Por Camilo Valverde Mudarra
Fado triste de lágrimas blancas se oye desde el Veleta. Los torreones rojos de la Vela lanzan encogidos lamentos de canción. La brisa estremecida ha quedado paralizada en las esquinas de la Alhambra; y el Albaicín de luz infinita, en medio de su impacto de llanto y luto, no puede creer que la voz dulce de terciopelo, hoy, se haya fundido con la cristalina ansia del Darro rumbo a la marisma.
"Fado porque se fue por el río" camino de la gloria en las palmas de la Sierra hasta "la luna que está sola en el mar". Granada llora porque a las cinco subió Carlos por el Chapí al Sacromonte “con toda su muerte a cuestas”. Puerta Real enmudeció y la Gomeres tirita en hondo lamento, porque “de este largo sufrimiento nació el lamento de su bella canción”.
Carlos Cano ha llegado con intensidad a mucha gente. Decía A. Gala que "de su corazón sale lo que escribe y por eso llega al corazón del pueblo". Su canción supo entroncar en la dulzura e ingenuidad de las "Jarchas" mozárabes, aquella antigua lírica con que se expresaba el pueblo hispano-godo, mostrar el patetismo y la pasión española en sus versos y vitalizar la copla eterna. Ha sabido interpretar la genuina orientación del sentir estético español con creaciones de regusto anónimo y colectivo que tanto arraigo tienen en nuestro pueblo. Ha sido la “Doña Piquer” en versión masculina; juglar contemporáneo de la poesía hecha copla. Su obra de preocupación y cuido por el género ha sido inmensa. Era perfeccionista y riguroso, atento al mínimo detalle; su obsesión se centraba en la copla popular, en su pervivencia y en su vigor de pureza y esplendor. Ha sido un verdadero creador; quiso recuperar y unir todas las culturas, con la comprensión y la tolerancia del hombre bueno e inquieto.
El granadino Cano era generoso y sincero; amigo de la verdad, jamás mentía ni se lo permitía. Esbelto y tímido, serio e introvertido. Un caballero cabal y ciudadano siempre vestido de su honradez. Ha sabido mantener con rectitud su integridad radical de hombre de izquierdas. La canción se hace denuncia discursiva en el verso: "serpientes con traje de santurrón", "esos gachós trajeaos que viven de ‘ná’, que los roban, los roban", revestido de un ritmo musical atrayente y castizo de raíces gaditanas en la "Murga los currelantes", argentinas en "Tango de las madres locas" o populares en "El Salustiano"...; y, sin problema, canta su andaluz en expresión corriente y en el nivel vulgar: "haiga cultura y prosperiá", con grito intenso que deja patente su inquietud por la postración de su tierra. Con su Granada muy asentada en su alma, se identifica con Lorca y con lo más profundo de la poesía del patrimonio de Andalucía.
Su corazón inmenso ya no ha podido más; la vena aorta, cuando ya casi lo teníamos otra vez, ha vuelto a saltar por su base. "!Ay mi chiclanera, aquí me tienes rendío¡". Se ha rendido el señor de la copla, el juglar místico y misterioso de los cármenes albaicineros. Se ha rendido a la brisa nevada, a la blanca flor del azahar, al cielo de su verde y azul Andalucía. La campana de la Vela tañe lastimera desde la Sabica, en toques de dolor, gemido y duelo que resuenan por los valles del Guadalquivir, y besando la caleta gaditana, vuela en alas de gaviota, hacia las brisas del Atlántico.
Tras haber pasado derramando miles de gracias en sus canciones, -digamos, con versos de su “Habanera Imposible”, que "sólo tenía salida por las estrellas" y, por ello, esta mañana fría de Granada "en un suspiro la luna se lo llevó". Y es que -dice G. Lorca- "Hay almas que tienen / azules luceros, ... / que guardan un viejo / rumor de nostalgias / y sueños".
Fado triste de lágrimas blancas se oye desde el Veleta. Los torreones rojos de la Vela lanzan encogidos lamentos de canción. La brisa estremecida ha quedado paralizada en las esquinas de la Alhambra; y el Albaicín de luz infinita, en medio de su impacto de llanto y luto, no puede creer que la voz dulce de terciopelo, hoy, se haya fundido con la cristalina ansia del Darro rumbo a la marisma.
"Fado porque se fue por el río" camino de la gloria en las palmas de la Sierra hasta "la luna que está sola en el mar". Granada llora porque a las cinco subió Carlos por el Chapí al Sacromonte “con toda su muerte a cuestas”. Puerta Real enmudeció y la Gomeres tirita en hondo lamento, porque “de este largo sufrimiento nació el lamento de su bella canción”.
Carlos Cano ha llegado con intensidad a mucha gente. Decía A. Gala que "de su corazón sale lo que escribe y por eso llega al corazón del pueblo". Su canción supo entroncar en la dulzura e ingenuidad de las "Jarchas" mozárabes, aquella antigua lírica con que se expresaba el pueblo hispano-godo, mostrar el patetismo y la pasión española en sus versos y vitalizar la copla eterna. Ha sabido interpretar la genuina orientación del sentir estético español con creaciones de regusto anónimo y colectivo que tanto arraigo tienen en nuestro pueblo. Ha sido la “Doña Piquer” en versión masculina; juglar contemporáneo de la poesía hecha copla. Su obra de preocupación y cuido por el género ha sido inmensa. Era perfeccionista y riguroso, atento al mínimo detalle; su obsesión se centraba en la copla popular, en su pervivencia y en su vigor de pureza y esplendor. Ha sido un verdadero creador; quiso recuperar y unir todas las culturas, con la comprensión y la tolerancia del hombre bueno e inquieto.
El granadino Cano era generoso y sincero; amigo de la verdad, jamás mentía ni se lo permitía. Esbelto y tímido, serio e introvertido. Un caballero cabal y ciudadano siempre vestido de su honradez. Ha sabido mantener con rectitud su integridad radical de hombre de izquierdas. La canción se hace denuncia discursiva en el verso: "serpientes con traje de santurrón", "esos gachós trajeaos que viven de ‘ná’, que los roban, los roban", revestido de un ritmo musical atrayente y castizo de raíces gaditanas en la "Murga los currelantes", argentinas en "Tango de las madres locas" o populares en "El Salustiano"...; y, sin problema, canta su andaluz en expresión corriente y en el nivel vulgar: "haiga cultura y prosperiá", con grito intenso que deja patente su inquietud por la postración de su tierra. Con su Granada muy asentada en su alma, se identifica con Lorca y con lo más profundo de la poesía del patrimonio de Andalucía.
Su corazón inmenso ya no ha podido más; la vena aorta, cuando ya casi lo teníamos otra vez, ha vuelto a saltar por su base. "!Ay mi chiclanera, aquí me tienes rendío¡". Se ha rendido el señor de la copla, el juglar místico y misterioso de los cármenes albaicineros. Se ha rendido a la brisa nevada, a la blanca flor del azahar, al cielo de su verde y azul Andalucía. La campana de la Vela tañe lastimera desde la Sabica, en toques de dolor, gemido y duelo que resuenan por los valles del Guadalquivir, y besando la caleta gaditana, vuela en alas de gaviota, hacia las brisas del Atlántico.
Tras haber pasado derramando miles de gracias en sus canciones, -digamos, con versos de su “Habanera Imposible”, que "sólo tenía salida por las estrellas" y, por ello, esta mañana fría de Granada "en un suspiro la luna se lo llevó". Y es que -dice G. Lorca- "Hay almas que tienen / azules luceros, ... / que guardan un viejo / rumor de nostalgias / y sueños".