El mundo está lleno de ejemplos evidentes de gobiernos asesinos. Uno de ellos es Irán, otro es Rusia y otro es Cuba, pero hay muchos más que aplastan y asesinan a los que se alzan contra la injusticia y el abuso, a pesar de que la legislación internacional reconoce el derecho del pueblo a derribar gobiernos corruptos y cargados de crueldad, ignominia, abuso e injusticia.
La policía y el ejército tienen una gran responsabilidad en las brutales represiones y matanzas colaborando con los políticos asesinos, olvidando que su deber es apoyar la insurgencia cuando el gobierno es canalla y los rebeldes están cargados de razón. Los jueces y los periodistas son también, frecuentemente, sucios cómplices de las tiranías y de los asesinatos.
El drama del mundo actual es que la odiosa represión no se limita ya a países tiránicos y a estados fallidos, sino que se está extendiendo por todo el mundo, incluso en muchas democracias teóricas, adoptando formas de opresión más sofisticadas y disimuladas. En esos países, criticar al poder no te cuesta la vida, ni entras en prisión, pero si quedas señalado, marginado y camino de la ruina profesional y económica.
En países como España, donde existe una democracia teórica, el gobierno se siente con derecho a gobernar sin límites, mientras dure su mandato, olvidando que el poder político siempre es delegado y que los que te han elegido pueden retirarte la confianza en cualquier momento y arrebatarte la legitimidad, si utilizas el poder de manera injusta, abusiva o miserable. El gobierno de Sánchez no es asesino, ni su opresión es pública, pero reúne muchos rasgos tiránicos disimulados, entre ellos la corrupción galopante, la utilización malvada del engaño y la mentira, la desigual e injusta distribución de los recursos públicos, el beneficio de los aliados, el acoso al adversario, el saqueo de los ciudadanos con impuestos abusivos, la compra de medios de comunicación para financiar la mentira, la compra de votos para conservar el poder, el abuso de la propaganda y la coacción, el despilfarro escandaloso, el gigantismo del sector público, el endeudamiento que hipoteca el futuro, la vigilancia y control de los ciudadanos y otras muchas prácticas que bordean el delito y que no matan al pueblo, pero si a la democracia y a la decencia.
El descalabro moral de los políticos es espantoso en casi todo el planeta. Cada día invierten más en armar y entrenar las fuerzas represivas, sobre todo la policía, al frente de las cuales colocan a sicarios del propio partido gobernante, conscientes de que su peor enemigo es ya el pueblo al que esquilman y aplastan.
El número de políticos que se enriquecen robando o utilizando el poder crece exponencialmente. La política ha dejado de ser un servicio para convertirse en la carrera más rentable y mejor remunerada del planeta. Para colmo de males, muchos políticos ya no obedecen la voluntad de sus ciudadanos, sino la de élites oscuras que manejan el mundo desde las sombras.
La imagen de los policías sicarios de Irán apaleando y asesinando a las mujeres que, con el apoyo de gran parte del pueblo, luchan por la libertad, o la de jóvenes rusos que huyen del reclutamiento forzoso para ir a una guerra injusta y brutal, como la de Ucrania, muchos de los cuales son detenidos, golpean a diario la conciencia humana. La imagen de pueblos como el cubano, el venezolano, el nicaragüense y otros, lacerados por el hambre y la opresión, son ejemplos terroríficos del deterioro mundial del liderazgo y del descenso a los infiernos de la ética de una clase política que parece cada día más poseída por Satanás.
Contra todo ese mundo corrupto y podrido alzarse no es una opción, sino un deber cívico de los pueblos libres y decentes.
Francisco Rubiales
La policía y el ejército tienen una gran responsabilidad en las brutales represiones y matanzas colaborando con los políticos asesinos, olvidando que su deber es apoyar la insurgencia cuando el gobierno es canalla y los rebeldes están cargados de razón. Los jueces y los periodistas son también, frecuentemente, sucios cómplices de las tiranías y de los asesinatos.
El drama del mundo actual es que la odiosa represión no se limita ya a países tiránicos y a estados fallidos, sino que se está extendiendo por todo el mundo, incluso en muchas democracias teóricas, adoptando formas de opresión más sofisticadas y disimuladas. En esos países, criticar al poder no te cuesta la vida, ni entras en prisión, pero si quedas señalado, marginado y camino de la ruina profesional y económica.
En países como España, donde existe una democracia teórica, el gobierno se siente con derecho a gobernar sin límites, mientras dure su mandato, olvidando que el poder político siempre es delegado y que los que te han elegido pueden retirarte la confianza en cualquier momento y arrebatarte la legitimidad, si utilizas el poder de manera injusta, abusiva o miserable. El gobierno de Sánchez no es asesino, ni su opresión es pública, pero reúne muchos rasgos tiránicos disimulados, entre ellos la corrupción galopante, la utilización malvada del engaño y la mentira, la desigual e injusta distribución de los recursos públicos, el beneficio de los aliados, el acoso al adversario, el saqueo de los ciudadanos con impuestos abusivos, la compra de medios de comunicación para financiar la mentira, la compra de votos para conservar el poder, el abuso de la propaganda y la coacción, el despilfarro escandaloso, el gigantismo del sector público, el endeudamiento que hipoteca el futuro, la vigilancia y control de los ciudadanos y otras muchas prácticas que bordean el delito y que no matan al pueblo, pero si a la democracia y a la decencia.
El descalabro moral de los políticos es espantoso en casi todo el planeta. Cada día invierten más en armar y entrenar las fuerzas represivas, sobre todo la policía, al frente de las cuales colocan a sicarios del propio partido gobernante, conscientes de que su peor enemigo es ya el pueblo al que esquilman y aplastan.
El número de políticos que se enriquecen robando o utilizando el poder crece exponencialmente. La política ha dejado de ser un servicio para convertirse en la carrera más rentable y mejor remunerada del planeta. Para colmo de males, muchos políticos ya no obedecen la voluntad de sus ciudadanos, sino la de élites oscuras que manejan el mundo desde las sombras.
La imagen de los policías sicarios de Irán apaleando y asesinando a las mujeres que, con el apoyo de gran parte del pueblo, luchan por la libertad, o la de jóvenes rusos que huyen del reclutamiento forzoso para ir a una guerra injusta y brutal, como la de Ucrania, muchos de los cuales son detenidos, golpean a diario la conciencia humana. La imagen de pueblos como el cubano, el venezolano, el nicaragüense y otros, lacerados por el hambre y la opresión, son ejemplos terroríficos del deterioro mundial del liderazgo y del descenso a los infiernos de la ética de una clase política que parece cada día más poseída por Satanás.
Contra todo ese mundo corrupto y podrido alzarse no es una opción, sino un deber cívico de los pueblos libres y decentes.
Francisco Rubiales