Esa especie de “viento” político que recorre el mundo occidental, consistente en una contumaz destrucción de todo rasgo civilizatorio que las sociedades más avanzadas alberguen, es por un lado el delirio de unos salvajes más próximos a los animales depredadores que al homo sapiens, y al mismo tiempo para toda la humanidad, un anuncio deslumbrante y planetario del fracaso más estrepitoso y la derrota más memorable que hayan sufrido las clases dominantes de todos los siglos. El curso que los acontecimientos internacionales, muestran a todas luces que el capitalismo es un modo productivo extinto y que ahora presenciamos su mera inercia y estertores. Este proceso terminal y definitivo en la base de la economía mundial, se expresa y detecta en las esferas políticas y su cortejo de vicisitudes, ofreciendo simultáneamente a la ciudadanía occidental, una macabra realidad no por novedosa menos impactante y abiertamente bélica.
El sistema capitalista está formado por monopolios mundiales que a su vez se refugian en los Estados Nacionales. Esta configuración contrae por si misma en este abisal estado de cosas, la inevitable pelea de intereses encontrados entre monopolios que al mismo tiempo se transforma en controversia entre naciones. Toda algarabía discursiva que se produce por doquier desde medios poderosos, consiste en una y única cosa, a saber: si hay o no que extinguir a la mayor parte de los seres humanos. Ese debate y sus correspondientes aplicaciones políticas o la ausencia de las mismas, tiene reflejo y presencia en las declaraciones e informaciones públicas realizadas por los mandatarios de toda jaez y gobierno. En esta lid mundial, los más “audaces” son los “zapateristas” de España, tratando de convencer por las buenas o forzosamente, tanto a los demás gobiernos como a los empresarios, de que es “necesaria” una nueva era donde unos pocos vivan a expensas de los que no mueran en un nuevo holocausto de proporciones desconocidas, según sus propios planes. Este programa, incluye como es evidente, la destrucción de la civilización actual. Y toda jerga producida por estos nuevos brujos, cuando no la más zafia mentira, viene a suponer amenaza disimulada con mil excusas, de la expropiación de cualquier bien social; todo envuelto en la siniestra y cínica farsa del consenso. Estos nuevos políticos mundiales han venido demasiado tarde al convite y tienen un sueño demasiado torpe para ser viable y demasiado grande para tan pocas espaldas; aún así, demasiado tiempo están adornando la escena política y vital de la historia humana.
Si se resumiese el desarrollo y las pugnas de estos acontecimientos políticos y sociales, tendríamos:
a) Una corriente minoritaria internacional y “financiera” liderando el proyecto de reducir la población mundial “como sea”.
b) Una resistencia multisectorial y poliédrica mayoritaria y opuesta a esa pretensión, tanto de naciones como de empresas menos “financieras”.
c) Una definitiva incapacidad político-económica para “volver” al Estado de Derecho, la economía de mercado, el libre comercio…
d) Un creciente avance ciudadano que se expresa momentáneamente por resistir esas políticas y sobre todo, por haber alcanzado considerables niveles de conciencia en cantidad y calidad acerca de esta panorámica.
De forma natural, no habiendo otra solución para los capitalistas, el grupo de intereses “clásicos” encarnado en los republicanos, irá retirándose del camino y dejando paso a las tareas de los “progres-socialistas”. A la vez, persistirá en aquel sector la resistencia hasta el mismo momento del desenlace, lo que de forma harto curiosa supone una lucha interna destructora de pertrechos enemigos, sean partidos, instituciones, naciones…, que favorece en gran medida a la imbatible gran potencia de este histórico litigio: la ciudadanía planetaria. En alguna medida, esta guerra repite en una reedición cualitativamente modificada y en un contexto económico-social inmensamente más desarrollado, a la etapa de las revoluciones burguesas, donde contendieron tres proyectos políticos de modelos sociales propietarios: feudales, capitalistas y obreros. Pero además, la táctica o justificaciones de esta casta dominante que anhela su extremaunción, semeja al empleado por Hitler cuando se hacen las correspondientes modificaciones nominales y de pretextos. Otro tanto de los métodos, ensayados oportunamente por el padrecito Stalin.
Nada de todo eso podrá con la vida, la tradición, las costumbres, la historia…y mucho menos con la omnipresencia de las clases medias, verdaderas dueñas del destino humano en el porvenir. Sólo falta a esas muchedumbres adquirir la suficiente conciencia y organización para el combate como hoy ocurre en los Estados Unidos de América y también en otras partes del viejo mundo. Estamos en un tiempo de grandes cambios donde la Acracia tomará un vigoroso cuerpo y vigencia.
The Boston Globe
El sistema capitalista está formado por monopolios mundiales que a su vez se refugian en los Estados Nacionales. Esta configuración contrae por si misma en este abisal estado de cosas, la inevitable pelea de intereses encontrados entre monopolios que al mismo tiempo se transforma en controversia entre naciones. Toda algarabía discursiva que se produce por doquier desde medios poderosos, consiste en una y única cosa, a saber: si hay o no que extinguir a la mayor parte de los seres humanos. Ese debate y sus correspondientes aplicaciones políticas o la ausencia de las mismas, tiene reflejo y presencia en las declaraciones e informaciones públicas realizadas por los mandatarios de toda jaez y gobierno. En esta lid mundial, los más “audaces” son los “zapateristas” de España, tratando de convencer por las buenas o forzosamente, tanto a los demás gobiernos como a los empresarios, de que es “necesaria” una nueva era donde unos pocos vivan a expensas de los que no mueran en un nuevo holocausto de proporciones desconocidas, según sus propios planes. Este programa, incluye como es evidente, la destrucción de la civilización actual. Y toda jerga producida por estos nuevos brujos, cuando no la más zafia mentira, viene a suponer amenaza disimulada con mil excusas, de la expropiación de cualquier bien social; todo envuelto en la siniestra y cínica farsa del consenso. Estos nuevos políticos mundiales han venido demasiado tarde al convite y tienen un sueño demasiado torpe para ser viable y demasiado grande para tan pocas espaldas; aún así, demasiado tiempo están adornando la escena política y vital de la historia humana.
Si se resumiese el desarrollo y las pugnas de estos acontecimientos políticos y sociales, tendríamos:
a) Una corriente minoritaria internacional y “financiera” liderando el proyecto de reducir la población mundial “como sea”.
b) Una resistencia multisectorial y poliédrica mayoritaria y opuesta a esa pretensión, tanto de naciones como de empresas menos “financieras”.
c) Una definitiva incapacidad político-económica para “volver” al Estado de Derecho, la economía de mercado, el libre comercio…
d) Un creciente avance ciudadano que se expresa momentáneamente por resistir esas políticas y sobre todo, por haber alcanzado considerables niveles de conciencia en cantidad y calidad acerca de esta panorámica.
De forma natural, no habiendo otra solución para los capitalistas, el grupo de intereses “clásicos” encarnado en los republicanos, irá retirándose del camino y dejando paso a las tareas de los “progres-socialistas”. A la vez, persistirá en aquel sector la resistencia hasta el mismo momento del desenlace, lo que de forma harto curiosa supone una lucha interna destructora de pertrechos enemigos, sean partidos, instituciones, naciones…, que favorece en gran medida a la imbatible gran potencia de este histórico litigio: la ciudadanía planetaria. En alguna medida, esta guerra repite en una reedición cualitativamente modificada y en un contexto económico-social inmensamente más desarrollado, a la etapa de las revoluciones burguesas, donde contendieron tres proyectos políticos de modelos sociales propietarios: feudales, capitalistas y obreros. Pero además, la táctica o justificaciones de esta casta dominante que anhela su extremaunción, semeja al empleado por Hitler cuando se hacen las correspondientes modificaciones nominales y de pretextos. Otro tanto de los métodos, ensayados oportunamente por el padrecito Stalin.
Nada de todo eso podrá con la vida, la tradición, las costumbres, la historia…y mucho menos con la omnipresencia de las clases medias, verdaderas dueñas del destino humano en el porvenir. Sólo falta a esas muchedumbres adquirir la suficiente conciencia y organización para el combate como hoy ocurre en los Estados Unidos de América y también en otras partes del viejo mundo. Estamos en un tiempo de grandes cambios donde la Acracia tomará un vigoroso cuerpo y vigencia.
The Boston Globe
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