Por Zoe Valdés
A los cubanos nos está sucediendo lo que a los rusos en la época en que escapaban del comunismo: afuera nadie les creía. Pero a nosotros nos está pasando peor, porque nosotros nos hemos quedado desfasados en todo, fuera de caja o de molde, fuera de tiempo. Pocos nos entienden; la revolución castrista fracasó como proyecto, pero ha obtenido un sólo triunfo: el hombre nuevo. El hombre nuevo es ese que tan bien retrata el cineasta León Ichaso en su reciente película Paradiso, Son los que vienen de Cuba con el cuchillo entre los dientes, a los que les da lo mismo jinetear que matar, y viven esencialmente del engaño, de la mentira, del trueque y del truco. Son el hombre y la mujer orquesta, hoy son actores o actrices, mañana serán cineastas, pasado devendrán escritores, o pintores; la cosa es vivir del cuento, y hasta dinero le sacan. No leen, ni les interesa leer de manera profunda, leen lo estricto para tener un barniz, y con ese barniz salir al ruedo a encajarle los cuernos a quien se les ponga por delante. Llegan a tu casa, en medio de un domingo, o de cualquier noche, te lloriquean un poco, piden dinero prestado, o que les consigas un trabajo, si es una beca, mejor, te sacan ideas, proyectos, te ensalzan con falsedades, te comen a mentiras, lo mismo harán con otros en cuanto te dejen a tí, al rato, en el café más cercano los verás lloriqueando frente a un amante que hicieron viajar desde Barcelona, o desde Japón, o desde la Conchinchina. Dan la mordida o el zarpazo y se largan con su rumba a arañar al próximo que ya tienen en mirilla.
En cuanto poseen un pasaporte (cosa fácil para ellos, lo tramitan desde la cama y sin pagar impuestos), y un trabajito o beca bien remunerados, regresan a Cuba a especular; se compran una casa o se la tumban a alguien. Dicen ellos mismos de sí mismos que se han convertido en personas de culto, qué risa, por dios, qué poca vergüenza y todavía menos modestia, qué estupidez tan inmensa. Y al instante, y lo que resulta más oneroso, se convierten en agentes del régimen. A trabajar para que se hagan concierticos por la paz en la plaza de la revolución, y a contarles a los “ingenuos” que en Cuba todo ha cambiado, que ya debemos pasar página, olvidar y perdonar, qué cínicos, como si ellos vivieran del olvido y del perdón. ¡Qué siniestros y sobre todo, qué indecentes en el peor sentido de la palabra! Yo viví en una época en que incluso la indecencia era tierna, era bajarse los blúmers debajo de una escalera, o hacer el amor en una azotea o apretar en el Malecón. No, ahora la indecencia lleva carnet y es militante castrista, el carnet tiene forma de libro o de cuadro, en la mayoría de las ocasiones; y en sus páginas, como en las telas, se cuentan las mismas ponzoñas que contaron en el pasado sus protagonistas reales; los robots sociolistas empiezan entonces a desenterrar mártires. ¡Pobre gentuza sin vida propia que se aferra a la de los demás para poder existir!
Es probable que Juanes, al inicio, haya sido víctima de esta gente, como Benicio del Toro; aunque al segundo lo conocí y enseguida me olió a ñángara envilecido. Juanes ayer hizo alarde de ubicuidad: Mientras afirmaba en Telesur que lo habían amenazado de muerte y citaba de manera errónea e inculta la frase de Voltaire con la que lo apoyaron en Twitter en lugar de amenazarlo como afirmó, además daba una entrevista a El Nuevo Herald en la que decía que sentía haber dañado a la comunidad cubana de Miami (no ha sido sólo a la de Miami a la que ha ofendido, ha sido a la del mundo), y también se presentaba en un concierto en Nueva York “arropado”, acuñó la prensa, de cantantes que lo apoyaron, defendieron, y resguardaron ¿de quiénes? De nosotros ¡faltaría más! De los malos de la película, de”los verdugos”, del exilio histérico, etc. ¡Qué indecencia! Así que él va a cantarle a una dictadura que ha asesinado vilmente a cientos de miles de inocentes, ha metido en la cárcel a otros tantos de miles, ha expulsado al exilio al veinte por ciento de la población, usa la pena de muerte cada vez que le sale de las verijas, para colmo, el concierto se lo organizan y amparan dos desalmados que firmaron una carta de apoyo a la pena de muerte contra tres jóvenes negros que sólo intentaban irse de ese país de basura, y ahora resulta que Juanes es la víctima del exilio y nosotros los verdugos. ¡Qué descaro tan insoportable!
Entonces le vi las cejas a Juanes, tiene las mismas cejas de Zapatero y que las de Obama; las mismas que las de Castro. Entonces me di cuenta que Juanes es otro de los que ha salido con el cuchillo entre los dientes, pagado por Havana Club, el ron castrista robado a Bacardí; Juanes es otro hombre nuevo, de los fabricados fuera, alfabetizado por las necias canciones de Silvio, los discursos del Ché y de Fidel que tanto alabó en un periódico mexicano. Juanes es de la misma estirpe de esa mujer nueva y de ese hombre nuevo cubanos, que salen de Cuba, no por problemas políticos, no, ¡qué va!, ellos salen a jinetearse al mundo bajo control de Gabo y de la Balcells. Dijo Juanes que él no es comunista, no, él es un oportunista, o sea, está en el camino correcto para devenir comunista, y comunista de los rastreros, de los representantes de la crueldad, de los voceros conscientes que están siendo mensajeros del horror. A eso me refiero, a la inmoralidad de pensamiento, a la acción cochina.
Pero quiero adelantarles algo, amigos míos, en esta guerra hemos perdido los que amamos la libertad. Porque en esta guerra -como bien dice Juan Abreu-, ellos hablan de paz, se llenan las bocas para hablar de paz. Y con la careta de la paz van ensuciando la libertad y cagándose en nuestros muertos, con toda la pompa y el ruido ensordecedor de una música para imbéciles. No estamos tratando aquí con gente decente, estamos frente a delincuentes, a gente que lo único que les vale es la pasta, los millones, frente a capitalistas millonarios disfrazados de mendigos, como Manu Chao y compañía, con pañuelito palestino al cuello, y tatuajes del Ché hasta en los párpados, estamos tratando con extremistas de izquierda, que son idénticos a los extremistas de derecha. Y ellos saben que lo que vende es eso, por eso se aferran al miserabilismo de izquierda, a una paz de pacotilla, a una paz manchada de sangre, a una paz en la que ni ellos mismos creen, porque nunca han vivido el terror, jamás lo sintieron en carne propia.
Estamos ante la indecencia más asquerosa que jamás se haya visto, la de los sucios de espíritu y de corazón.
A los cubanos nos está sucediendo lo que a los rusos en la época en que escapaban del comunismo: afuera nadie les creía. Pero a nosotros nos está pasando peor, porque nosotros nos hemos quedado desfasados en todo, fuera de caja o de molde, fuera de tiempo. Pocos nos entienden; la revolución castrista fracasó como proyecto, pero ha obtenido un sólo triunfo: el hombre nuevo. El hombre nuevo es ese que tan bien retrata el cineasta León Ichaso en su reciente película Paradiso, Son los que vienen de Cuba con el cuchillo entre los dientes, a los que les da lo mismo jinetear que matar, y viven esencialmente del engaño, de la mentira, del trueque y del truco. Son el hombre y la mujer orquesta, hoy son actores o actrices, mañana serán cineastas, pasado devendrán escritores, o pintores; la cosa es vivir del cuento, y hasta dinero le sacan. No leen, ni les interesa leer de manera profunda, leen lo estricto para tener un barniz, y con ese barniz salir al ruedo a encajarle los cuernos a quien se les ponga por delante. Llegan a tu casa, en medio de un domingo, o de cualquier noche, te lloriquean un poco, piden dinero prestado, o que les consigas un trabajo, si es una beca, mejor, te sacan ideas, proyectos, te ensalzan con falsedades, te comen a mentiras, lo mismo harán con otros en cuanto te dejen a tí, al rato, en el café más cercano los verás lloriqueando frente a un amante que hicieron viajar desde Barcelona, o desde Japón, o desde la Conchinchina. Dan la mordida o el zarpazo y se largan con su rumba a arañar al próximo que ya tienen en mirilla.
En cuanto poseen un pasaporte (cosa fácil para ellos, lo tramitan desde la cama y sin pagar impuestos), y un trabajito o beca bien remunerados, regresan a Cuba a especular; se compran una casa o se la tumban a alguien. Dicen ellos mismos de sí mismos que se han convertido en personas de culto, qué risa, por dios, qué poca vergüenza y todavía menos modestia, qué estupidez tan inmensa. Y al instante, y lo que resulta más oneroso, se convierten en agentes del régimen. A trabajar para que se hagan concierticos por la paz en la plaza de la revolución, y a contarles a los “ingenuos” que en Cuba todo ha cambiado, que ya debemos pasar página, olvidar y perdonar, qué cínicos, como si ellos vivieran del olvido y del perdón. ¡Qué siniestros y sobre todo, qué indecentes en el peor sentido de la palabra! Yo viví en una época en que incluso la indecencia era tierna, era bajarse los blúmers debajo de una escalera, o hacer el amor en una azotea o apretar en el Malecón. No, ahora la indecencia lleva carnet y es militante castrista, el carnet tiene forma de libro o de cuadro, en la mayoría de las ocasiones; y en sus páginas, como en las telas, se cuentan las mismas ponzoñas que contaron en el pasado sus protagonistas reales; los robots sociolistas empiezan entonces a desenterrar mártires. ¡Pobre gentuza sin vida propia que se aferra a la de los demás para poder existir!
Es probable que Juanes, al inicio, haya sido víctima de esta gente, como Benicio del Toro; aunque al segundo lo conocí y enseguida me olió a ñángara envilecido. Juanes ayer hizo alarde de ubicuidad: Mientras afirmaba en Telesur que lo habían amenazado de muerte y citaba de manera errónea e inculta la frase de Voltaire con la que lo apoyaron en Twitter en lugar de amenazarlo como afirmó, además daba una entrevista a El Nuevo Herald en la que decía que sentía haber dañado a la comunidad cubana de Miami (no ha sido sólo a la de Miami a la que ha ofendido, ha sido a la del mundo), y también se presentaba en un concierto en Nueva York “arropado”, acuñó la prensa, de cantantes que lo apoyaron, defendieron, y resguardaron ¿de quiénes? De nosotros ¡faltaría más! De los malos de la película, de”los verdugos”, del exilio histérico, etc. ¡Qué indecencia! Así que él va a cantarle a una dictadura que ha asesinado vilmente a cientos de miles de inocentes, ha metido en la cárcel a otros tantos de miles, ha expulsado al exilio al veinte por ciento de la población, usa la pena de muerte cada vez que le sale de las verijas, para colmo, el concierto se lo organizan y amparan dos desalmados que firmaron una carta de apoyo a la pena de muerte contra tres jóvenes negros que sólo intentaban irse de ese país de basura, y ahora resulta que Juanes es la víctima del exilio y nosotros los verdugos. ¡Qué descaro tan insoportable!
Entonces le vi las cejas a Juanes, tiene las mismas cejas de Zapatero y que las de Obama; las mismas que las de Castro. Entonces me di cuenta que Juanes es otro de los que ha salido con el cuchillo entre los dientes, pagado por Havana Club, el ron castrista robado a Bacardí; Juanes es otro hombre nuevo, de los fabricados fuera, alfabetizado por las necias canciones de Silvio, los discursos del Ché y de Fidel que tanto alabó en un periódico mexicano. Juanes es de la misma estirpe de esa mujer nueva y de ese hombre nuevo cubanos, que salen de Cuba, no por problemas políticos, no, ¡qué va!, ellos salen a jinetearse al mundo bajo control de Gabo y de la Balcells. Dijo Juanes que él no es comunista, no, él es un oportunista, o sea, está en el camino correcto para devenir comunista, y comunista de los rastreros, de los representantes de la crueldad, de los voceros conscientes que están siendo mensajeros del horror. A eso me refiero, a la inmoralidad de pensamiento, a la acción cochina.
Pero quiero adelantarles algo, amigos míos, en esta guerra hemos perdido los que amamos la libertad. Porque en esta guerra -como bien dice Juan Abreu-, ellos hablan de paz, se llenan las bocas para hablar de paz. Y con la careta de la paz van ensuciando la libertad y cagándose en nuestros muertos, con toda la pompa y el ruido ensordecedor de una música para imbéciles. No estamos tratando aquí con gente decente, estamos frente a delincuentes, a gente que lo único que les vale es la pasta, los millones, frente a capitalistas millonarios disfrazados de mendigos, como Manu Chao y compañía, con pañuelito palestino al cuello, y tatuajes del Ché hasta en los párpados, estamos tratando con extremistas de izquierda, que son idénticos a los extremistas de derecha. Y ellos saben que lo que vende es eso, por eso se aferran al miserabilismo de izquierda, a una paz de pacotilla, a una paz manchada de sangre, a una paz en la que ni ellos mismos creen, porque nunca han vivido el terror, jamás lo sintieron en carne propia.
Estamos ante la indecencia más asquerosa que jamás se haya visto, la de los sucios de espíritu y de corazón.