Sin duda, el cartel electoral del PP habría sido más rico y convincente con Gallardón dentro, pero las ambiciones del alcalde de Madrid y sus iniciativas al margen de su partido constituyen un comportamiento que la partitocracia del PP, vertical y autoritaria, difícilmente podía soportar.
Ahora se muestra triste y derrotado ante la audiencia, cuando lo que realmente siente es frustración y rabia porque sus ambiciones han sido segadas. El llanto de Gallardón, como el de cualquier político en esta democracia degradada y sin ciudadanos, es un mesaje truculento dirigido a los débiles, cuyo único objetivo es ganar partidarios y adhesiones.
Pocos votos podía aportar Gallardón a su partido y pocos va a restarle. Gallardón no sintonizaba con la élite dominante del PP, sobre todo en estilo y ambición, ya que las ideas en juego son escasas.
Gallardón habría tenido sitio en el PP si la democracia española fuera de más calidad y los partidos permitieran el libre juego y la competencia de las ideas y estilos. Pero los partidos son monolíticos, casi dictatoriales y escasamente democráticos, un caldo de cultivo donde los peores pecados son pensar libremente y disentir.
Los librepensadores o los marginados con ambiciós suelen saltar por los aires y abadonar los partidos, generalmente para crear un partido propio donde ellos puedan mandar y ejercer como líderes. Aunque ellos disfracen sus movimientos como democráticos y productos de la libertad, lo real es que son movimientos de poder y ambición que no aportan nada a la democracia, ni cuestionan minimamente el sistema.
El estilo personal de Gallardón sintoniza más con el PSOE, pero allí encontraría lo mismo que en el PP: los puestos de máximo liderazgo ya ocupados.
Gallardón terminará creando su propio partido. Pronto lo veremos.
Ahora se muestra triste y derrotado ante la audiencia, cuando lo que realmente siente es frustración y rabia porque sus ambiciones han sido segadas. El llanto de Gallardón, como el de cualquier político en esta democracia degradada y sin ciudadanos, es un mesaje truculento dirigido a los débiles, cuyo único objetivo es ganar partidarios y adhesiones.
Pocos votos podía aportar Gallardón a su partido y pocos va a restarle. Gallardón no sintonizaba con la élite dominante del PP, sobre todo en estilo y ambición, ya que las ideas en juego son escasas.
Gallardón habría tenido sitio en el PP si la democracia española fuera de más calidad y los partidos permitieran el libre juego y la competencia de las ideas y estilos. Pero los partidos son monolíticos, casi dictatoriales y escasamente democráticos, un caldo de cultivo donde los peores pecados son pensar libremente y disentir.
Los librepensadores o los marginados con ambiciós suelen saltar por los aires y abadonar los partidos, generalmente para crear un partido propio donde ellos puedan mandar y ejercer como líderes. Aunque ellos disfracen sus movimientos como democráticos y productos de la libertad, lo real es que son movimientos de poder y ambición que no aportan nada a la democracia, ni cuestionan minimamente el sistema.
El estilo personal de Gallardón sintoniza más con el PSOE, pero allí encontraría lo mismo que en el PP: los puestos de máximo liderazgo ya ocupados.
Gallardón terminará creando su propio partido. Pronto lo veremos.