Se niegan a bajar los impuestos para reactivar la economía deprimida, no quieren conceder una moratoria del IVA a las empresas situadas al borde del abismo y parecen preferir la ruina de España antes que renunciar a sus privilegios e ingresos como "casta" política. Nuestros políticos están decepcionando a la ciudadanía en esta crisis, no porque no sepan hacer frente al drama de la recesión y la pobreza, sino porque están demostrando una despreciable insensibilidad ante el sufrimiento del pueblo y una voracidad recaudadora insensata y dañina.
Los tres millones de parados que ya hay en la antes próspera España no son solo víctimas de la crisis sino también del mal gobierno.
En lugar de facilitar el crédito y bajar los impuestos, única receta garantizada para reactivar la economía y evitar que las empresas cierren en masa y que miles de trabajadores engrosen cada día las filas del desempleo y la pobreza, han decidido que el Estado sea el gran empresario de la nación, el único con dinero en una país acosado por la crisis. Hablan de "Inversión productiva" del Estado, pero ocultan que esa receta nunca ha funcionado y que en los países donde se ha desplegado, en la URSS de Stalin, en la China de Mao o en la Cuna de Fidel, sólo ha generado pobreza, opresión e infelicidad.
Para colmo de males, con el fin de disponer de dinero fresco y abundante, se están endeudando y ya han hipotecado la riqueza de las tres próximas generaciones de españoles. El año próximo sobrepasarán los límites permitidos por la Unión Europea y hasta podríamos ser expulsados del Euro.
Dicen que son demócratas, pero en realidad tienen el vicio de la avaricia y son incapaces de renunciar a sus ingresos, con los que mantienen sus privilegios y ventajas. Son tan descarados y arrogantes que siguen ayudando a sus amigos con dinero público, subiéndose los sueldos y comprando coches de lujo, mientras que sus conciudadanos sienten el acoso de la crisis y miles de ellos tienen que acudir cada día a los comedores de caridad.
No sólo se niegan a bajar los impuestos sino que los están subiendo sin declararlo, utilizando trucos y puertas traseras, subiendo las tasas y lanzando contra el ciudadano y las empresas a enjambres de inspectores y de policías con órdenes de multar y sancionar.
Pero la razón termina siempre por imponerse y ya están probando su propia medicina. Una sociedad empobrecida, a la que ellos aplastan cada día un poco mas, difícilmente puede pagar impuestos. Los tributos han descendido casi un 20 por ciento en 2008 y los procedentes de los beneficios de las empresas en más de un 50 por ciento.
Están desesperados porque no saben vivir sin dinero y no son capaces de asumir la austeridad. Como criaturas de la opulencia, el poder y el privilegio, están acostumbrados a contemplar el mundo desde las alturas y se niegan a descender hasta la dura vida diaira de los ciudadanos.
Ellos saben que sus sueldos y privilegios están a salvo, al igual que su poder, porque tienen la fuerza de su parte y porque los ciudadanos, acobardados y domesticados, se han olvidado que en el pasado fueron libres y rebeldes y ya son incapaces de exigir.
Ignoran voluntariamente que el ejercicio del poder, en democracia, conlleva la obligación de ser ejemplares. Con su Estado lleno de parásitos, con sus subidas de sueldos, con su incapacidad para vivir en la austeridad, con su arrogancia, con su estrecha convivencia con la corrupción y con sus privilegios y lujos, están minando la convivencia y arruinando todavía más la democracia que ellos ya habian degradado.
Hasta han conseguido que dejemos de sentir orgullo al pagar nuestros impuestos. Antes, cuando creíamos que el poder era democrático y limpio, entregábamos nuestos recursos al Estado, voluntariamente y con orgullo, creyendo que serían empleados en construir carreteras o para que funcionaran los mecanismos de igualdad y solidaridad, pero ahora tememos que esos impuestos los empleen en nuevas subidas de sueldos, en nuevos coches de lujo y en más enchufes y privilegios para ellos, sus familiares y amigos.
Si no se reforman y se regeneran, pronto ocurrirá en España como en la Inglaterra del rey Juan sin Tierra, cuando los impuestos eran recaudados por esbirros a golpe de espada, mientras que los ciudadanos aplaudian al delincuente Robin Hood, sólo porque golpeaba al injusto Estado.
Los tres millones de parados que ya hay en la antes próspera España no son solo víctimas de la crisis sino también del mal gobierno.
En lugar de facilitar el crédito y bajar los impuestos, única receta garantizada para reactivar la economía y evitar que las empresas cierren en masa y que miles de trabajadores engrosen cada día las filas del desempleo y la pobreza, han decidido que el Estado sea el gran empresario de la nación, el único con dinero en una país acosado por la crisis. Hablan de "Inversión productiva" del Estado, pero ocultan que esa receta nunca ha funcionado y que en los países donde se ha desplegado, en la URSS de Stalin, en la China de Mao o en la Cuna de Fidel, sólo ha generado pobreza, opresión e infelicidad.
Para colmo de males, con el fin de disponer de dinero fresco y abundante, se están endeudando y ya han hipotecado la riqueza de las tres próximas generaciones de españoles. El año próximo sobrepasarán los límites permitidos por la Unión Europea y hasta podríamos ser expulsados del Euro.
Dicen que son demócratas, pero en realidad tienen el vicio de la avaricia y son incapaces de renunciar a sus ingresos, con los que mantienen sus privilegios y ventajas. Son tan descarados y arrogantes que siguen ayudando a sus amigos con dinero público, subiéndose los sueldos y comprando coches de lujo, mientras que sus conciudadanos sienten el acoso de la crisis y miles de ellos tienen que acudir cada día a los comedores de caridad.
No sólo se niegan a bajar los impuestos sino que los están subiendo sin declararlo, utilizando trucos y puertas traseras, subiendo las tasas y lanzando contra el ciudadano y las empresas a enjambres de inspectores y de policías con órdenes de multar y sancionar.
Pero la razón termina siempre por imponerse y ya están probando su propia medicina. Una sociedad empobrecida, a la que ellos aplastan cada día un poco mas, difícilmente puede pagar impuestos. Los tributos han descendido casi un 20 por ciento en 2008 y los procedentes de los beneficios de las empresas en más de un 50 por ciento.
Están desesperados porque no saben vivir sin dinero y no son capaces de asumir la austeridad. Como criaturas de la opulencia, el poder y el privilegio, están acostumbrados a contemplar el mundo desde las alturas y se niegan a descender hasta la dura vida diaira de los ciudadanos.
Ellos saben que sus sueldos y privilegios están a salvo, al igual que su poder, porque tienen la fuerza de su parte y porque los ciudadanos, acobardados y domesticados, se han olvidado que en el pasado fueron libres y rebeldes y ya son incapaces de exigir.
Ignoran voluntariamente que el ejercicio del poder, en democracia, conlleva la obligación de ser ejemplares. Con su Estado lleno de parásitos, con sus subidas de sueldos, con su incapacidad para vivir en la austeridad, con su arrogancia, con su estrecha convivencia con la corrupción y con sus privilegios y lujos, están minando la convivencia y arruinando todavía más la democracia que ellos ya habian degradado.
Hasta han conseguido que dejemos de sentir orgullo al pagar nuestros impuestos. Antes, cuando creíamos que el poder era democrático y limpio, entregábamos nuestos recursos al Estado, voluntariamente y con orgullo, creyendo que serían empleados en construir carreteras o para que funcionaran los mecanismos de igualdad y solidaridad, pero ahora tememos que esos impuestos los empleen en nuevas subidas de sueldos, en nuevos coches de lujo y en más enchufes y privilegios para ellos, sus familiares y amigos.
Si no se reforman y se regeneran, pronto ocurrirá en España como en la Inglaterra del rey Juan sin Tierra, cuando los impuestos eran recaudados por esbirros a golpe de espada, mientras que los ciudadanos aplaudian al delincuente Robin Hood, sólo porque golpeaba al injusto Estado.