Los demócratas españoles hemos recibido de Cataluña los peores disgustos en los últimos años: desprecio, insolidaridad, nacionalismo descerebrado y unos jugos totalitarios y corruptos que han convertido a la democracia en un asqueroso caldo pestilente. Pero ahora, también desde Cataluña, nos llega el ejemplo y la esperanza. Gracias, Cataluña.
"Si, si, si, la próxima en Madrid" gritaban los seguidores de Citadans celebrando su victoria. En la víspera de la jornada electoral, los líderes decían a sus seguidores: "Hay una España democrática y sois vosotros". Después agregaron: "pase lo que pase el 1 de noviembre, España, Europa y el mundo verán que hay muchísimos catalanes que saben hacer muy bien las cosas".
Y se ha visto, unos 90.000 han hecho algo necesario e impresionante: iniciar el camino para acabar con los corruptos, los manipuladores y sus taifas autonómicas.
Y lo han hecho a pesar del vergonzoso boicot de los medios de comunicación públicos y privados, comprados por la casta nacionalista. Por eso, los seguidores de Citadans también gritaron: "Toma 3 TV3", televisión pública catalana que, ignominiosamente, malversando el dinero público de la democracia española, ha ocultado el fenómeno a la audiencia, mostrando una realidad de cartón piedra, de oasis, de mentira.
Seguro que cundirá el ejemplo en toda España. Los catalanes, una vez más, han señalado el camino, han mostrado el modo, han enseñado el método. Todos los españoles pueden aprender de ese ejemplo. Hoy muchos españoles nos sentimos tan catalanes que vemos a esas castas políticas profesionales como los auténticos enemigos de la convivencia y de la democracia.
Lo ocurrido en Cataluña con Ciutadans es el principio de su fin y el comienzo del camino triunfal hacia la democracia, la señal que los españoles han estado esperando durante tanto tiempo sombrío.
De pronto, comparados con los jóvenes demócratas catalanes de Ciutadans, los Montilla, Mas, Zapatero, Pepíño Blanco, Ibarra, Chaves, Arenas, Rajoy, Zaplana, Acebes, Iberretxe y demás especímenes de la "democracia secuestrada" española aparecen ante nuestros ojos como viejos dinosaurios renqueantes, al borde la extinción, intimamente asustados ante el brillo de unos ciudadanos demócratas que, tarde o temprano, serán la especie dominante.
Para un auténtico demócrata, no es una opción sino un deber soñar con el fin de los dinosaurios y con el retorno del ciudadano, señor y soberano de la democracia, que ha sido injusta y vergonzosamente marginado y perseguido por una política que ha renunciado al bien común y que florece y germina en la confrontación, la trifulca, la arrogancia, la corrupción y la obsesión enfermiza por acumular poder y privilegios.
"Si, si, si, la próxima en Madrid" gritaban los seguidores de Citadans celebrando su victoria. En la víspera de la jornada electoral, los líderes decían a sus seguidores: "Hay una España democrática y sois vosotros". Después agregaron: "pase lo que pase el 1 de noviembre, España, Europa y el mundo verán que hay muchísimos catalanes que saben hacer muy bien las cosas".
Y se ha visto, unos 90.000 han hecho algo necesario e impresionante: iniciar el camino para acabar con los corruptos, los manipuladores y sus taifas autonómicas.
Y lo han hecho a pesar del vergonzoso boicot de los medios de comunicación públicos y privados, comprados por la casta nacionalista. Por eso, los seguidores de Citadans también gritaron: "Toma 3 TV3", televisión pública catalana que, ignominiosamente, malversando el dinero público de la democracia española, ha ocultado el fenómeno a la audiencia, mostrando una realidad de cartón piedra, de oasis, de mentira.
Seguro que cundirá el ejemplo en toda España. Los catalanes, una vez más, han señalado el camino, han mostrado el modo, han enseñado el método. Todos los españoles pueden aprender de ese ejemplo. Hoy muchos españoles nos sentimos tan catalanes que vemos a esas castas políticas profesionales como los auténticos enemigos de la convivencia y de la democracia.
Lo ocurrido en Cataluña con Ciutadans es el principio de su fin y el comienzo del camino triunfal hacia la democracia, la señal que los españoles han estado esperando durante tanto tiempo sombrío.
De pronto, comparados con los jóvenes demócratas catalanes de Ciutadans, los Montilla, Mas, Zapatero, Pepíño Blanco, Ibarra, Chaves, Arenas, Rajoy, Zaplana, Acebes, Iberretxe y demás especímenes de la "democracia secuestrada" española aparecen ante nuestros ojos como viejos dinosaurios renqueantes, al borde la extinción, intimamente asustados ante el brillo de unos ciudadanos demócratas que, tarde o temprano, serán la especie dominante.
Para un auténtico demócrata, no es una opción sino un deber soñar con el fin de los dinosaurios y con el retorno del ciudadano, señor y soberano de la democracia, que ha sido injusta y vergonzosamente marginado y perseguido por una política que ha renunciado al bien común y que florece y germina en la confrontación, la trifulca, la arrogancia, la corrupción y la obsesión enfermiza por acumular poder y privilegios.