Ha cambiado el viejo Andalucismo, abandonado por los andaluces por haberse convertido en nido de traiciones, ambiciones y manipulaciones, por un moderno Foro Ciudadano de Jerez cuyos estatutos y reglas son de una pureza democrática sorprendente. Sus palabras satisfacen a la audiencia y confirman que el Pacheco que retorna a la política, después de haber sido alcalde durante 24 años, parece muy distinto a aquel que se marchó a su casa, tras haber sido abandonado por muchos de los suyos en las urnas.
Él explica que ha leído mucho en los últimos años y que ha reflexionado tanto que ve hoy claro que "todos los males de la democracia se solucionan con más democracia". En concordancia con esa sentencia, no se presenta en representación de un partido político sino de un foro libre de ciudadanos y sus primeras promesas han sido prometer que no contratará asesores y que prescindirá del sueldo de alcalde y del coche oficial.
Algunos jerezanos demócratas comentan que escuchar hablar al nuevo Pacheco es una delicia. Su lenguaje es cívico y de una gran pulcritud democrática. El único problema es que muchos no le creen, no sólo porque en el pasado fue un político más, parecido a los que hoy están asolando España, sino porque los españoles han perdido ya la fe y la confianza en los políticos y nadie se atreve a creerles.
"Quiero hacer que la gente vuelva a creer en mi y en la democracia", le ha dicho al periodista de "El Mundo", que le entrevistó recientemente, al que sorprendio también cuando le dijo: "Noto un hastío hacia los políticos preocupante, que puede perjudicar al sistema democrático".
El diario "El País" le llama "El político irreverente", una irreverencia de la que ya dio muestra cuando denunció en los años 80 que "la Justicia, en España, es un cachondeo" o cuando llamó "soplapollas" a Alfonso Guerra, un profesional del oficialismo, sentado en su poltrona desde hace décadas. El mismo periódico resalta que su frase favorita es la que pronunció Martín Luther King, "Si alguien se te sube a la espalda es porque antes has doblado la rodilla", ante la que Pacheco afirma: "Nunca me he doblegado. Nunca le he movido el rabito a ningún comisario político".
No promete milagros sino esfuerzo colectivo y toda su experiencia al servicio de una ciudad que, durante su mandato, llegó a ser la más pujante de España y que hoy, tras haber "padecido" los mandatos del PP y del PSOE al frente de su Alcaldía, se ha convertido "en un villorrio" marcado por el desempleo, el avance de la pobreza y, lo que quizás sea más grave y profundo: la infelicidad y la tristeza de muchos de sus ciudadanos.
Su sueño es consolidar la democracia en la ciudad de Jerez y, en el futuro, si se dan las condiciones, expandir esa democracia por toda Andalucía y España. Cree que de la crisis sólo puede salirse con el concurso y la participación de los ciudadanos y piensa también que los partidos políticos son organizaciones obsoletas, sin ciudadanos y sin sitio en las sociedades modernas democráticas. No se atreve todavía a decirlo, pero lo confiesa a sus amigos: si la experiencia del Foro de Jerez cuaja, pronto habrá otros muchos foros ciudadanos disputándole a los partidos el oscuro y siniestro monopolio que ejercen sobre la representación ciudadana en la política española.
El "manifiesto Constituyente" del Foro Ciudadano de Jerez, por el que Pacheco se presenta como candidato, recientemente publicado, es un documento avanzado y de una pureza democrática fuera de toda duda. En uno de sus atrevidos párrafos, dice: "La clave del problema quizá resida en el concepto de representatividad. Los políticos defienden algo tan indefendible como que los representantes elegidos por el pueblo tienen libertad total para tomar decisiones y gobernar, mientras que los demócratas y rebeldes creen que la representatividad debe entenderse de otro modo y que los representantes, para seguir siéndolo, deben ganarse constantemente ese derecho a representar ante los ciudadanos que les han elegido y que poseen el derecho a controlarlos ( y evaluarlos constantemente, no solo en época de elecciones)."
En una Andalucía sumida en el desánimo y en la pugna entre dos viejos partidos que se parecen demasiado, el PSOE y el PP, ambos militando en la más dura partitocracia sin ciudadanos, Pacheco representa, quizás, el único aire fresco del panorama y la única sorpresa optimista ante las cansinas urnas.
Él explica que ha leído mucho en los últimos años y que ha reflexionado tanto que ve hoy claro que "todos los males de la democracia se solucionan con más democracia". En concordancia con esa sentencia, no se presenta en representación de un partido político sino de un foro libre de ciudadanos y sus primeras promesas han sido prometer que no contratará asesores y que prescindirá del sueldo de alcalde y del coche oficial.
Algunos jerezanos demócratas comentan que escuchar hablar al nuevo Pacheco es una delicia. Su lenguaje es cívico y de una gran pulcritud democrática. El único problema es que muchos no le creen, no sólo porque en el pasado fue un político más, parecido a los que hoy están asolando España, sino porque los españoles han perdido ya la fe y la confianza en los políticos y nadie se atreve a creerles.
"Quiero hacer que la gente vuelva a creer en mi y en la democracia", le ha dicho al periodista de "El Mundo", que le entrevistó recientemente, al que sorprendio también cuando le dijo: "Noto un hastío hacia los políticos preocupante, que puede perjudicar al sistema democrático".
El diario "El País" le llama "El político irreverente", una irreverencia de la que ya dio muestra cuando denunció en los años 80 que "la Justicia, en España, es un cachondeo" o cuando llamó "soplapollas" a Alfonso Guerra, un profesional del oficialismo, sentado en su poltrona desde hace décadas. El mismo periódico resalta que su frase favorita es la que pronunció Martín Luther King, "Si alguien se te sube a la espalda es porque antes has doblado la rodilla", ante la que Pacheco afirma: "Nunca me he doblegado. Nunca le he movido el rabito a ningún comisario político".
No promete milagros sino esfuerzo colectivo y toda su experiencia al servicio de una ciudad que, durante su mandato, llegó a ser la más pujante de España y que hoy, tras haber "padecido" los mandatos del PP y del PSOE al frente de su Alcaldía, se ha convertido "en un villorrio" marcado por el desempleo, el avance de la pobreza y, lo que quizás sea más grave y profundo: la infelicidad y la tristeza de muchos de sus ciudadanos.
Su sueño es consolidar la democracia en la ciudad de Jerez y, en el futuro, si se dan las condiciones, expandir esa democracia por toda Andalucía y España. Cree que de la crisis sólo puede salirse con el concurso y la participación de los ciudadanos y piensa también que los partidos políticos son organizaciones obsoletas, sin ciudadanos y sin sitio en las sociedades modernas democráticas. No se atreve todavía a decirlo, pero lo confiesa a sus amigos: si la experiencia del Foro de Jerez cuaja, pronto habrá otros muchos foros ciudadanos disputándole a los partidos el oscuro y siniestro monopolio que ejercen sobre la representación ciudadana en la política española.
El "manifiesto Constituyente" del Foro Ciudadano de Jerez, por el que Pacheco se presenta como candidato, recientemente publicado, es un documento avanzado y de una pureza democrática fuera de toda duda. En uno de sus atrevidos párrafos, dice: "La clave del problema quizá resida en el concepto de representatividad. Los políticos defienden algo tan indefendible como que los representantes elegidos por el pueblo tienen libertad total para tomar decisiones y gobernar, mientras que los demócratas y rebeldes creen que la representatividad debe entenderse de otro modo y que los representantes, para seguir siéndolo, deben ganarse constantemente ese derecho a representar ante los ciudadanos que les han elegido y que poseen el derecho a controlarlos ( y evaluarlos constantemente, no solo en época de elecciones)."
En una Andalucía sumida en el desánimo y en la pugna entre dos viejos partidos que se parecen demasiado, el PSOE y el PP, ambos militando en la más dura partitocracia sin ciudadanos, Pacheco representa, quizás, el único aire fresco del panorama y la única sorpresa optimista ante las cansinas urnas.