Las invernaderos destruidos
Hace dos días escuché a un profesor universitario de Sevilla, buen conocedor de Palestina y frecuente viajero a esa tierra, explicar lo siguiente a un pequeño grupo de colegas:
Israel es lo que ustedes quieran que sea: violento, desproporcionado, cruel, inmisericorde en la guerra, feroz con sus enemigos... pero Hamás es peor, pura escoria, os lo aseguro.
Nadie, ni los propios israelies, discuten hoy el derecho de los palestinos a tener su propio Estado. Sin embargo, debemos recordar que el conflicto actual no es entre Israel y Palestina, sino entre Israel y Hamás, algo muy diferente. Y ese es el dato clave.
Para ilustrar su tesis, nada mejor que el ejemplo siguiente:
En agosto de 2005, en vísperas de la retirada israelí de Gaza, un consorcio de filántropos encabezados por James Wolfensohn, el entonces presidente del Banco Mundial, se movilizó para comprar por 14 millones de dólares los invernaderos pertenecientes a los colonos israelíes. Se trataba de 3.200 invernaderos de última generación y equipados con la más alta tecnología, que producían para el mercado interno de Israel, y exportaban hortalizas, frutas exóticas y flores tempraneras a Europa con un elevado valor agregado.
Muchos miles de palestinos traían a casa su sustento con holgura y honorabilidad. La idea de los donantes -todos judíos de EEUU- era entregar esos 3,5 millones de m² de invernaderos a los palestinos, en un gesto de reconciliación y esperanza de cara a un futuro mejor. Inmediatamente después de que Israel se retirara de la Franja de Gaza hasta el límite internacional, hordas de palestinos enardecidos, azuzados por Hamás, saquearon y destruyeron los invernaderos, llevándose mangueras de riego, bombas de agua y fundas plásticas de protección, hasta reducirlos a escombros. La Autoridad Nacional Palestina no pudo evitar el vandalismo y la destrucción de la fuente de vida de miles de personas, en otro duro golpe a los esfuerzos por construir la Franja de Gaza y brindarle un horizonte de desarrollo y prosperidad.
Los invernaderos donados a los palestinos son otra demostración de la bancarrota y la pobreza en que Hamás sumió, con intención y para su propio provecho, a la población civil de la Franja de Gaza.
Es hora de que los palestinos se liberen de Hamás.
Israel es lo que ustedes quieran que sea: violento, desproporcionado, cruel, inmisericorde en la guerra, feroz con sus enemigos... pero Hamás es peor, pura escoria, os lo aseguro.
Nadie, ni los propios israelies, discuten hoy el derecho de los palestinos a tener su propio Estado. Sin embargo, debemos recordar que el conflicto actual no es entre Israel y Palestina, sino entre Israel y Hamás, algo muy diferente. Y ese es el dato clave.
Para ilustrar su tesis, nada mejor que el ejemplo siguiente:
En agosto de 2005, en vísperas de la retirada israelí de Gaza, un consorcio de filántropos encabezados por James Wolfensohn, el entonces presidente del Banco Mundial, se movilizó para comprar por 14 millones de dólares los invernaderos pertenecientes a los colonos israelíes. Se trataba de 3.200 invernaderos de última generación y equipados con la más alta tecnología, que producían para el mercado interno de Israel, y exportaban hortalizas, frutas exóticas y flores tempraneras a Europa con un elevado valor agregado.
Muchos miles de palestinos traían a casa su sustento con holgura y honorabilidad. La idea de los donantes -todos judíos de EEUU- era entregar esos 3,5 millones de m² de invernaderos a los palestinos, en un gesto de reconciliación y esperanza de cara a un futuro mejor. Inmediatamente después de que Israel se retirara de la Franja de Gaza hasta el límite internacional, hordas de palestinos enardecidos, azuzados por Hamás, saquearon y destruyeron los invernaderos, llevándose mangueras de riego, bombas de agua y fundas plásticas de protección, hasta reducirlos a escombros. La Autoridad Nacional Palestina no pudo evitar el vandalismo y la destrucción de la fuente de vida de miles de personas, en otro duro golpe a los esfuerzos por construir la Franja de Gaza y brindarle un horizonte de desarrollo y prosperidad.
Los invernaderos donados a los palestinos son otra demostración de la bancarrota y la pobreza en que Hamás sumió, con intención y para su propio provecho, a la población civil de la Franja de Gaza.
Es hora de que los palestinos se liberen de Hamás.