En el debate de investidura de Feijóo, Sánchez se ha mantenido al margen y en silencio, impidiendo que los españoles conozcan sus manejos y negociaciones oscuras con el independentismo y sus antiguos socios desleales y manchados de sangre. Esa actitud, nada democrática y típicamente opaca, propia de tiranías, ha hecho comprender a muchos españoles que Sánchez no juega limpio y que no es un político más, sino tal vez el peor y más peligroso espécimen en la larga historia del poder español. por lo menos desde los reyes godos.
Hurtar al pueblo su derecho a saber no es democracia sino miseria; enviar al debate a un subalterno con órdenes de denigrar y ofender con chabacanería no es debate sino gansterismo; negociar con los golpistas y desleales cómo romper España y cómo limpiar de delitos a los que han atentado contra la nación no es política sino traición y bajeza.
Las cosas están cada día peor, pero también están cada día más claras.
Las clásicas dos españas están de nuevo frente a frente. Una intentando romperla y otra defendiéndola. Sánchez quiere crear un mundo nuevo en el que él sea emperador, mientras que sus adversarios defienden el orden vigente y la democracia de 1978, que, aunque imperfecta, nos ha permitido vivir en paz, libertad y prosperidad desde entonces.
Los destinos de España ya no están en las exclusivas manos de las élites, de los políticos, los monarcas, los jueces, los militares y las grandes fortunas y corporaciones, sino que en la contienda participan ya los ciudadanos, que nos jugamos nuestro destino, el de nuestras familias y el de la patria que nos acoge como hogar común.
Pedro Sánchez está cruzando demasiadas líneas rojas y ante esa agresión desorbitada e insufrible a España están sonando todas las sirenas de alarma.
Francisco Rubiales
Hurtar al pueblo su derecho a saber no es democracia sino miseria; enviar al debate a un subalterno con órdenes de denigrar y ofender con chabacanería no es debate sino gansterismo; negociar con los golpistas y desleales cómo romper España y cómo limpiar de delitos a los que han atentado contra la nación no es política sino traición y bajeza.
Las cosas están cada día peor, pero también están cada día más claras.
Las clásicas dos españas están de nuevo frente a frente. Una intentando romperla y otra defendiéndola. Sánchez quiere crear un mundo nuevo en el que él sea emperador, mientras que sus adversarios defienden el orden vigente y la democracia de 1978, que, aunque imperfecta, nos ha permitido vivir en paz, libertad y prosperidad desde entonces.
Los destinos de España ya no están en las exclusivas manos de las élites, de los políticos, los monarcas, los jueces, los militares y las grandes fortunas y corporaciones, sino que en la contienda participan ya los ciudadanos, que nos jugamos nuestro destino, el de nuestras familias y el de la patria que nos acoge como hogar común.
Pedro Sánchez está cruzando demasiadas líneas rojas y ante esa agresión desorbitada e insufrible a España están sonando todas las sirenas de alarma.
Francisco Rubiales