La ignorancia señorea las fibras sociales, los valores tradicionales y morales, minados, duermen escorados en el olvido, la incultura y la escasa formación exhiben su penuria, sin la humildad del reconocimiento.
“Cuadrilla de golfos, dice Pérez Reverte, apandadores, unos y otros. Refraneros casticistas analfabetos de la derecha. Demagogos iletrados de la izquierda. Gobernantes y presidentes. Jefes y acólitos de la patética oposición. Secretarios generales de partidos nacionales o de partidos autonómicos. Ministros y ex ministros –aquí matizaré ministros y ministras– de Educación y Cultura. Consejeros varios. Etcétera. No quiero que acabe el mes sin mentaros –el tuteo es deliberado– a la madre. Y me refiero a la madre de todos cuantos habéis tenido en vuestras manos infames la enseñanza pública en los últimos veinte o treinta años. De cuantos hacéis posible que este autocomplaciente país de mierda sea un país de más mierda todavía. De vosotros, torpes irresponsables, que extirpasteis de las aulas el latín, el griego, la Historia, la Literatura, la Geografía, el análisis inteligente, la capacidad de leer y por tanto de comprender el mundo, ciencias incluidas. De quienes, por incompetencia y desvergüenza, sois culpables de que España figure entre los países más incultos de Europa, nuestros jóvenes carezcan de comprensión lectora, los colegios privados se distancien cada vez más de los públicos en calidad de enseñanza, y los alumnos estén por debajo de la media en todas las materias evaluadas. Pero lo peor no es eso. Lo que me hace hervir la sangre es vuestra arrogante impunidad, vuestra ausencia de autocrítica y vuestra cateta contumacia” (Art.: PERMITIDME TUTEAROS, IMBÉCILES).
El Libro de la Sabiduría exhorta a buscar la sabiduría, personificada por una joven hermosa que solicita amor: «Radiante e inmarcesible es la sabiduría; fácilmente la ven los que la aman y la encuentran los que la buscan» (Sab 6,12-17). Lamentablemente, hay muchos que no pueden ni siquiera imaginar que el saber esté junto a su puerta, llamando y esperando para amarlos. "Esconder la ignorancia es hacerla crecer” decía Gandhi y, a su vez, A. Einstein añade: “Sólo una vida vivida para los demás merece ser vivida”. ¡Cuán necesario se ve hoy que los dirigentes de la tierra respondan y le abran sus puertas de palacios y lujos! El bien común no requiere boato, sino el abrazo de la sabiduría. Otro cantar sería, si se dejaran hechizar y embelesar por tal esposa. La sabiduría llama a los gobernantes de la tierra a que la escuchen y, pues, son los responsables más directos del gobierno del mundo, quiere inculcarles una manera completamente nueva y revolucionaria de regir los pueblos: “Soberanos de las naciones, respetad la sabiduría” (6,21).
La sociedad está fundada en el poder y en el dinero. Pero, ya se sabe, no se puede servir a dos señores. Todas estas máximas suelen quedar ignoradas e inoperantes, pues los poderosos no son siempre seguidores de la sabiduría. Sin embargo, la prudencia y saber, asumidos, pueden dar un vuelco a la historia. Si no se cambia por completo la escala de valores, no se puede captar el sentido profundo de los dictados de la bella joven. Sólo se acepta lo que agrada y lo que justifica las posiciones, a que uno se agarra con obstinación. El hombre justo entronca unos valores que los poderosos consideran ridículos y utópicos. Estos muchos sabios son la salvaguarda del mundo. Son «sabios» los discípulos de la Sabiduría.
C. Mudarra
“Cuadrilla de golfos, dice Pérez Reverte, apandadores, unos y otros. Refraneros casticistas analfabetos de la derecha. Demagogos iletrados de la izquierda. Gobernantes y presidentes. Jefes y acólitos de la patética oposición. Secretarios generales de partidos nacionales o de partidos autonómicos. Ministros y ex ministros –aquí matizaré ministros y ministras– de Educación y Cultura. Consejeros varios. Etcétera. No quiero que acabe el mes sin mentaros –el tuteo es deliberado– a la madre. Y me refiero a la madre de todos cuantos habéis tenido en vuestras manos infames la enseñanza pública en los últimos veinte o treinta años. De cuantos hacéis posible que este autocomplaciente país de mierda sea un país de más mierda todavía. De vosotros, torpes irresponsables, que extirpasteis de las aulas el latín, el griego, la Historia, la Literatura, la Geografía, el análisis inteligente, la capacidad de leer y por tanto de comprender el mundo, ciencias incluidas. De quienes, por incompetencia y desvergüenza, sois culpables de que España figure entre los países más incultos de Europa, nuestros jóvenes carezcan de comprensión lectora, los colegios privados se distancien cada vez más de los públicos en calidad de enseñanza, y los alumnos estén por debajo de la media en todas las materias evaluadas. Pero lo peor no es eso. Lo que me hace hervir la sangre es vuestra arrogante impunidad, vuestra ausencia de autocrítica y vuestra cateta contumacia” (Art.: PERMITIDME TUTEAROS, IMBÉCILES).
El Libro de la Sabiduría exhorta a buscar la sabiduría, personificada por una joven hermosa que solicita amor: «Radiante e inmarcesible es la sabiduría; fácilmente la ven los que la aman y la encuentran los que la buscan» (Sab 6,12-17). Lamentablemente, hay muchos que no pueden ni siquiera imaginar que el saber esté junto a su puerta, llamando y esperando para amarlos. "Esconder la ignorancia es hacerla crecer” decía Gandhi y, a su vez, A. Einstein añade: “Sólo una vida vivida para los demás merece ser vivida”. ¡Cuán necesario se ve hoy que los dirigentes de la tierra respondan y le abran sus puertas de palacios y lujos! El bien común no requiere boato, sino el abrazo de la sabiduría. Otro cantar sería, si se dejaran hechizar y embelesar por tal esposa. La sabiduría llama a los gobernantes de la tierra a que la escuchen y, pues, son los responsables más directos del gobierno del mundo, quiere inculcarles una manera completamente nueva y revolucionaria de regir los pueblos: “Soberanos de las naciones, respetad la sabiduría” (6,21).
La sociedad está fundada en el poder y en el dinero. Pero, ya se sabe, no se puede servir a dos señores. Todas estas máximas suelen quedar ignoradas e inoperantes, pues los poderosos no son siempre seguidores de la sabiduría. Sin embargo, la prudencia y saber, asumidos, pueden dar un vuelco a la historia. Si no se cambia por completo la escala de valores, no se puede captar el sentido profundo de los dictados de la bella joven. Sólo se acepta lo que agrada y lo que justifica las posiciones, a que uno se agarra con obstinación. El hombre justo entronca unos valores que los poderosos consideran ridículos y utópicos. Estos muchos sabios son la salvaguarda del mundo. Son «sabios» los discípulos de la Sabiduría.
C. Mudarra