Hemos repetido hasta el cansancio que el actual gobierno de España es un experto fabricante de desempleados y pobres, pero apenas hemos dicho algo mucho más grave: que el actual sistema es un especialista consumado en fabricar canallas.
Fabricar gente baja y ruin es toda una especialidad de la falsa democracia española que se instauró tras la muerte de Franco, tarea en la que participaron todos los gobiernos, desde el de Suarez hasta el actual, pero también es cierto que nadie perfeccionó tanto la fabrica de canallas como Zapatero y su acólitos.
En su artículo ESCUELA, FAMILIA: SOCIEDAD DESTRUIDA, el escritor jiennense Antonio García Fuertes describe con realismo pasmoso la realidad:
“Un muchacho abofetea a una chica y cuando el profesor le sujeta por el brazo otros chavales gritan "¡Ahora, ahora!" y el profesor recibe una tunda de patadas. Una profesora expulsa de clase a un alumno y su compinche grita: "¡Dale una hostia, que no puede hacerte nada!". Los informes escolares describen escenas de sexo en los retretes, de violencia con padres de alumnos, porros por todas partes, amenazas, humillaciones, hurtos, y así durante tres folios. Los funcionarios políticos, de la mano con los sindicatos, ocultan la deplorable situación de la educación en España. Padres que van a la cárcel por un cachete a sus hijos mientras los adolescentes toman el control de los institutos ante el miedo de los adultos. Terror y silencio en las aulas de una sociedad con los valores manga por hombro. La ocultación de lo que está sucediendo en la enseñanza (la peor de Europa) se diría pactada por los funcionarios políticos y los sindicatos. Se sabe que solo en Cataluña el año pasado 163 profesores denunciaron agresiones de alumnos (ANP). ¡Cómo debió de ser cada uno de esos ataques para ponerlos en manos de nuestra adorable Administración! ¡Y cuántos deben de producirse para que aflore esa punta de iceberg!”
En Sevilla, los niños que van a la escuela en el barrio de Torreblanca llaman a la policía "los malos" y cuentan a sus profesores historias alucinantes sobre policías que entran en las casas de noche en busca de oro y de armas. "salvamos el oro porque mi abuela lo escondió bien". Los "buenos", para esos cientos de niños escolarizados en escuelas que parecen correccionales son, por supuesto, los ladrones y delincuentes.
Pero hay mil historias más que jalonan la degradación de España bajo el mandato de la "casta" política y de la también degradada democracia: las casas cada día están más blindadas y defendidas con rejas; la gente se compra armas para defenderse, diciéndole a la Guardia Civil que es para "tiro al plato"; muchos ya no salen de noche de sus casas y el miedo se apodera de la sociedad, sin que el gobierno, atiborrado de privilegios y dinero, cumpla con sus deberes irrenunciables de garantizar la convivencia y defender al ciudadano.
Parece lógico que una España degradada y encanallada en la cúspide transmita el contagio a la base y a todo el tejido. Por eso, la terapia debe empezar por la parte alta de la pirámide y los primeros que tienen que entrar en las cárceles son los poderosos que hoy delinquen con impunidad.
Las mejores escuelas de canallas son la televisión basura y las secciones de "política" de "economía" y de "sucesos" de los medios de comunicación, donde los lectores, televidentes y radioyentes pueden aprender de todo tipo de canallas convertidos en protagonistas: desde políticos que roban y se atacan, unos a otros, a cuchillo corto, a empresarios que estafan, sin olvidar la galería interminable que sale en la "tele", integrada por putas disfrazadas, proxenetas, chivatos, ladrones, asesinos, atracadores, parricidas, violadores y los denostados protagonistas de la famosa "violencia de genero", el único delito que parece preocupar a los gobernantes, a pesar de que su incidencia, comparada con la inseguridad general y la delincuencia desatada, es minúscula.
La base de la pirámide social española se pudre ante la indiferencia de unos pésimos gobernantes que, quizás para mantenerse en el poder, prefieren gobernar a bestias incultas y manipulables que a ciudadanos libres y reflexivos.
Pero el daño que causarán los canallas lo padeceremos todos, incluidos los indiferentes políticos de hoy, porque esos canallas en formación pronto ocuparán puestos destacados en la sociedad y lo encanallarán todo, todavía más, y, como bestias, terminarán devorando hasta a sus propios líderes y mentores.
Fabricar gente baja y ruin es toda una especialidad de la falsa democracia española que se instauró tras la muerte de Franco, tarea en la que participaron todos los gobiernos, desde el de Suarez hasta el actual, pero también es cierto que nadie perfeccionó tanto la fabrica de canallas como Zapatero y su acólitos.
En su artículo ESCUELA, FAMILIA: SOCIEDAD DESTRUIDA, el escritor jiennense Antonio García Fuertes describe con realismo pasmoso la realidad:
“Un muchacho abofetea a una chica y cuando el profesor le sujeta por el brazo otros chavales gritan "¡Ahora, ahora!" y el profesor recibe una tunda de patadas. Una profesora expulsa de clase a un alumno y su compinche grita: "¡Dale una hostia, que no puede hacerte nada!". Los informes escolares describen escenas de sexo en los retretes, de violencia con padres de alumnos, porros por todas partes, amenazas, humillaciones, hurtos, y así durante tres folios. Los funcionarios políticos, de la mano con los sindicatos, ocultan la deplorable situación de la educación en España. Padres que van a la cárcel por un cachete a sus hijos mientras los adolescentes toman el control de los institutos ante el miedo de los adultos. Terror y silencio en las aulas de una sociedad con los valores manga por hombro. La ocultación de lo que está sucediendo en la enseñanza (la peor de Europa) se diría pactada por los funcionarios políticos y los sindicatos. Se sabe que solo en Cataluña el año pasado 163 profesores denunciaron agresiones de alumnos (ANP). ¡Cómo debió de ser cada uno de esos ataques para ponerlos en manos de nuestra adorable Administración! ¡Y cuántos deben de producirse para que aflore esa punta de iceberg!”
En Sevilla, los niños que van a la escuela en el barrio de Torreblanca llaman a la policía "los malos" y cuentan a sus profesores historias alucinantes sobre policías que entran en las casas de noche en busca de oro y de armas. "salvamos el oro porque mi abuela lo escondió bien". Los "buenos", para esos cientos de niños escolarizados en escuelas que parecen correccionales son, por supuesto, los ladrones y delincuentes.
Pero hay mil historias más que jalonan la degradación de España bajo el mandato de la "casta" política y de la también degradada democracia: las casas cada día están más blindadas y defendidas con rejas; la gente se compra armas para defenderse, diciéndole a la Guardia Civil que es para "tiro al plato"; muchos ya no salen de noche de sus casas y el miedo se apodera de la sociedad, sin que el gobierno, atiborrado de privilegios y dinero, cumpla con sus deberes irrenunciables de garantizar la convivencia y defender al ciudadano.
Parece lógico que una España degradada y encanallada en la cúspide transmita el contagio a la base y a todo el tejido. Por eso, la terapia debe empezar por la parte alta de la pirámide y los primeros que tienen que entrar en las cárceles son los poderosos que hoy delinquen con impunidad.
Las mejores escuelas de canallas son la televisión basura y las secciones de "política" de "economía" y de "sucesos" de los medios de comunicación, donde los lectores, televidentes y radioyentes pueden aprender de todo tipo de canallas convertidos en protagonistas: desde políticos que roban y se atacan, unos a otros, a cuchillo corto, a empresarios que estafan, sin olvidar la galería interminable que sale en la "tele", integrada por putas disfrazadas, proxenetas, chivatos, ladrones, asesinos, atracadores, parricidas, violadores y los denostados protagonistas de la famosa "violencia de genero", el único delito que parece preocupar a los gobernantes, a pesar de que su incidencia, comparada con la inseguridad general y la delincuencia desatada, es minúscula.
La base de la pirámide social española se pudre ante la indiferencia de unos pésimos gobernantes que, quizás para mantenerse en el poder, prefieren gobernar a bestias incultas y manipulables que a ciudadanos libres y reflexivos.
Pero el daño que causarán los canallas lo padeceremos todos, incluidos los indiferentes políticos de hoy, porque esos canallas en formación pronto ocuparán puestos destacados en la sociedad y lo encanallarán todo, todavía más, y, como bestias, terminarán devorando hasta a sus propios líderes y mentores.