El gran problema del mundo no es la guerra, ni el hambre, ni la desigualdad, ni siquiera la injusticia, sino el mal gobierno, que deteriora a los pueblos, empeora al ser humano y es incapaz de mejorar el mundo, como es su deber. Muchos países están siendo gobernados por gente peligrosa y dañina, sin preparación suficiente, sin permitir controles democráticos, impidiendo que los ciudadanos, que son los soberanos y dueños del sistema, les sometan a pruebas y exámenes para averiguar su calidad humana y su solvencia ética y académica.
La política mundial, por culpa de la arrogancia de los partidos políticos, está sin control. Carece de sentido que al directivo de un empresa y a cualquier secretaria se le exijan idiomas y títulos que muchos presidentes de gobiernos ni siquiera sepan entenderse con sus colegas en inglés. Mientras que la selección de personal para entrar en una empresa es cada día más dura, a los políticos les basta ser "amigos" del líder para ocupar cargos de gran responsabilidad, sin poder exhibir solvencia moral o preparación humana o académica alguna.
Algunos creen que la epidemia más destructiva del siglo XX fue la guerra, que causó más de cien millones de muertos; otros creen que fue el totalitarismo, encarnado en fantasmas como el comunismo y el nazismo, que fueron capaces de exterminar a etnias enteras. Pero nosotros creemos que el virus más nocivo del siglo fue la letal combinación de malos gobiernos, dueños de estados demasiado poderosos e incontrolados, una lacra que amenaza también con arruinar el siglo XXI.
El mal gobierno ha sido el verdadero causante de la guerra, del hambre, de la violencia, la injusticia y casi la totalidad de los males de la raza humana. Hasta la actual crisis económica es la causa de un evidente fracaso del liderazgo político, que, como regulador, no supo o no quiso ver que se acercaba el colapso del sistema y prefirió vivir en la opulencia, durante los años de abundancia, sin poner freno a los abusos financieros y a los productos basura.
El mayor drama de la historia humana moderna ha sido el fracaso del liderazgo y de los políticos, que, a pesar de contar con más poder que nunca antes en la Historia, con privilegios y recursos que superan a la nobleza en el pasado, han sido incapaces de cumplir con su misión de mejorar el mundo y de solucionar los grandes problemas de la Humanidad.
Aunque existen muchos ejemplos deplorables de malos gobernantes en el mundo, si alguien quiere comprobar con claridad la ineptitud y el fracaso que emanan del poder político que mire hacia Cuba, cuyo gobierno genera opresión y pobreza, o hacia Venezuela, donde la riqueza natural es despilfarrada por el gorilato dominante, o tal vez hacia España, donde descubrirá a un gobierno que negó la existencia de la crisis para ganar votos y que arruinó a su país porque no quiso aplicar las recetas impopulares que los expertos recomendaban.
Un líder como el español Zapatero, recibido por gran parte del país como una esperanza, ha despilfarrado su capital político en pocos años, convirtiéndose en un dirigente despreciado por crecientes masas de ciudadanos. Acostumbrado a despilfarrar dinero, ha subido los impuestos y el IVA, a pesar de que los expertos le advierten que así hundirá a su país. Su última "jugada" es todavía más deleznable: cuando ya la economía está al borde del hundimiento, está impulsando rebajas en el sistema de pensiones que afectan sólo a los ciudadanos, sin reformar los privilegios de la "casta" política, que recibe pensiones de lujo con sólo cotizar siete años, mientras que el resto de los ciudadanos debe pagar durante 35 años para recibir una pensión, casi siempre escuálida.
No es cierta la sentencia, alimentada desde la política, que dice que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. No conozco un solo pueblo que sea peor que el gobierno que padece. Lo que sí es cierto es que los ciudadanos tienen que implicarse en solucionar los problemas del planeta, ya que los políticos son incapaces de hacerlo. La sentencia que dice que “la política es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos” se convierte cada día en más infalible.
Son los malos gobiernos los que han llevado a los pueblos hacia la guerra, los que han empujado a los pueblos europeos a pelear unos con otros durante más de veinte siglos. Carlos I de España y Francisco I de Francia, dos bravucones irresponsables, pelearon durante décadas y causaron decenas de miles de muertas sólo para demostrar cual de los dos era más chulo. Fueron los políticos los que embarcaron a la Europa próspera y alegre de 1914 en una guerra absurda que empujó a generaciones enteras hacia las trincheras, donde millones de vidas fueron segadas por las ametralladoras y los gases. Malos gobiernos fueron los que enfrentaron a los españoles en una guerra civil que era perfectamente evitable. Fueron los malos gobiernos los que perfeccionaron el totalitarismo y asesinaron a poblaciones enteras a mediados del siglo XX, dentro y fuera del frente bélico de la Segunda Guerra Mundial. Fueron los malos gobiernos los que inventaron la guerra fría, los que sembraron de conflictos bélicos el siglo, los que asesinaron sistemáticamente al adversario bajo la excusa de la seguridad nacional, los que derrocaron a los gobiernos populares y los que jamás dedicaron un esfuerzo a derrotar el hambre, la miseria y la injusticia.
Dicen los gobernantes en su descargo que la responsabilidad de los errores corresponde a toda la sociedad, pero no es cierto porque son ellos los que tienen el poder, sus lujos, sus privilegios y sus recursos: el presupuesto nacional, el monopolio de la violencia, el ejército, la policía y la fuerza de la ley. Nosotros sólo somos culpables de haberlos elegido sin exigirles casi nada a cambio. Ni siquiera los exigimos que sepan idiomas, que posean títulos superiores o que hayan demostrado en sus vidas poseer valores humanos.
La política mundial, por culpa de la arrogancia de los partidos políticos, está sin control. Carece de sentido que al directivo de un empresa y a cualquier secretaria se le exijan idiomas y títulos que muchos presidentes de gobiernos ni siquiera sepan entenderse con sus colegas en inglés. Mientras que la selección de personal para entrar en una empresa es cada día más dura, a los políticos les basta ser "amigos" del líder para ocupar cargos de gran responsabilidad, sin poder exhibir solvencia moral o preparación humana o académica alguna.
Algunos creen que la epidemia más destructiva del siglo XX fue la guerra, que causó más de cien millones de muertos; otros creen que fue el totalitarismo, encarnado en fantasmas como el comunismo y el nazismo, que fueron capaces de exterminar a etnias enteras. Pero nosotros creemos que el virus más nocivo del siglo fue la letal combinación de malos gobiernos, dueños de estados demasiado poderosos e incontrolados, una lacra que amenaza también con arruinar el siglo XXI.
El mal gobierno ha sido el verdadero causante de la guerra, del hambre, de la violencia, la injusticia y casi la totalidad de los males de la raza humana. Hasta la actual crisis económica es la causa de un evidente fracaso del liderazgo político, que, como regulador, no supo o no quiso ver que se acercaba el colapso del sistema y prefirió vivir en la opulencia, durante los años de abundancia, sin poner freno a los abusos financieros y a los productos basura.
El mayor drama de la historia humana moderna ha sido el fracaso del liderazgo y de los políticos, que, a pesar de contar con más poder que nunca antes en la Historia, con privilegios y recursos que superan a la nobleza en el pasado, han sido incapaces de cumplir con su misión de mejorar el mundo y de solucionar los grandes problemas de la Humanidad.
Aunque existen muchos ejemplos deplorables de malos gobernantes en el mundo, si alguien quiere comprobar con claridad la ineptitud y el fracaso que emanan del poder político que mire hacia Cuba, cuyo gobierno genera opresión y pobreza, o hacia Venezuela, donde la riqueza natural es despilfarrada por el gorilato dominante, o tal vez hacia España, donde descubrirá a un gobierno que negó la existencia de la crisis para ganar votos y que arruinó a su país porque no quiso aplicar las recetas impopulares que los expertos recomendaban.
Un líder como el español Zapatero, recibido por gran parte del país como una esperanza, ha despilfarrado su capital político en pocos años, convirtiéndose en un dirigente despreciado por crecientes masas de ciudadanos. Acostumbrado a despilfarrar dinero, ha subido los impuestos y el IVA, a pesar de que los expertos le advierten que así hundirá a su país. Su última "jugada" es todavía más deleznable: cuando ya la economía está al borde del hundimiento, está impulsando rebajas en el sistema de pensiones que afectan sólo a los ciudadanos, sin reformar los privilegios de la "casta" política, que recibe pensiones de lujo con sólo cotizar siete años, mientras que el resto de los ciudadanos debe pagar durante 35 años para recibir una pensión, casi siempre escuálida.
No es cierta la sentencia, alimentada desde la política, que dice que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. No conozco un solo pueblo que sea peor que el gobierno que padece. Lo que sí es cierto es que los ciudadanos tienen que implicarse en solucionar los problemas del planeta, ya que los políticos son incapaces de hacerlo. La sentencia que dice que “la política es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos” se convierte cada día en más infalible.
Son los malos gobiernos los que han llevado a los pueblos hacia la guerra, los que han empujado a los pueblos europeos a pelear unos con otros durante más de veinte siglos. Carlos I de España y Francisco I de Francia, dos bravucones irresponsables, pelearon durante décadas y causaron decenas de miles de muertas sólo para demostrar cual de los dos era más chulo. Fueron los políticos los que embarcaron a la Europa próspera y alegre de 1914 en una guerra absurda que empujó a generaciones enteras hacia las trincheras, donde millones de vidas fueron segadas por las ametralladoras y los gases. Malos gobiernos fueron los que enfrentaron a los españoles en una guerra civil que era perfectamente evitable. Fueron los malos gobiernos los que perfeccionaron el totalitarismo y asesinaron a poblaciones enteras a mediados del siglo XX, dentro y fuera del frente bélico de la Segunda Guerra Mundial. Fueron los malos gobiernos los que inventaron la guerra fría, los que sembraron de conflictos bélicos el siglo, los que asesinaron sistemáticamente al adversario bajo la excusa de la seguridad nacional, los que derrocaron a los gobiernos populares y los que jamás dedicaron un esfuerzo a derrotar el hambre, la miseria y la injusticia.
Dicen los gobernantes en su descargo que la responsabilidad de los errores corresponde a toda la sociedad, pero no es cierto porque son ellos los que tienen el poder, sus lujos, sus privilegios y sus recursos: el presupuesto nacional, el monopolio de la violencia, el ejército, la policía y la fuerza de la ley. Nosotros sólo somos culpables de haberlos elegido sin exigirles casi nada a cambio. Ni siquiera los exigimos que sepan idiomas, que posean títulos superiores o que hayan demostrado en sus vidas poseer valores humanos.
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