Hay vocaciones, y luego mitras, que las debe inspirar un hado dormido.
Desde su arribo a esta ciudad de arrayanes y cantarinas acequias, anda de conflicto en conflicto, entre deslices impropios de los discípulos de Aquel que lavó los pies a sus Apóstoles, devolvió la hija a Jairo y perdonó a la adúltera.
Este prelado problemático e intransigente se enfrentó, en Córdoba, a la Junta Andaluza y con el singular sacerdote, Castillejo, por el caso Caja Sur; llegado a Granada, la entabló con un Canónigo por la cuestión de un libro. Mantiene los templos cerrados y la Catedral vallada con dificultades, para acceder a Misa de sermones interminables. Claro, así, la afluencia antaño masiva, hoy se hizo escasa. Traslada al párroco querido por Albuñol y castiga al pueblo sin la asistencia religiosa; y, mientras, dos sacerdotes esperan parroquia. Una decisión muy “sui generis”, por muy canónica que sea.
El triste asunto de la querella se enquista. Acaba de decir que destituir al cura que lo demandó no fue acoso, sino su «obligación». ¡Muy acorde con su sotana! Al ser citado en el juzgado, el Arzobispo se llevó una comitiva fidelísima que entró rezando el rosario. Acto insólito e impropio que nos suena más a bufonada que a devoción. Allí, Javier Martínez permaneció varias horas, para reproducir la cantinela de su declaración y exigir literalidad en la trascripción. El posible arreglo entre el arzobispo de Granada y el destituido canónigo de la Catedral ha fracasado. El Arzobispado, en un comunicado, confirmó el acuerdo, pero, los coordinadores y autores de la obra, desmintiendo a su representante legal, niegan que exista pacto alguno que cierre el contencioso sobre el libro de la Catedral. El sacerdote querellante demandó al arzobispo por incumplimiento de contrato al paralizar su publicación y por posibles delitos de injurias y calumnias, coacciones y lesiones. El Cabildo, a su vez, demanda al ex archivero de la Catedral, según el diario IDEAL, por una «apropiación indebida en su trabajo de archivero catedralicio». La Fiscalía ha señalado que es necesario informar a la Santa Sede sobre el proceso a monseñor Martínez.
El enfrentamiento y las divergencias consabidas, han tenido, durante los últimos meses, pública y desagradable repercusión. Y, no se detiene. «Al acto de conciliación, no acudieron, ninguno se retracta». Cierto olor a despotismo y vanidad, en ambas partes, lo impide. La acusación de 'injurias' y 'calumnias' aquí, es muy grave y desconcertante. ¿Qué se esconde tras este litigio? ¿Cómo se puede, después, predicar homilía alguna? El daño ya está hecho.
Y ahora nos viene con otra trifulca. El desgraciado caso de Albuñol, es la antítesis del espíritu evangélico. El pueblo, encariñado con su párroco, eficiente y sacerdotal, que sepamos, vive su huelga de hambre «indefinida». El 'grandísimo pecado' del pueblo entero es buscar solución a quedarse con el pastor, que en dos años ha rodeado la actitud religiosa de todos, incluso de los más alejados de la Iglesia. La gente pide que el Arzobispo le explique los motivos, por los que los deja sin su joven cura, identificado totalmente con la grey y sus problemas.
Un sacerdote octogenario confesaba: “No comprendo ni me cuadra la actitud populachera del Arzobispo, que, en las procesiones, se acerca a las aceras a besar a niños y fieles, con la forma prepotente y dictatorial que ha adoptado en Albuñol. Sus actitudes preocupantes y de total indiferencia por estos fieles, no casan con la misión de la Iglesia, con la fe y la caridad, ni con una comunidad acorde con los tiempos”.
La actuación del Arzobispo, rehuyendo todo diálogo, es grotesca e incongruente. No existen iniciativas menos lamentables, si es que no hay algo oculto. La denunciante y el monseñor se han cubierto de gloria y no del cielo. Acérquese al pueblo, 'Pueblo Santo de Dios', explique los porqués de tanto desatino, no sufrirá quiebra su dignidad episcopal, pues la solvencia, funestamente, ya cayó, se le fue rompiendo.
Camilo Valverde
Desde su arribo a esta ciudad de arrayanes y cantarinas acequias, anda de conflicto en conflicto, entre deslices impropios de los discípulos de Aquel que lavó los pies a sus Apóstoles, devolvió la hija a Jairo y perdonó a la adúltera.
Este prelado problemático e intransigente se enfrentó, en Córdoba, a la Junta Andaluza y con el singular sacerdote, Castillejo, por el caso Caja Sur; llegado a Granada, la entabló con un Canónigo por la cuestión de un libro. Mantiene los templos cerrados y la Catedral vallada con dificultades, para acceder a Misa de sermones interminables. Claro, así, la afluencia antaño masiva, hoy se hizo escasa. Traslada al párroco querido por Albuñol y castiga al pueblo sin la asistencia religiosa; y, mientras, dos sacerdotes esperan parroquia. Una decisión muy “sui generis”, por muy canónica que sea.
El triste asunto de la querella se enquista. Acaba de decir que destituir al cura que lo demandó no fue acoso, sino su «obligación». ¡Muy acorde con su sotana! Al ser citado en el juzgado, el Arzobispo se llevó una comitiva fidelísima que entró rezando el rosario. Acto insólito e impropio que nos suena más a bufonada que a devoción. Allí, Javier Martínez permaneció varias horas, para reproducir la cantinela de su declaración y exigir literalidad en la trascripción. El posible arreglo entre el arzobispo de Granada y el destituido canónigo de la Catedral ha fracasado. El Arzobispado, en un comunicado, confirmó el acuerdo, pero, los coordinadores y autores de la obra, desmintiendo a su representante legal, niegan que exista pacto alguno que cierre el contencioso sobre el libro de la Catedral. El sacerdote querellante demandó al arzobispo por incumplimiento de contrato al paralizar su publicación y por posibles delitos de injurias y calumnias, coacciones y lesiones. El Cabildo, a su vez, demanda al ex archivero de la Catedral, según el diario IDEAL, por una «apropiación indebida en su trabajo de archivero catedralicio». La Fiscalía ha señalado que es necesario informar a la Santa Sede sobre el proceso a monseñor Martínez.
El enfrentamiento y las divergencias consabidas, han tenido, durante los últimos meses, pública y desagradable repercusión. Y, no se detiene. «Al acto de conciliación, no acudieron, ninguno se retracta». Cierto olor a despotismo y vanidad, en ambas partes, lo impide. La acusación de 'injurias' y 'calumnias' aquí, es muy grave y desconcertante. ¿Qué se esconde tras este litigio? ¿Cómo se puede, después, predicar homilía alguna? El daño ya está hecho.
Y ahora nos viene con otra trifulca. El desgraciado caso de Albuñol, es la antítesis del espíritu evangélico. El pueblo, encariñado con su párroco, eficiente y sacerdotal, que sepamos, vive su huelga de hambre «indefinida». El 'grandísimo pecado' del pueblo entero es buscar solución a quedarse con el pastor, que en dos años ha rodeado la actitud religiosa de todos, incluso de los más alejados de la Iglesia. La gente pide que el Arzobispo le explique los motivos, por los que los deja sin su joven cura, identificado totalmente con la grey y sus problemas.
Un sacerdote octogenario confesaba: “No comprendo ni me cuadra la actitud populachera del Arzobispo, que, en las procesiones, se acerca a las aceras a besar a niños y fieles, con la forma prepotente y dictatorial que ha adoptado en Albuñol. Sus actitudes preocupantes y de total indiferencia por estos fieles, no casan con la misión de la Iglesia, con la fe y la caridad, ni con una comunidad acorde con los tiempos”.
La actuación del Arzobispo, rehuyendo todo diálogo, es grotesca e incongruente. No existen iniciativas menos lamentables, si es que no hay algo oculto. La denunciante y el monseñor se han cubierto de gloria y no del cielo. Acérquese al pueblo, 'Pueblo Santo de Dios', explique los porqués de tanto desatino, no sufrirá quiebra su dignidad episcopal, pues la solvencia, funestamente, ya cayó, se le fue rompiendo.
Camilo Valverde