Se está muriendo y pierde a chorros votos y respeto, pero Izquierda Unida quiere morir matando. Antes de resolver sus profundas contradicciones internas, las que le hacen defender a los proetarras en el País Vasco y al nacionalismo extremo en Cataluña, mientras apoyan la lucha sin cuartel contra el terrorismo en Madrid o mendigan un trozo de poder al PSOE en Andalucía, pretenden eliminar el crucifijo y la biblia en los actos públicos.
Con este objetivo, los diputados de IU, Gaspar Llamazares, y de ICV, Joan Herrera, registraron el pasado jueves en el Congreso una solicitud para modificar el protocolo de los actos en los que el presidente del Gobierno, o los ministros, acatan la Constitución mediante la fórmula de la promesa o el juramento, eliminando la presencia en el protocolo de símbolos de la religión católica, estrechamente vinculados desde hace siglos a muchas instituciones españolas
Es un paso más, quizás el último, porque su poder se apaga, abandonado por los votantes españoles, en su lucha sin cuartel contra las viejas costumbres religiosas en España y su ofensiva laicista.
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Llamazares y Herrera consideran que se trata de una «asignatura pendiente» en un país en el que «militares y policías desfilan en procesiones religiosas» y en el que «aún quedan cruces en colegios». Según IU e ICV, el uso y la presencia de los símbolos religiosos carecen de «base legal» y argumentan que el Real Decreto que establece la forma de estos actos de acatamiento de la Constitución, y que permite elegir entre la promesa o el juramento de la Carta Magna, no hace ninguna alusión a los símbolos religiosos. «No es entendible ni justificable que en un Estado aconfesional los ministros juren o prometan el acatamiento de la Constitución ante una Biblia y un crucifijo», apostillan.
Con este objetivo, los diputados de IU, Gaspar Llamazares, y de ICV, Joan Herrera, registraron el pasado jueves en el Congreso una solicitud para modificar el protocolo de los actos en los que el presidente del Gobierno, o los ministros, acatan la Constitución mediante la fórmula de la promesa o el juramento, eliminando la presencia en el protocolo de símbolos de la religión católica, estrechamente vinculados desde hace siglos a muchas instituciones españolas
Es un paso más, quizás el último, porque su poder se apaga, abandonado por los votantes españoles, en su lucha sin cuartel contra las viejas costumbres religiosas en España y su ofensiva laicista.
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Llamazares y Herrera consideran que se trata de una «asignatura pendiente» en un país en el que «militares y policías desfilan en procesiones religiosas» y en el que «aún quedan cruces en colegios». Según IU e ICV, el uso y la presencia de los símbolos religiosos carecen de «base legal» y argumentan que el Real Decreto que establece la forma de estos actos de acatamiento de la Constitución, y que permite elegir entre la promesa o el juramento de la Carta Magna, no hace ninguna alusión a los símbolos religiosos. «No es entendible ni justificable que en un Estado aconfesional los ministros juren o prometan el acatamiento de la Constitución ante una Biblia y un crucifijo», apostillan.
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