De todos los errores o fechorías cometidos por el actual gobierno de Zapatero, el mayor quizás sea la concesión a Rafael Vera del Tercer Grado penitenciario, algo que, en la práctica, significa la excarcelación del delincuente.
Y es el más grave porque vulnera el que quizás sea el más sagrado de los principios de la democracia, la igualdad ante la ley, base de la libertad. Decenas de miles de reclusos permanecerán en las cárceles españolas, sin obtener el beneficio gubernamental otorgado a Vera, a pesar de que sus delitos fueron simples trapicheos o errores de principiantes por los que están pagando un precio enorme.
Es obvio que la justicia jamás debe ser cruel, ni ensañarse con nadie, pero también es cierto que pocas cosas son más sucias que los distingos y los privilegios que se otorgan a los ricos y poderosos en las cárceles. Es cierto que algunos ricos y poderosos van a la cvárcel, pero no es menos cierto que dentro de los penales siguen disfrutando del poder y de la riqueza: no son violados o sodomizados, no les transmiten el SIDA, no son humillados a diario por las mafias, etc.
El perdón es el más noble de los gestos del poder, pero sólo es lícito y admisible cuando es fruto de la equidad, no de la ventaja y del privilegio.
Rafael Vera sólo ha cumplido un año y medio de los siete que le impusieron por malversación de caudales públicos y le han concedido el máximo beneficio penitenciario sin que haya devuelto el dinero que robó siendo alto cargo del Estado, un inmenso agravante de su delito. Vera ha sido objeto de una flagrante discriminación con respecto a otros muchos presos en situación penal similar y todo parece indicar que la única razón para concederle el régimen abierto ha sido política, ya sea el pago compensatorio por su silencio o la simple violación de la equidad por razones de amiguismo.
Viene a cuento recordar aquel estremecedor pensamiento de Rousseau, que decía que “todas esas grandes palabras de justicia, de leyes, etc., sólo son patrañas inventadas por diestros políticos o por cobardes pedantes para imponérselas a los sencillos”.
Sobre este mismo asunto escribe hoy, lunes 28 de agosto, un magnífico artículo Javier Gómez de Liaño, titulado ""Escrito a la sombra de la cárcel", en el diario "El Mundo", páginas 4 y 5. El artículo reproduce una copla producto de la inventiva carcelaria:
En la puerta de la cárcel
han escrito con tizón
aquí, el que no es Vera,
se pudre como un cabrón
Si las cosas son como las analizan Gómez de Liaño y este post de Voto en Blanco, entonces, el gobierno que ha ordenado esa medida, nuestro gobierno, no merece el respeto de los demócratas.
Y es el más grave porque vulnera el que quizás sea el más sagrado de los principios de la democracia, la igualdad ante la ley, base de la libertad. Decenas de miles de reclusos permanecerán en las cárceles españolas, sin obtener el beneficio gubernamental otorgado a Vera, a pesar de que sus delitos fueron simples trapicheos o errores de principiantes por los que están pagando un precio enorme.
Es obvio que la justicia jamás debe ser cruel, ni ensañarse con nadie, pero también es cierto que pocas cosas son más sucias que los distingos y los privilegios que se otorgan a los ricos y poderosos en las cárceles. Es cierto que algunos ricos y poderosos van a la cvárcel, pero no es menos cierto que dentro de los penales siguen disfrutando del poder y de la riqueza: no son violados o sodomizados, no les transmiten el SIDA, no son humillados a diario por las mafias, etc.
El perdón es el más noble de los gestos del poder, pero sólo es lícito y admisible cuando es fruto de la equidad, no de la ventaja y del privilegio.
Rafael Vera sólo ha cumplido un año y medio de los siete que le impusieron por malversación de caudales públicos y le han concedido el máximo beneficio penitenciario sin que haya devuelto el dinero que robó siendo alto cargo del Estado, un inmenso agravante de su delito. Vera ha sido objeto de una flagrante discriminación con respecto a otros muchos presos en situación penal similar y todo parece indicar que la única razón para concederle el régimen abierto ha sido política, ya sea el pago compensatorio por su silencio o la simple violación de la equidad por razones de amiguismo.
Viene a cuento recordar aquel estremecedor pensamiento de Rousseau, que decía que “todas esas grandes palabras de justicia, de leyes, etc., sólo son patrañas inventadas por diestros políticos o por cobardes pedantes para imponérselas a los sencillos”.
Sobre este mismo asunto escribe hoy, lunes 28 de agosto, un magnífico artículo Javier Gómez de Liaño, titulado ""Escrito a la sombra de la cárcel", en el diario "El Mundo", páginas 4 y 5. El artículo reproduce una copla producto de la inventiva carcelaria:
En la puerta de la cárcel
han escrito con tizón
aquí, el que no es Vera,
se pudre como un cabrón
Si las cosas son como las analizan Gómez de Liaño y este post de Voto en Blanco, entonces, el gobierno que ha ordenado esa medida, nuestro gobierno, no merece el respeto de los demócratas.