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Ser la comunidad más corrupta de España, la más atrasada y la que más impuestos cobra tiene un elevado precio, que pagan los andaluces y Andalucía como región, cuyo desarrollo y prosperidad están dramáticamente frenados.
Los elevados impuestos andaluces, entre ellos el impopular Impuesto de Sucesiones o "Impuesto a los muertos", como lo llama el pueblo, que ha decidido rebelarse contra ese tributo arbitrario, abusivo y probablemente ilegítimo, junto con otros defectos y carencias de la política socialista andaluza están provocando daños colaterales de gran calado, como la fuga de los ricos y de los emprendedores a otras comunidades donde la voracidad recaudatoria de los gobernantes es menor, un freno a la creación y desarrollo de empresas y un obstáculo para los profesionales de alto nivel, muchos de los cuales renuncian a instalarse en Andalucía.
Recientemente conocí el caso de un ingeniero de Madrid al que una multinacional ofreció un puesto de alta responsabilidad en su sede de Málaga, con jurisdicción sobre toda Andalucía, y respondió a su empresa: "Yo a Andalucía no voy porque si me muero allí, la Junta se queda con mi herencia y perjudico a mi familia". Según me aseguran, hay muchos casos como ese.
El del ingeniero es sólo un ejemplo, pero sintomático y revelador de que los altos impuestos, la burocracia, el intervencionismo excesivo del gobierno andaluz y su enorme densidad y excesivo peso en la sociedad y en la economía espantan la riqueza y ahuyentan a muchos profesionales y emprendedores que podrían contribuir al despegue y el desarrollo de Andalucía, una autonomía que ya tiene enquistados dramas como el desempleo, el atraso económico, la pobreza, el fracaso escolar, la baja calidad de la enseñanza, la voracidad fiscal y una corrupción que ha dejado de ser epidérmica y que invade ya, a través del clientelismo político, hasta las venas y capilares del tejido andaluz.
En tiempo de la Exposición Universal Sevilla 1992 se puso de moda hablar de Andalucía con esperanza e ilusión. Los políticos decían que Andalucía iba a ser "la California de Europa". Llego a decirlo hasta el entonces presidente de la Junta, José Rodríguez de la Borbolla. Hoy, después de tantos episodios de fracaso, falta de alternancia política, degradación de la democracia, escándalos de corrupción y abuso de poder, las ilusiones y esperanzas se han hundido y Andalucía está cada día más lejos de California y más cerca del pobre y conflictivo sur de Italía, de Sicilia o de Calabria, tierra de servilismo, mafias, caciques y mucho miedo al poder.
Francisco Rubiales
Los elevados impuestos andaluces, entre ellos el impopular Impuesto de Sucesiones o "Impuesto a los muertos", como lo llama el pueblo, que ha decidido rebelarse contra ese tributo arbitrario, abusivo y probablemente ilegítimo, junto con otros defectos y carencias de la política socialista andaluza están provocando daños colaterales de gran calado, como la fuga de los ricos y de los emprendedores a otras comunidades donde la voracidad recaudatoria de los gobernantes es menor, un freno a la creación y desarrollo de empresas y un obstáculo para los profesionales de alto nivel, muchos de los cuales renuncian a instalarse en Andalucía.
Recientemente conocí el caso de un ingeniero de Madrid al que una multinacional ofreció un puesto de alta responsabilidad en su sede de Málaga, con jurisdicción sobre toda Andalucía, y respondió a su empresa: "Yo a Andalucía no voy porque si me muero allí, la Junta se queda con mi herencia y perjudico a mi familia". Según me aseguran, hay muchos casos como ese.
El del ingeniero es sólo un ejemplo, pero sintomático y revelador de que los altos impuestos, la burocracia, el intervencionismo excesivo del gobierno andaluz y su enorme densidad y excesivo peso en la sociedad y en la economía espantan la riqueza y ahuyentan a muchos profesionales y emprendedores que podrían contribuir al despegue y el desarrollo de Andalucía, una autonomía que ya tiene enquistados dramas como el desempleo, el atraso económico, la pobreza, el fracaso escolar, la baja calidad de la enseñanza, la voracidad fiscal y una corrupción que ha dejado de ser epidérmica y que invade ya, a través del clientelismo político, hasta las venas y capilares del tejido andaluz.
En tiempo de la Exposición Universal Sevilla 1992 se puso de moda hablar de Andalucía con esperanza e ilusión. Los políticos decían que Andalucía iba a ser "la California de Europa". Llego a decirlo hasta el entonces presidente de la Junta, José Rodríguez de la Borbolla. Hoy, después de tantos episodios de fracaso, falta de alternancia política, degradación de la democracia, escándalos de corrupción y abuso de poder, las ilusiones y esperanzas se han hundido y Andalucía está cada día más lejos de California y más cerca del pobre y conflictivo sur de Italía, de Sicilia o de Calabria, tierra de servilismo, mafias, caciques y mucho miedo al poder.
Francisco Rubiales