepción (con perdón).
Actualmente, la reforma laboral es una sartén que sostiene por su mango el presidente del Gobierno de la Nación, José Luis Rodríguez Zapatero. Nadie sabe a ciencia cierta si irá con ella hasta el tope o hasta el peto, o sea, a un consenso de máximos o a un acuerdo de mínimos. Al jefe del Ejecutivo, es verdad, le basta con cumplir la palabra que dio a los agentes sociales de no legislar nada que no fuera apoyado o secundado por todos, y el compromiso electoral que el PSOE había adquirido con sus votantes de reducir la temporalidad y mejorar la calidad del empleo.
Hoy, lunes, 9 de enero de 2006, se retoman las rondas de conversaciones para tratar de esquivar y/o quitar los escollos colocados por unos, los empresarios; para procurar sortear y/o eliminar los torbellinos puestos por otros, los sindicatos, en torno al contrato de fomento del empleo o el nuevo contrato temporal.
Ojalá la reforma nazca con vocación de tal, progrese paulatinamente y logre el objetivo de que entre todos se consiga pactar un mercado laboral más flexible, dinámico, competente y productivo, pero, sin la voluntad de acuerdo de la patronal y los sindicatos, la reforma laboral acaso resulte otro fracaso de tomo y lomo, pues quizá quede en nada, agua de borrajas o cerrajas, quiero decir, papel mojado.
Ángel Sáez García
“Concordia minima crescunt, discordia maxima dilabuntur” (“Con concordia las cosas mínimas crecen; con discordia las máximas se derrumban”).
Cayo Cornelio Tácito
Si la reforma laboral tuviera vida y consciencia propias, tal vez le aconteciera (o se le ocurriera pensar) lo que se le pasaba por el pesquis a Santa Teresa de Jesús, quien, según cuentan, gustaba airear, confesar y escribir de su puño y letra que vivía en un sinvivir (y tan alta vida esperaba que moría porque no moría), pues nadie da pistas fiables, seguras, de por dónde va a ir ni en qué quedará la susodicha reforma. Sólo está claro que, si sale con barbas, será asimilada a San Antón; si sale sin ellas, a la Purísima Concepción (con perdón).
Actualmente, la reforma laboral es una sartén que sostiene por su mango el presidente del Gobierno de la Nación, José Luis Rodríguez Zapatero. Nadie sabe a ciencia cierta si irá con ella hasta el tope o hasta el peto, o sea, a un consenso de máximos o a un acuerdo de mínimos. Al jefe del Ejecutivo, es verdad, le basta con cumplir la palabra que dio a los agentes sociales de no legislar nada que no fuera apoyado o secundado por todos, y el compromiso electoral que el PSOE había adquirido con sus votantes de reducir la temporalidad y mejorar la calidad del empleo.
Hoy, lunes, 9 de enero de 2006, se retoman las rondas de conversaciones para tratar de esquivar y/o quitar los escollos colocados por unos, los empresarios; para procurar sortear y/o eliminar los torbellinos puestos por otros, los sindicatos, en torno al contrato de fomento del empleo o el nuevo contrato temporal.
Ojalá la reforma nazca con vocación de tal, progrese paulatinamente y logre el objetivo de que entre todos se consiga pactar un mercado laboral más flexible, dinámico, competente y productivo, pero, sin la voluntad de acuerdo de la patronal y los sindicatos, la reforma laboral acaso resulte otro fracaso de tomo y lomo, pues quizá quede en nada, agua de borrajas o cerrajas, quiero decir, papel mojado.
Ángel Sáez García