Nuestras fuerzas armadas, mal pagadas, son escasas y carecen de los efectivos suficientes para hacer frente a las numerosas obligaciones internacionales (de paz, nunca de combate) que tanto gustan al gobierno de Zapatero: misiones humanitarias, de salvación, de rescate, de paz y de interposición. Como en España faltan soldados pero sobran asesores y enchufados inútiles en las distintas y obesas administraciones públicas, nuestra “idea para la crisis” es reciclarlos y crear con ellos relucientes brigadas de paz.
Tan sólo el presidente de la Diputación Provincial de Cádiz tiene 14 asesores, con el padre de la ministra Aído (igualdad) a la cabeza. Imaginemos cuantas brigadas y destacamentos podríamos “armar” si juntásemos los enchufados, asesores inútiles, beneficiados de los partidos, paniaguados, amantes, cuñados, primos, expertos en muchas cosas, embuchados (gente con el buche lleno) y demás personal que hoy nutre las diferentes administraciones públicas españolas, una de las mejor dotadas del mundo.
En estos tiempos de crisis, en lugar de reclutar más soldados, podríamos enviar a los conflictos internacionales esas nuevas brigadas de beneficiados, aprovechando su abundancia en esta España, antes opulenta y ahora venida a menos. Como las misiones son pacíficas, no haría falta gastar dinero en entrenamiento militar, ni en equipo sofisticado. Con sólo colocar un uniforme y un casco azul a un asesor o a un enchufado de la Junta de Andalucía o del Ayuntamiento de Madrid, tendríamos un magnífico activista de la paz, con la ventaja añadida de que no gastarían demasiado dinero utilizando sus tarjetas de crédito, sus coches oficiales, sus conexiones a Internet y otros privilegios costeados por el erario público. Al frente de esas brigadas y destacamentos podríamos colocar a diputados, abundantes en los 17 parlamentos autonómicos y en las diputaciones provinciales. Los oficiales y suboficiales podrían ser los concejales, de los que en España hay decenas de miles.
La primera oportunidad para estrenar con brillantez nuestras flamantes brigadas de la paz es Georgia, donde, al parecer, nuestro gobierno pretende enviar un destacamento para que se interponga entre los rusos y los georgianos en la frontera de Osetia del Sur.
Nuestra idea, digan lo que digan, es brillante y reúne todas las condiciones para que el gobierno de Zapatero la adopte en estos difíciles tiempos de crisis. Con los funcionarios superfluos, enchufados, amiguetes, embuchados, mangoletas y demás fauna pueden crearse, según nuestros cálculos, por lo menos tres divisiones, totalmente gratis porque ya cobran sueldos altísimos del Estado en sus actuales puestos, donde apenas tienen funciones que cumplir.
Ya veo a la Ministra Carme Chacón despidiendo a la Primera Brigada de Paniaguados de la Xunta de Galicia o a la “Vice” llorando junto a Manuel Chaves mientras embarcan en los aviones “Hercules” el Tercer Destacamento de Asesores de la Junta de Andalucía, sección Cádiz y Huelva, luciendo sobre el brazo derecho su flamante escudo de armas: un concejal rampante sobre ayuntamiento, con un campo verde de ciudadanos felices sembrado de rosas rojas. El propio Zapatero derramaría lágrimas al despedir al Primer Batallón Vasco de Subvencionados Nacionalistas y al II Cuerpo de Ejército Voluntario de funcionarios sobrantes de la Generalitat y del Ayuntamiento de Barcelona, ambos embarcando juntos en el puerto de Barcelona, en nuestro mejor navío, el Príncipe de Asturias, todos ellos para ayudar a forjar la paz y a cimentar la Alianza de Civilizaciones en este mundo desquiciado.
Tan sólo el presidente de la Diputación Provincial de Cádiz tiene 14 asesores, con el padre de la ministra Aído (igualdad) a la cabeza. Imaginemos cuantas brigadas y destacamentos podríamos “armar” si juntásemos los enchufados, asesores inútiles, beneficiados de los partidos, paniaguados, amantes, cuñados, primos, expertos en muchas cosas, embuchados (gente con el buche lleno) y demás personal que hoy nutre las diferentes administraciones públicas españolas, una de las mejor dotadas del mundo.
En estos tiempos de crisis, en lugar de reclutar más soldados, podríamos enviar a los conflictos internacionales esas nuevas brigadas de beneficiados, aprovechando su abundancia en esta España, antes opulenta y ahora venida a menos. Como las misiones son pacíficas, no haría falta gastar dinero en entrenamiento militar, ni en equipo sofisticado. Con sólo colocar un uniforme y un casco azul a un asesor o a un enchufado de la Junta de Andalucía o del Ayuntamiento de Madrid, tendríamos un magnífico activista de la paz, con la ventaja añadida de que no gastarían demasiado dinero utilizando sus tarjetas de crédito, sus coches oficiales, sus conexiones a Internet y otros privilegios costeados por el erario público. Al frente de esas brigadas y destacamentos podríamos colocar a diputados, abundantes en los 17 parlamentos autonómicos y en las diputaciones provinciales. Los oficiales y suboficiales podrían ser los concejales, de los que en España hay decenas de miles.
La primera oportunidad para estrenar con brillantez nuestras flamantes brigadas de la paz es Georgia, donde, al parecer, nuestro gobierno pretende enviar un destacamento para que se interponga entre los rusos y los georgianos en la frontera de Osetia del Sur.
Nuestra idea, digan lo que digan, es brillante y reúne todas las condiciones para que el gobierno de Zapatero la adopte en estos difíciles tiempos de crisis. Con los funcionarios superfluos, enchufados, amiguetes, embuchados, mangoletas y demás fauna pueden crearse, según nuestros cálculos, por lo menos tres divisiones, totalmente gratis porque ya cobran sueldos altísimos del Estado en sus actuales puestos, donde apenas tienen funciones que cumplir.
Ya veo a la Ministra Carme Chacón despidiendo a la Primera Brigada de Paniaguados de la Xunta de Galicia o a la “Vice” llorando junto a Manuel Chaves mientras embarcan en los aviones “Hercules” el Tercer Destacamento de Asesores de la Junta de Andalucía, sección Cádiz y Huelva, luciendo sobre el brazo derecho su flamante escudo de armas: un concejal rampante sobre ayuntamiento, con un campo verde de ciudadanos felices sembrado de rosas rojas. El propio Zapatero derramaría lágrimas al despedir al Primer Batallón Vasco de Subvencionados Nacionalistas y al II Cuerpo de Ejército Voluntario de funcionarios sobrantes de la Generalitat y del Ayuntamiento de Barcelona, ambos embarcando juntos en el puerto de Barcelona, en nuestro mejor navío, el Príncipe de Asturias, todos ellos para ayudar a forjar la paz y a cimentar la Alianza de Civilizaciones en este mundo desquiciado.