La vieja corrupción susanista y el nuevo líder sanchista, Juan Espadas, que se presenta sin haber limpiado el sucio socialismo andaluz
Todo no sigue igual con el nuevo gobierno, pero tampoco ha cambiado demasiado. Andalucía vive una renovación que es parcial e incompleta, tímida y poco contundente, a pesar de que el nivel de suciedad dejado por el socialismo exige sosa caustica y hasta ácido sulfúrico para limpiar la autonomía.
Las auditorias practicadas son de infarto y descubren demasiada suciedad, según ha anticipado el vicepresidente, Juan Marín, de Ciudadanos, olvidando con descaro que él y su partido fueron socios de los socialistas y, en consecuencia, cómplices responsables de muchas de las chorizadas detectadas.
El elenco de suciedades y corrupciones del socialismo gobernante es sobrecogedor y refleja el bajo nivel ético de la política española en general, y del socialismo, en particular. En la lista de canalladas y suciedades, muchas de ellas delictivas, aunque nadie parece dispuesto a castigar a sus responsables, aparecen irregularidades en la contratación, muchos sobresueldos, caos organizativo, duplicidades de funciones y competencias, engorde artificial de la administración, sueldos por encima de la media del mercado, listas negras de empresas y personas, una superestructura desproporcionada, poco operativa, llena de duplicidades y gastos innecesarios, una agencia de colocación para otros entes, externalización frecuente, deficiencia en la gestión, nepotismo, clientelismo y creación abusiva de chiringuitos y reductos inútiles, diseñados como aparcamientos para amigos que saben demasiado o que necesitan ser ayudados por el partido, además de otras decenas de irregularidades y abusos, entre los que sobresalen ayudas mafiosas a sindicatos y organizaciones amigas de la izquierda, como lo demuestran los diez millones de euros que el Tribunal de Cuentas reclama a UGT, el sindicato del PSOE.
Algunos comentaristas políticos, entre ellos Teodoro León Gross, dicen que cuando se conozca el contenido detallado de la corrupción socialista habrá que instalar desfibriladores en las esquinas andaluzas, para socorrer a los chorizos desesperados y desparramados.
Todo indica que el PP soltará informaciones demoledoras sobre la corrupción y abusos de la anterior Junta socialista a medida que se acercan las elecciones, que es cuando hacen más daño.
Otra incógnita a despejar es como escapará Ciudadanos y su líder, Juan Marín, de la corresponsabilidad que tienen en el desastre andaluz, ya que ese partido fue socio de Susana Díaz en el último gobierno socialista y el propio Marín también fue vicepresidente, lo que significa ser responsable de las barbaridades y sociedades cometidas. Marín, a pesar de sus pecados del pasado, ha sido reelegido como líder del agonizante Ciudadanos en Andalucía y candidato de su partido a la presidencia de la Junta, pero el verdadero apoyo que tiene se verá cuando las urnas sean abiertas.
Todo indica que la batalla electoral será planteada por la derecha gobernante en tres frentes principales: el primero es que la anterior Junta socialista fue desastrosa, corrupta y altamente perniciosa para Andalucía; la segunda es que el gobierno de Pedro Sánchez perjudica a Andalucía con la misma intensidad que beneficia, de manera mafiosa y anticonstitucional, a vascos y catalanes, sin otra explicación que pagarle con dinero, concesiones y privilegios su apoyo para mantenerse en el poder; la tercera plataforma es la de los impuestos abusivos que pretende cobrar y ya cobra el socialismo, dañinos para la economía, una política ruinosa diametralmente opuesta a la de bajada de impuestos que pretende imponer la actual Junta, propiciando de ese modo el establecimiento de empresas en Andalucía, la creación de empleo y el avance hacia el bienestar y la prosperidad.
La batalla está servida y los próximos meses prometen ser de gran interés político y electoral con el enfrentamiento a cuchillo corto de dos modelos y concepciones del poder, una de corte liberal e impuestos bajos, impulsada por la derecha, y otra de impuestos elevados y claros matices totalitarios y comunistoides, impulsada por una izquierda que tiene demasiados dramas y lastres en sus filas, sobre toda el de la figura repelente de un Pedro Sánchez, cada día mas odiado por los españoles por sus mentiras, engaños y fracasos.
Tanto la derecha como la izquierda (PP y PSOE) intentarán que los ciudadanos olviden sus pavorosos pasados corruptos y llenos de errores y fracasos. Ambos partidos, con la complicidad de los nacionalistas, han protagonizado la actual decadencia de España, un país que retrocede y pierde riqueza, prestigio e influencia en el mundo, como consecuencia de la corrupción y el mal gobierno.
El PSOE, al elegir como líder regional al alcalde de Sevilla, Juan Espadas, un hombre manchado por la corrupción y con su esposa colocada a dedo por el partido en uno de los chiringuitos más corruptos y repugnantes, no muestra voluntad alguna de regenerarse y apuesta por recuperar el viejo cortijo perdido para seguir expoliando y empujando Andalucía hacia la pobreza y el atraso.
Francisco Rubiales
Las auditorias practicadas son de infarto y descubren demasiada suciedad, según ha anticipado el vicepresidente, Juan Marín, de Ciudadanos, olvidando con descaro que él y su partido fueron socios de los socialistas y, en consecuencia, cómplices responsables de muchas de las chorizadas detectadas.
El elenco de suciedades y corrupciones del socialismo gobernante es sobrecogedor y refleja el bajo nivel ético de la política española en general, y del socialismo, en particular. En la lista de canalladas y suciedades, muchas de ellas delictivas, aunque nadie parece dispuesto a castigar a sus responsables, aparecen irregularidades en la contratación, muchos sobresueldos, caos organizativo, duplicidades de funciones y competencias, engorde artificial de la administración, sueldos por encima de la media del mercado, listas negras de empresas y personas, una superestructura desproporcionada, poco operativa, llena de duplicidades y gastos innecesarios, una agencia de colocación para otros entes, externalización frecuente, deficiencia en la gestión, nepotismo, clientelismo y creación abusiva de chiringuitos y reductos inútiles, diseñados como aparcamientos para amigos que saben demasiado o que necesitan ser ayudados por el partido, además de otras decenas de irregularidades y abusos, entre los que sobresalen ayudas mafiosas a sindicatos y organizaciones amigas de la izquierda, como lo demuestran los diez millones de euros que el Tribunal de Cuentas reclama a UGT, el sindicato del PSOE.
Algunos comentaristas políticos, entre ellos Teodoro León Gross, dicen que cuando se conozca el contenido detallado de la corrupción socialista habrá que instalar desfibriladores en las esquinas andaluzas, para socorrer a los chorizos desesperados y desparramados.
Todo indica que el PP soltará informaciones demoledoras sobre la corrupción y abusos de la anterior Junta socialista a medida que se acercan las elecciones, que es cuando hacen más daño.
Otra incógnita a despejar es como escapará Ciudadanos y su líder, Juan Marín, de la corresponsabilidad que tienen en el desastre andaluz, ya que ese partido fue socio de Susana Díaz en el último gobierno socialista y el propio Marín también fue vicepresidente, lo que significa ser responsable de las barbaridades y sociedades cometidas. Marín, a pesar de sus pecados del pasado, ha sido reelegido como líder del agonizante Ciudadanos en Andalucía y candidato de su partido a la presidencia de la Junta, pero el verdadero apoyo que tiene se verá cuando las urnas sean abiertas.
Todo indica que la batalla electoral será planteada por la derecha gobernante en tres frentes principales: el primero es que la anterior Junta socialista fue desastrosa, corrupta y altamente perniciosa para Andalucía; la segunda es que el gobierno de Pedro Sánchez perjudica a Andalucía con la misma intensidad que beneficia, de manera mafiosa y anticonstitucional, a vascos y catalanes, sin otra explicación que pagarle con dinero, concesiones y privilegios su apoyo para mantenerse en el poder; la tercera plataforma es la de los impuestos abusivos que pretende cobrar y ya cobra el socialismo, dañinos para la economía, una política ruinosa diametralmente opuesta a la de bajada de impuestos que pretende imponer la actual Junta, propiciando de ese modo el establecimiento de empresas en Andalucía, la creación de empleo y el avance hacia el bienestar y la prosperidad.
La batalla está servida y los próximos meses prometen ser de gran interés político y electoral con el enfrentamiento a cuchillo corto de dos modelos y concepciones del poder, una de corte liberal e impuestos bajos, impulsada por la derecha, y otra de impuestos elevados y claros matices totalitarios y comunistoides, impulsada por una izquierda que tiene demasiados dramas y lastres en sus filas, sobre toda el de la figura repelente de un Pedro Sánchez, cada día mas odiado por los españoles por sus mentiras, engaños y fracasos.
Tanto la derecha como la izquierda (PP y PSOE) intentarán que los ciudadanos olviden sus pavorosos pasados corruptos y llenos de errores y fracasos. Ambos partidos, con la complicidad de los nacionalistas, han protagonizado la actual decadencia de España, un país que retrocede y pierde riqueza, prestigio e influencia en el mundo, como consecuencia de la corrupción y el mal gobierno.
El PSOE, al elegir como líder regional al alcalde de Sevilla, Juan Espadas, un hombre manchado por la corrupción y con su esposa colocada a dedo por el partido en uno de los chiringuitos más corruptos y repugnantes, no muestra voluntad alguna de regenerarse y apuesta por recuperar el viejo cortijo perdido para seguir expoliando y empujando Andalucía hacia la pobreza y el atraso.
Francisco Rubiales