Ayer se enfrentaron Paul Krugman, premio Nobel de Economía de 2008, y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, al analizar la crisis económica y los efectos que la misma tiene sobre España. En un desayuno de trabajo, el economista y el político debatieron sin ponerse de acuerdo, reflejando el primero pesimismo y rigor ciéntifico en su análisis, mientras que el político hizo gala de su conocido optimismo enfermizo, una postura que cada día produce más inseguridad y escalofríos.
Krugman afirmó que la situación de la economía española es muy grave y explicó a Zapatero que las perspectivas de la economía española son «extremadamente dolorosas». Y desde su conocimiento económico le aconsejó poner en marcha «políticas drásticas» porque «las convencionales», esto es las aprobadas hasta ahora, no sirven para nada: «Necesitamos soluciones diferentes y es preciso que los políticos se den cuenta de ello», dijo con posterioridad en el Foro Innovae.
En el caso concreto de España, el Premio Nobel dijo España ya no atrae la inversión extranjera como antes y que las previsiones económicas del FMI se han quedado cortas, porque «le esperan unos años muy malos y la situación será cada vez más dolorosa».
Ante esos análisis demoledores, todo un repaso crítico a la inútil política anticrisis del gobierno, Zapatero recurrió a su optimismo, avanzando que su Gobierno aprobará «en las próximas semanas» reformas estructurales económicas.
Zapatero dijo a Krugman que prefiere convertir los reveses en oportunidades y que es el momento de cambiar el enfoque y la orientación de la economía española, concentrándola en la innovación y el desarrollo científico y tecnológico. El premio nobel no salía de su asombro ante las palabras de Zapatero y puso cara de poker mientras escuchaba el increíble sueño del presidente: un tránsito acelerado y profundo desde el ladrillo a la alta tecnología, incluyendo mejoras en la productividad de sectores fundamentales como el transporte, la energía, las telecomunicaciones, los servicios y la administración.
Krugman, tal vez por educación, no quiso mencionar ante Zapatero uno de los ejes de su tradicional y pesimista análisis sobre la economía española, el del monstruoso e insostenible Estado español, el más pesado, costoso y nutrido de personal de toda Europa y uno de los más hipertrofiados del mundo, todo un lastre insoportable que imposibilita el despegue de la economía, un drama gunuino de España, de proporciones gigantescas, que Zapatero ni siquiera mencionó en su análisis.
Krugman afirmó que la situación de la economía española es muy grave y explicó a Zapatero que las perspectivas de la economía española son «extremadamente dolorosas». Y desde su conocimiento económico le aconsejó poner en marcha «políticas drásticas» porque «las convencionales», esto es las aprobadas hasta ahora, no sirven para nada: «Necesitamos soluciones diferentes y es preciso que los políticos se den cuenta de ello», dijo con posterioridad en el Foro Innovae.
En el caso concreto de España, el Premio Nobel dijo España ya no atrae la inversión extranjera como antes y que las previsiones económicas del FMI se han quedado cortas, porque «le esperan unos años muy malos y la situación será cada vez más dolorosa».
Ante esos análisis demoledores, todo un repaso crítico a la inútil política anticrisis del gobierno, Zapatero recurrió a su optimismo, avanzando que su Gobierno aprobará «en las próximas semanas» reformas estructurales económicas.
Zapatero dijo a Krugman que prefiere convertir los reveses en oportunidades y que es el momento de cambiar el enfoque y la orientación de la economía española, concentrándola en la innovación y el desarrollo científico y tecnológico. El premio nobel no salía de su asombro ante las palabras de Zapatero y puso cara de poker mientras escuchaba el increíble sueño del presidente: un tránsito acelerado y profundo desde el ladrillo a la alta tecnología, incluyendo mejoras en la productividad de sectores fundamentales como el transporte, la energía, las telecomunicaciones, los servicios y la administración.
Krugman, tal vez por educación, no quiso mencionar ante Zapatero uno de los ejes de su tradicional y pesimista análisis sobre la economía española, el del monstruoso e insostenible Estado español, el más pesado, costoso y nutrido de personal de toda Europa y uno de los más hipertrofiados del mundo, todo un lastre insoportable que imposibilita el despegue de la economía, un drama gunuino de España, de proporciones gigantescas, que Zapatero ni siquiera mencionó en su análisis.